Por Guillermo Veira
En 2006 el recién electo presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, inauguró lo que acabaría por determinar su gobierno: la estrategia de guerra contra el narcotráfico.
Si bien la publicidad gubernamental no la quiso llamar así lo que trajo consigo esa “estrategia” no puede definirse mejor que como una guerra. El ejército pasó de salvaguardar las fronteras a patrullar las calles y a realizar operativos contra el crimen organizado (o todo lo que se le pareciera).
Cada día los telediarios de las principales televisiones del país (Televisa y TV Azteca) entraban con titulares de la detención del cabecilla de tal o cual familia, con un nuevo golpe definitivo al narcotráfico, grandes operativos que llenaron las cabeceras mediáticas diariamente dejando fuera otras noticias también importantes. Un ejemplo, los costes de esa guerra no llamada guerra. Las cifras bailan en función de quién las cuente: organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos elevan el número de personas asesinadas en 120.000, la oficialidad, queriendo no ser alarmista, habla de 80.000 sólo durante el gobierno de Felipe Calderón, entre 2006 y 2012. A pesar de los datos, y según los grandes medios de comunicación mexicanos, la estrategia del presidente empezaba a dar sus frutos.
Detenciones importantes
En los seis años de gobierno el ejecutivo de Calderón realizó numerosas detenciones de altos cargos del crimen organizado. Entre las principales acciones destacan en 2008 la detención Alfredo Beltrán Leyva, alias “el Mochomo” y Jesús Zambada García del cártel de Sinaloa. En 2009 detienen a Vicente Zambada Niebla, “el Vicentillo”, sobrino del anterior y uno de los líderes del cártel y a Vicente Carrillo Leyva, hijo de Amado Carrillo Fuentes y líder del cártel de Juárez. En 2010 dos líderes más detenidos: José Antonio Media, “el rey de la heroína” y Edgar Valdez, alias “la Barbie”. Otras detenciones que se llevaron a cabo durante el sexenio de gobierno de Calderón fueron la de Sandra Ávila Beltrán, más conocida como “la Reina del Pacífico”, en la que muchos veían un alter ego de aquella Reina del Sur que describió Arturo Pérez-Reverte en su libro. Pero junto a los grandes cabecillas del narco también se llevó a cabo la detención de un abanico de funcionarios. La llamada Operación Limpieza implicó la detención del director de Asuntos Policiales Internacionales de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y jefe de la Oficina Central Nacional de Interpol en México, Ricardo Gutiérrez Vargas; Rodolfo de la Guardia, ex alto jefe de la Policía Federal (PF) y el Subprocurador de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), llamado coloquialmente “zar antidrogas”, Noé Ramírez Mandujano, acusado de recibir un salario de 450.000 dólares mensuales por parte de los cárteles de la droga. Junto a ellos, tres altos mandos militares del ejército mexicano: el general y sub secretario de la Defensa Nacional, Tomás Ángeles Dauahare, el general Ricardo Escorcia y el general Roberto Dawe González.
Sentencias incumplidas
Algunas de las mentadas detenciones anunciadas a bombo y platillo, una vez finalizado el gobierno de Felipe Calderón, no duraron mucho tiempo. Con la entrada del nuevo ejecutivo encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto se revisaron algunas condenas, encontrando “fallas” en los procesos, o “inconsistencias” en las acusaciones. La llamada “Reina del Pacífico”, encarcelada en Estados Unidos de Norteamérica desde 2008 fue deportada a México en 2013 para seguir cumpliendo su pena aquí y liberada posteriormente después de que la Procuraduría General de la República (PGR) admitiera que no tiene ningún expediente abierto para mantener a Sandra Ávila en la cárcel, a pesar que el anterior ejecutivo la presentaba como una de las grandes cabecillas de los cárteles. En relación a la Operación Limpieza el nuevo gobierno guardaba algunas sorpresas. El general Tomás Ángeles Dauahare fue el primero en salir del penal de máxima seguridad del Altiplano después de un año recluido. Al parecer se descubrió que dos de los testigos protegidos que lo incriminaban mentían. Pronto le seguirían los otros dos generales: Escorcia y Dawe. El general Dawe declaró a su salida de prisión: “Yo siento que esta infamia, que esta agresión no fue contra Roberto Dawe o Ricardo Escorcia. No. Fue una agresión contra la institución e independientemente de que uno esté indignado, quien debe estar más preocupada es la gente por la facilidad con la que se trató de denostar a una institución como el Ejército.” Por si fuera poco, en abril de 2013, el que salía de la cárcel recurriendo a la razón antes descrita, falso testimonio de un testigo protegido, fue el ex zar antidroga, Noé Ramírez. Días después de su liberación, en una entrevista a un medio nacional mexicano, el ex funcionario declaró en relación a la Operación Limpieza: “Yo diría que se trató de la perversión de la procuraduría de Justicia. Fue una farsa, engañaron al pueblo mexicano, le quisieron hacer creer que realmente se estaba trabajando, que se estaba metiendo en la cárcel a servidores públicos desleales cuando era todo lo contrario, y no por tratarse de mi sino por otros servidores públicos que trabajaron mucho por México.”
Mentiras y punto
Tras estas pifias judiciales, en las que, según parece, se encerraron a altos cargos del Ejército y de las Fuerzas de Seguridad mexicanas en base a acusaciones falsas, el ex presidente y responsable de estas actuaciones no ha hecho ninguna declaración al respecto. Desde su salida, hasta mediados del año 2014, Felipe Calderón gozó de la beca Líderes Globales Públicos Angelopoulos en la prestigiosa Universidad de Harvard. Una posición desde la que evitó hacer declaraciones, en principio: “Por respeto al nuevo presidente”. Pero en septiembre del pasado año accedió a realizar una entrevista con un importante medio español. Cuestionado por el periodista sobre su política de guerra contra el narcotráfico, el ex presidente fue especialmente gráfico en su respuesta: “Yo me veo como el médico de pueblo que diagnostica un cáncer y, tras aplicar quimioterapia y radioterapia, cura al paciente. No faltará quien diga que estaba mejor antes del tratamiento, que ahora está calvo y le duele todo el cuerpo… Pero la culpa no es del médico.” En algo podemos estar de acuerdo con el ex presidente: México duele.