Por Dr Fernando Caudevilla
Cuando pensamos en enfermedades respiratorias asociadas al hábito de fumar, el cáncer de pulmón suele ser la primera en la que nos fijamos.
Su dificultad de detección, el infausto pronóstico y el estigma de la palabra “cáncer” hacen que esta patología sea la más temida por las personas que fuman habitualmente.
Sin embargo el cáncer de pulmón no es la enfermedad más frecuente en fumadores. Se estima que el riesgo individual de desarrollar esta patología en un fumador habitual de una cajetilla de tabaco al día durante más de 20 años está alrededor del 15%. En términos relativos, el riesgo es muy elevado, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una patología muy rara en no fumadores. Pero en términos absolutos y con fría objetividad, podríamos señalar que la probabilidad de no morir de un cáncer de pulmón aun siendo fumador sería de un 85%. Es decir, la mayoría de los fumadores no morirán de esta enfermedad, aunque es de sentido común que el riesgo, aún siendo pequeño en términos absolutos, es poco asumible desde un punto de vista lógico.
Existe otra enfermedad pulmonar importante asociada al hábito de fumar, a la que se suele prestar menos atención pero que en términos absolutos tiene una mayor importancia que el cáncer de pulmón. La exposición habitual de irritantes respiratorios en el árbol bronquial da lugar a lo largo del tiempo a cambios en su estructura. En condiciones normales, la superficie de los bronquios está recubierta de unos filamentos llamados cilios, que eliminan las sustancias tóxicas. En el fumador habitual, los cilios van perdiendo su función a lo largo del tiempo y las secreciones se eliminan peor. Las glándulas productoras de moco crecen y segregan más sustancias, las células se endurecen y pierden flexibilidad (fibrosis), la musculatura que los rodea se hace más fuerte (hiperplasia muscular lisa)… Los pulmones van perdiendo progresivamente su capacidad normal de funcionar y además estos cambios facilitan la aparición de infecciones que empeoran el cuadro. Este conjunto de alteraciones constituyen la enfermedad llamada bronquitis crónica.
La bronquitis crónica está relacionada con distintos factores: la contaminación ambiental o la exposición laboral a determinados polvos y humos puede desencadenarla, pero nuevamente es el tabaco el responsable de más del 80-90% de los casos. El 25% de los fumadores mayores de 65 años padece esta enfermedad. Distintos estudios epidemiológicos calculan que entre un millón y medio y dos millones de personas padecen esta enfermedad en España. La bronquitis crónica y sus consecuencias son una de las causas principales de gasto sanitario, discapacidad y mortalidad tanto en nuestro país como en los de nuestro entorno.
Esto nos lleva a plantearnos la cuestión de conocer en qué medida el uso de cannabis fumado coloca al usuario en este riesgo.
La primera limitación que nos encontraremos es la dificultad para separar dos factores que suelen presentarse asociados: muchos fumadores de cannabis también son fumadores de tabaco y ya estarán expuestos a este riesgo por el hecho de serlo. Y entre aquellos que “sólo refieren fumar cannabis” es muy frecuente que la pauta de consumo habitual suponga mezclar cantidades variables de hachís o marihuana con tabaco.
Un elemento importante en el caso de la bronquitis crónica es la duración e intensidad del hábito. En el caso del tabaco existen evidencias de que la enfermedad es más frecuente y grave cuanto más duradero e intenso sea el hábito. Aunque no existe un “nivel de seguridad cero”, la bronquitis crónica es poco frecuente en fumadores de menos de cinco cigarrillos de tabaco al día. Este dato sugiere que muchos patrones de consumo de cannabis probablemente están expuestos a un riesgo moderado.
Otro factor de importancia a considerar es el uso de filtros. El filtro de tabaco no ha demostrado eficacia para disminuir la incidencia de esta enfermedad. Sin embargo, en relación con la bronquitis crónica, existen algunos datos que indican que el filtro puede tener algún efecto protector. En 1995 un equipo de la Universidad Federal de Brasil estudió este aspecto en una muestra de 1053 sujetos mayores de 40 años. Los casos de bronquitis crónica fueron 8 veces más frecuentes entre los fumadores de más de un paquete de tabaco que entre los no fumadores. Pero los fumadores de tabaco sin filtro presentaron tres veces más riesgo de bronquitis crónica que los fumadores con filtro. Desde luego está claro que el filtro no elimina las partículas tóxicas responsables de la enfermedad, pero sí parecen atenuarlas en cierta medida, por lo que parecen una medida de reducción de riesgos lógica que también es extensible a usuarios de cannabis.
Entrando directamente en la relación directa entre el cannabis y la bronquitis crónica, nos encontramos con las limitaciones habituales en todos los estudios que tienen que ver con drogas ilegales. La resonancia e impacto que tienen todos los datos que apoyan la hipótesis, tanto en medios de comunicación como en agentes de salud es muy elevada, ya que muchas veces el objetivo no es conocer la verdad sino aterrorizar al personal y apoyar las ideas preconcebidas. Por el contrario, los datos que rechacen la relación entre cannabis y bronquitis crónica serán silenciados para el público general aunque también, por qué no decirlo, serán resaltados en el mundo procannábico como defensa de su querida planta. Un estudio de 1990 sobre el condensado de humo de cannabis señalaba que éste contiene más sustancias tóxicas que el tabaco. En el estudio se condensa el humo de cannabis y marihuana y se incuban distintas fracciones de cada uno en cultivos celulares para medir su toxicidad. Las complejas técnicas de laboratorio y unos cuantos ensayos “in vitro” permiten concluir a los autores que “el cannabis es siete veces más tóxico que el tabaco”, muletilla que se irá repitiendo en sucesivos estudios a lo largo de los años. Teniendo en cuenta que la investigación estaba financiada y patrocinada por el NIDA (National Institute on Drug Abuse) las posibilidades de imparcialidad parecen escasas y el estudio parece más destinado a poder crear bonitas campañas publicitarias que a conocer los riesgos respiratorios del cannabis.
Estudios sobre el tema existen a centenares y el tema nos daría para escribir varios artículos (eso sí, muy aburridos). En el momento actual, en ciencia se considera que las revisiones sistemáticas son el tipo de investigación científica más certera que se conoce. Para resumir la información sobre un determinado problema de salud, se seleccionan los artículos más relevantes y se evalúan con una metodología estandarizada. No existen revisiones concretas sobre el cannabis y la bronquitis crónica , pero sí existe una sobre cannabis, función pulmonar y complicaciones respiratorias (Tetrault JM et al. Effects of marijuana smoking on pulmonary function and respiratory complications: a systematic review. ArchInternMed. 2007 Feb 12;167(3):221-8.).
Los autores encontraron un total de 34 estudios en los que se estudiaba la asociación entre el cannabis y el uso de marihuana a corto y largo plazo. A corto plazo, once de doce estudios encontraron asociación entre la administración de marihuana y la dilatación de los bronquios. No se encontró asociación entre el uso de marihuana a largo plazo y obstrucción al flujo aéreo (que es uno de los parámetros que se utiliza para diagnosticar bronquitis crónica) aunque sí en síntomas como tos, flemas o ruidos respiratorios.
Resumiendo, no hay evidencias definitivas que vinculen al cannabis con la bronquitis crónica, aunque sí con algunos de sus síntomas.