Por Dr. Fernando Caudevilla
Aunque los tumores en el cerebro son relativamente poco frecuentes, sus características hacen que sean muy complicados de tratar.
Como sabemos, un tumor es un crecimiento descontrolado de células en el que se pierden los mecanismos normales de desarrollo y muerte normales de los tejidos. El cerebro está situado dentro del cráneo, que es un compartimento rígido, por lo que cualquier pequeño incremento de volumen produce compresión y daño en las estructuras cercanas y manifestaciones clínicas. Por otra parte el cerebro es una estructura extraordinariamente compleja y delicada, muy sensible a cualquier pequeño cambio por lo que tumores de muy pequeño tamaño pueden dar lugar a síntomas graves. Además, los tratamientos estándar del cáncer (cirugía, quimioterapia, radioterapia…) destruyen células tumorales pero también pueden afectar a células sanas, lo que limita las posibilidades de tratamiento.
Existen varias decenas de tumores distintos que pueden afectar al cerebro. Algunos son de crecimiento lento y circunscritos, otros son muy agresivos. Cada uno de los distintos tejidos que componen la estructura cerebral es susceptible de sufrir una degeneración cancerosa y dar lugar a un tumor. Existen astrocitomas, oligodendrogliomas, meningiomas…
Por otra parte el cerebro es un órgano con mucha circulación sanguínea, y las metástasis de tumores procedentes de otras partes del cuerpo (melanomas, cáncer de pulmón o de mama) son también un problema frecuente. El diagnóstico también puede ser complicado, ya que algunos síntomas (dolor de cabeza, vómitos o trastornos en el comportamiento) son muy frecuentes y comunes con otras enfermedades. En otras ocasiones las manifestaciones son suficientemente llamativas (visión doble, hemiplejia, ceguera…) como para proporcionar pistas que permitan un rápido diagnóstico.
En el caso de los tumores cerebrales es particularmente necesario desarrollar tratamientos que sean lo más específicos posibles. Por específico entendemos aquellas estrategias que destruyan las células cancerosas sin dañar a las sanas. La biología molecular del cáncer (el estudio de los distintos mecanismos por los que se producen, desarrollan y mueren las células cancerosas) ha experimentado un crecimiento exponencial a lo largo de las dos últimas décadas. Nuestro conocimiento de los mecanismos moleculares que subyacen detrás de la enfermedad es cada vez mayor, lo que permite desarrollar terapias cada vez más selectivas.
En este sentido hay dos conceptos muy importantes que debemos describir brevemente antes de continuar. El primero es el de apoptosis o muerte celular programada. Dentro de las células existen mecanismos genéticamente programados según los cuales, en determinadas condiciones, pueden morir de forma automática. Para entenderlo de forma sencilla podríamos compararlo con un suicidio celular: si una célula “descubre” que las cosas van mal (por ejemplo, que se está transformando en un tumor) es capaz de suicidarse de forma automática. El segundo concepto es el de angiogénesis tumoral: como cualquier otro tejido del organismo, el cáncer necesita de irrigación sanguínea para poder mantener sus funciones. Los tumores tienen sus propios mecanismos para generar la aparición y control de vasos sanguíneos que les permitan seguir alimentándose y creciendo a través de complejísimos procesos.
Estos dos mecanismos descritos (apoptosis y angiogénesis tumoral) están directamente relacionados con el crecimiento de los tumores y se consideran en el momento actual dianas del tratamiento del cáncer: favorecer la apoptosis de las células tumorales y reducir la angiogénesis son estrategias que permitirían elaborar tratamientos específicos contra el cáncer. Y la noticia sorprendente es que ambos procesos están relacionados directamente con los cannabinoides: el sistema cannabinoide endógeno, a través de los receptores CB2, es capaz de activar la apoptosis de células tumorales y modificar los mecanismos de angiogénesis tumoral. Tanto el THC como el CBD tienen la propiedad de activar estos mecanismos de forma selectiva. Es muy probable que otros cannabinoides presentes en la planta o cannabinoides sintéticos tengan propiedades similares y sean herramientas potenciales eficaces y específicas para el tratamiento de algunos tipos de tumores. En modelos animales los efectos antitumorales del THC y el CBD están rotundamente demostrados, y en algunos tipos de tumores cerebrales las respuestas son espectaculares.
Lamentablemente los tumores humanos son mucho más complejos de tratar que los tumores en animales, aunque aún así existen experiencias positivas. Se han realizado cientos de experimentos con distintos tipos de tumores y el tumor con el que existe más experiencia en relación con el tratamiento con cannabinoides es un tumor cerebral llamado glioblastoma multiforme. Se trata de un tipo de cáncer cerebral raro (se estima que en Europa y en EE.UU. aparecen 2-3 casos nuevos por cada 100.000 habitantes y año) pero extremadamente agresivo, con un crecimiento muy rápido, muy resistente a los tratamientos y con una supervivencia media menor a un año después del diagnóstico.
Muy pronto, la segunda parte de este artículo…