Sarah Furay tiene 19 años, fue detenida el pasado 9 noviembre acusada de narcomenudeo.
En el registro de su casa encontraron 31.5 gramos de cocaína, 126 gramos de marihuana, 29 tabletas de éxtasis y 60 dosis de la sustancia psicodélica conocida como 25C-NBOMe, además de medicinas controladas como Xanax y jarabe de prometazina, básculas de precisión (que están prohibidas en Estados Unidos por su uso habitual para el narcomenudeo) y 2.573 dólares en efectivo. Los cargos que se le imputan a Sarah conllevarían una pena de prisión de 215 años. Pero Sarah es blanca, es hija de un agente especial de la DEA, y tiene una sonrisa angelical. Por ello los medios en EEUU han rescatado la noticia con titulares como: “Sonrisa fotogénica”, “la ficha policial más feliz de América”, “la más alegre de la historia reciente” o “un enfoque empresarial para evitar la deuda del estudiante”; y es que Sarah, a pesar de la condena y de vivir en un país (EEUU) y en un Estado (Texas) especialmente duros en relación a delitos de drogas, se mostró espectacularmente feliz en la foto de su ficha de detención.
El Contexto
Según cifras oficiales, EEUU se ha gastado en las últimas 4 décadas 121 millones de dólares arrestando a los casi 40 millones de personas detenidas por delitos no violentos de drogas, un tercio de esta cantidad sólo por posesión de marihuana. 40 años de persecución que han ayudado a convertir a los Estados Unidos de América en el país con más encarcelados del mundo, unos 2,3 millones de personas, el 25 por ciento de los prisioneros del planeta y de los cuales medio millón están entre rejas por delitos relacionados con drogas. Una cifra que vivió un incremento exponencial en las últimas décadas ya que en la década de los 80 sólo había 41 mil prisioneros con causas relacionadas con estupefacientes. Un incremento con variantes cuanto menos curiosas, por ejemplo, el porcentaje de posesión y consumo de drogas en el país no varía especialmente entre blancos, negros, latinos, etc, pero a pesar de que el 65% de la población estadounidense es blanca sólo el 23% está en la cárcel por delitos relacionados con drogas. Para Art Way, director de la oficina de Drug Policy Alliance en Colorado, el caso de Sarah es extraño: “Es más difícil para los tentáculos del sistema alcanzar a aquellos como (Sarah) Furay. Me sorprendería más que realmente la buscaran a que ella misma cayera en sus manos por accidente. La verdad, probablemente, se acerque más a este punto”. “Furay ha pagado una fianza mucho menor que la mayoría de la gente de color habría recibido por su misma pena, estoy seguro que tiene una asesoría privada. Tanto es así que ella ha evitado la detención y posiblemente la prisión gracias al rápido recurso de negociación presentado”.
Otra vez la DEA
Pero Sarah no solamente es blanca y tiene una hermosa e inocente sonrisa. Es la hija de Bill Furay, el actual agregado de la DEA (Agencia Estadounidense Antidroga) en la Embajada de Estados Unidos en Panamá que además fue el jefe, entre 2007 y 2011, de la agencia en Galveston, Texas. La DEA suma un nuevo escándalo bastante cinematográfico y predecible: estamos ante una especie de secuela The Breaking Bad en formato para adolescentes. Y es que Bill se enorgullece de ser el responsable de la captura de más de 60 narcotraficantes pertenecientes al Cártel de Sinaloa (el más poderoso actualmente) pero ha sido incapaz de detectar que su propia hija se dedicaba al lucrativo negocio del narcomenudeo. Lo que Bill, que según los medios de comunicación tratan de llevar este asunto privado de la mejor manera posible, no ha mencionado y casi nadie recuerda al hablar de nuestra adorable capo es que mientras fue jefe de la agencia en Texas se destapó la operación “Rápido y Furioso” por la que agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (la ATF) en coordinación con la DEA filtraron armas de uso militar por la frontera destinadas a los cárteles mexicanos con el fin de rastrearlas y detener a los malhechores: sobra decir que las armas se perdieron sin más. O que en el mismo período fue destapada una operación encubierta de la DEA por la que desde 1984 agentes habían estado recogiendo y transportando dinero y mercancía de los cárteles al interior de EEUU. A la vista está la cantidad de avances y golpes contra los cárteles mexicanos gracias a esta estrategia.
Leyes flexibles
Ante estos hechos es probable que algunos medios puedan ver en la adorable Sarah sólo la necesidad de llamar la atención a un padre descuidado fruto del ardor de la adolescencia. Quizá sea por eso que la fianza impuesta es la menor cantidad conocida aplicada a alguien acusado de los mismos delitos: 39 mil dólares. O quizás estemos ante un caso paradigmático del funcionamiento de la política de drogas estadounidense: tolerancia e incluso motivación de iniciativas gubernamentales para el lavado de dinero y el tráfico de armas, y una política de tolerancia cero con el narcomenudeo de población excluída y marginada que forma parte del jugoso negocio del desarrollo y explotación de las cárceles, que actualmente está en manos privadas. Sospechamos que nuestra adorable Sarah y su sufriente familia pasarán lo mejor posible este terrible trago que la vida, de forma inesperada, les ha puesto en el camino. Esperamos que la evidencia de que la guerra contra las drogas y la cárcel es una herramienta inútil, además de racista y clasista, que sólo se aplica contra personas empobrecidas, sea también una razón más para abandonar definitivamente esta estrategia perversa todavía vigente pero que nunca, en los últimos 40 años, ha estado tan cerca de cambiar. Ánimo Sarah.