Por Dr. Fernando Caudevilla
Segunda entrega del artículo del Doctor Fernando Caudevilla sobre los efectos del cannabis en nuestra salud.
Puedes consultar la primera parte de este artículo aquí.
3.- Efectos sobre el aparato respiratorio:
La vía de administración más frecuente del cannabis es la fumada. La combustión de cualquier vegetal da lugar a productos tóxicos para el aparato respiratorio. Análisis celulares procedentes de broncoscopias de fumadores de cannabis muestran cambios en las células del aparato respiratorio similares a los que aparecen en fumadores de tabaco (Roth et al, 1998). Repasaremos la relación entre el uso de cannabis y las dos enfermedades pulmonares más significativas: el cáncer de pulmón y la bronquitis crónica.
3.1.- Cannabis y cáncer de pulmón:
Uno de los mensajes más frecuentes en medios de comunicación de los últimos años sostiene que “fumar tres porros al día equivale a consumir un paquete de cigarrillos” en lo que al riesgo de cáncer de pulmón se refiere. Este mensaje apareció por primera vez en el año 2006 un informe de la British Lung Foundation (BLF), una organización británica dedicada a la divulgación, asistencia y prevención de distintas enfermedades pulmonares. Esta idea ha aparecido en muchos de los mensajes y campañas preventivas antidroga desde entonces, incluyendo varias del Plan Nacional sobre Drogas (anuncios de prensa, TV y, al menos dos guías) entre los años 2007 y 2009. El estudio original al que hace referencia esta campaña (Adlington et al, 2008) consiste en el estudio retrospectivo de los datos de 78 casos de cáncer de pulmón en menores de 55 años en un periodo de 5 años en Nueva Zelanda, 21 de los cuales eran usuarios de cannabis. Los datos se analizaron mediante complejas técnicas estadísticas (con un modelo llamado regresión logística), pero es inconsistente desde un punto de vista científico obtener la conclusión a la que se refiere la BLF.
Otros estudios, como el presentado por el Dr. Donald Tashkin en 2006 en The American Thoracic Society’s 102nd International Conference obtuvieron conclusiones diferentes. El estudio, realizado sobre 2142 sujetos (611 casos de cáncer de pulmón) no encontró vínculo alguno entre el cáncer de pulmón y el cannabis fumado, ni siquiera en los fumadores más intensivos de cannabis. El humo del cannabis contiene sustancias carcinógenas por lo que los resultados fueron calificados por los autores como sorprendentes. Una hipótesis sería considerar que el THC tuviera un efecto protector frente al desarrollo de células tumorales, que está demostrado en animales, y que podría contrarrestar el daño tóxico de los componentes del humo.
Algunas investigaciones sí apoyan el vínculo entre cannabis y cáncer de pulmón. Un estudio en Argelia, Marruecos y Túnez (Berthiller J et al, 2008) ofrece datos de la comparación de 440 casos de cáncer de pulmón y 778 controles. Los resultados apuntan hacia el cannabis como factor de riesgo, pero los autores indican en sus conclusiones que “la concurrencia del hábito de fumar tabaco u otros factores de confusión pueden explicar parte de este incremento del riesgo”.
El último entrecomillado es particularmente interesante. Una gran mayoría de los fumadores de cannabis lo son también de tabaco. Y ya están expuestos al riesgo de cáncer de pulmón por este último hecho. Muchos usuarios de cannabis hacen sus porros mezclando cantidades variables de hachís o marihuana con tabaco. Ya que el riesgo de cáncer de pulmón es dependiente de la dosis de tabaco consumida, fumadores muy intensivos de cannabis mezclado con tabaco estarán probablemente expuestos a este riesgo.
En resumen, la relación entre el cannabis y el cáncer de pulmón es un asunto complejo. No hay pruebas directas de que el uso de cannabis aislado produzca esta enfermedad, aunque algunos datos indirectos sí lo sugieren. El concepto de “dosis” sigue siendo fundamental. El fumador de tabaco medio consume entre 10 y 20 cigarrillos de esta sustancia al día. Muy pocos fumadores de cannabis realizan consumos tan elevados (10 a 20 porros al día). Si existe la relación entre el cannabis y el cáncer, es muy probable que también ésta sea dependiente de la dosis, y los patrones de consumo ocasionales, esporádicos o de baja frecuencia estarán sometidos a un riesgo bajo.
3.2.- Cannabis y bronquitis crónica:
La exposición habitual de irritantes respiratorios en el árbol bronquial da lugar a lo largo del tiempo a cambios en su estructura. En condiciones normales, la superficie de los bronquios está recubierta de unos filamentos llamados cilios, que eliminan las sustancias tóxicas. En el fumador habitual, los cilios van perdiendo su función a lo largo del tiempo y las secreciones se eliminan peor. Las glándulas productoras de moco crecen y segregan más sustancias, las células se endurecen y pierden flexibilidad (fibrosis), la musculatura que los rodea se hace más fuerte (hiperplasia muscular lisa)… Los pulmones van perdiendo progresivamente su capacidad normal de funcionar y además estos cambios facilitan la aparición de infecciones que empeoran el cuadro. Este conjunto de alteraciones constituyen la enfermedad llamada bronquitis crónica.
La bronquitis crónica está relacionada con distintos factores: la contaminación ambiental o la exposición laboral a determinados polvos y humos puede desencadenarla, pero, como en el apartado anterior, es el tabaco el responsable de más del 80-90% de los casos. El 25% de los fumadores mayores de 65 años padece esta enfermedad. Distintos estudios epidemiológicos calculan que entre un millón y medio y dos millones de personas padecen esta enfermedad en España. La bronquitis crónica y sus consecuencias son una de las causas principales de gasto sanitario, discapacidad y mortalidad tanto en nuestro país como en los de nuestro entorno.
Algunas de las consideraciones hechas en el apartado anterior sobre la asociación entre tabaco, cannabis y cáncer de pulmón son aplicables al hablar de la bronquitis crónica. Muchos fumadores de cannabis también son fumadores de tabaco y ya estarán expuestos a este riesgo por el hecho de serlo. Y entre aquellos que “sólo refieren fumar cannabis” es muy frecuente que la pauta de consumo habitual suponga mezclar cantidades variables de hachís o marihuana con tabaco. Un elemento importante en el caso de la bronquitis crónica es la duración e intensidad del hábito. En el caso del tabaco existen evidencias de que la enfermedad es más frecuente y grave cuanto más duradero e intenso sea el hábito. Aunque no existe un “nivel de seguridad cero”, la bronquitis crónica es poco frecuente en fumadores de menos de cinco cigarrillos de tabaco al día. Este dato sugiere que muchos patrones de consumo de cannabis probablemente están expuestos a un riesgo moderado.
En el momento actual, en ciencia se considera que las revisiones sistemáticas son el tipo de investigación científica más certera que se conoce. Para resumir la información sobre un determinado problema de salud, se seleccionan los artículos más relevantes y se evalúan con una metodología estandarizada. No existen revisiones sistemáticas publicadas sobre el cannabis y la bronquitis crónica, pero sí existe una sobre cannabis, función pulmonar y complicaciones respiratorias (Tetrault JM et al, 2007).
Los autores encontraron un total de 34 estudios en los que se estudiaba la asociación entre el cannabis y el uso de marihuana a corto y largo plazo. A corto plazo, once de doce estudios encontraron asociación entre la administración de marihuana y la dilatación de los bronquios. No se encontró asociación entre el uso de marihuana a largo plazo y obstrucción al flujo aéreo (que es uno de los parámetros que se utiliza para diagnosticar bronquitis crónica) aunque sí en síntomas como tos, flemas o ruidos respiratorios. En definitiva, no hay evidencias definitivas que vinculen al cannabis con la bronquitis crónica, aunque sí con algunos de sus síntomas.
El uso de filtros suele recomendarse como una forma de disminuir la cantidad de productos tóxicos que llegan al organismo. Sin embargo, desde un punto de vista objetivo, no existen demasiadas pruebas que indiquen que sean eficaces en este sentido. Los filtros en el tabaco industrial comenzaron a generalizarse a partir de los años 60 del siglo pasado, cuando comenzaron a acumularse las evidencias que relacionaban al tabaco con el cáncer de pulmón. Distintas industrias tabaqueras invirtieron grandes cantidades de dinero buscando un filtro que retuviera las partículas tóxicas con resultados infructuosos. La mayoría de los filtros están compuestos de acetato de celulosa, que retienen cierta cantidad de nicotina y alquitrán pero que son permeables a muchas de las micropartículas cancerígenas que componen el humo del tabaco. Los estudios en cultivos celulares y animales de experimentación son contradictorios. Y también se han hecho estudios (en Japón y EE.UU.) comparando las incidencias de cáncer de pulmón a lo largo del tiempo, sin que se haya demostrado una disminución de la frecuencia de la enfermedad atribuible al uso de filtros. En cualquier caso los cannabinoides también atraviesan el acetato de celulosa de los filtros, y su disponibilidad en el organismo no se ve afectada por los filtros, por lo que su uso sigue siendo recomendable ya que eliminan una parte considerable del alquitrán.
Y hasta aquí la segunda entrega. Muy pronto, la tercera.