Por Fernando Caudevilla
En el artículo anterior hicimos mención a los efectos deseados de la cocaína y en esta entrega describiremos sus efectos adversos.
Por “efecto adverso” entendemos aquellos no deseados que aparecen de forma frecuente o con las dosis habituales. En general, cuanto más frecuente en el tiempo sea el consumo y/o más elevadas sean las dosis administradas, mayores son las posibilidades de que aparezcan este tipo de efectos.
Comprender el fenómeno de la tolerancia es importante antes de hablar de los efectos adversos. Algunos fármacos utilizados en medicina y muchas drogas legales o ilegales pueden dar lugar a este fenómeno: el uso repetido o habitual de la droga lleva a la necesidad de incrementar la dosis para alcanzar los mismos efectos o, dicho de otra forma, si una persona toma de forma repetida las mismas dosis, al cabo del tiempo los efectos son menores. En relación con la cocaína, la tolerancia se produce de una forma algo distinta a lo que sucede en otras drogas. En la mayoría de las personas que consumen cocaína de una forma más o menos habitual el desarrollo de tolerancia no implica tanto el incremento de cada dosis sino una mayor frecuencia de administración. Además la tolerancia no se desarrolla por igual frente a los efectos deseados y los efectos indeseados, siendo la primera más rápida. Es decir, con el consumo habitual/frecuente (incluso en una misma sesión) los efectos desagradables se terminan manifestando con más rapidez e intensidad que los efectos agradables o deseados. Esto también es válido para el consumo crónico de cocaína, en el que muchas veces los efectos negativos terminan predominando sobre los efectos positivos. Otro fenómeno característico de la cocaína es el de la tolerancia inversa: pequeñas dosis dan lugar a efectos muy marcados, tanto agradables como, sobre todo, no deseados. Este último fenómeno es poco frecuente y aparece sobre todo en consumidores crónicos.
Así, los efectos desagradables más habituales de la cocaína suelen estar en función de la frecuencia, la dosis y la aparición de tolerancia, aunque también pueden aparecer con dosis pequeñas en personas sensibles o bien ante determinadas circunstancias personales (mal estado de ánimo, cansancio, preocupaciones…).
Algunos de estos efectos suponen la magnificación de los efectos deseados: en lugar de lucidez y sensación de autocontrol, pueden aparecer otros efectos como inquietud, irritabilidad, ansiedad, angustia, agresividad, incremento en la velocidad de los pensamientos, ideas de grandiosidad con deterioro de la capacidad de enjuiciar la realidad… A nivel orgánico los efectos de la hiperestimulación pueden manifestarse como sudor, temblor, contractura en la mandíbula, palpitaciones… La aparición de estos efectos indica de forma inequívoca que las dosis administradas han sido excesivas. Algunas personas cometen el error de esnifar más cocaína para evitar estos efectos. De forma inicial es posible conseguir cierto alivio pero al cabo de pocos minutos los efectos adversos se habrán multiplicado, con el riesgo de entrar en una espiral de consecuencias peligrosas si se sigue consumiendo.
A veces aparecen preocupaciones, obsesiones o pensamientos de tipo paranoide que pueden dar lugar a comportamientos agresivos (del tipo: “la gente por la calle se da cuenta de que he tomado mucha cocaína”, “mis amigos se ríen de mi”, “todo el bar me está mirando”, “ese chico con tan mala pinta que va por la calle me va a atracar”…). Este tipo de reacciones pueden aparecer incluso con dosis medias, aunque las características de personalidad de ciertos consumidores facilitan su aparición. Los consideraremos como “efectos adversos” si son de tipo leve, desaparecen después de unas horas del último consumo y son congruentes con la realidad. Si son persistentes en el tiempo o, sobre todo, carecen de una base lógica y real (por ejemplo “tengo que esconderme porque los extraterrestres del planeta Ummo envían sus astronaves para capturarme” o “la reina de España está enamorada de mí y por eso la policía secreta me persigue”) hablaríamos de cuadros de tipo psicótico que se abordarán con más detalle en futuras entregas.
La alteración en el patrón del sueño es otro efecto adverso que se presenta con frecuencia. Por vía intranasal, los efectos mentales de la cocaína se mantienen alrededor de una hora pero la activación del sistema nervioso puede prolongarse durante varias horas más, aunque no esto no sea perceptible por el usuario. Si hay varias administraciones sucesivas estos efectos residuales pueden mantenerse durante bastantes horas impidiendo el descanso nocturno. A veces no llega a producirse insomnio de forma completa, sino un patrón de sueño fragmentado con varios despertares a lo largo de la noche. El uso de cocaína por la tarde o por la noche facilita la aparición de este tipo de problemas.
Este efecto acumulativo de la cocaína también se observa en las alteraciones sobre el apetito. La cocaína produce sequedad de boca y faringe y, a nivel cerebral actúa sobre centros que regulan la ingesta de alimento, disminuyendo las ganas de comer. Tanto el insomnio como la anorexia pueden prolongarse varias horas después de la última administración.
La irritación de las mucosas nasales, la sensación de taponamiento nasal o la aparición de moco mezclado con sangre son frecuentes después de la administración mediante esta vía. El uso frecuente, el hecho de introducir cocaína mal pulverizada y la presencia de adulterantes o contaminantes facilitan la aparición de este tipo de problemas. El dolor de cabeza es otro efecto adverso frecuente, sobre todo en personas diagnosticadas previamente de migraña.
En relación con la esfera sexual los datos son contradictorios. Para algunas personas la cocaína puede actuar como estimulante sexual, incrementando la libido, la intensidad del orgasmo y, en el caso de los varones, retardar la eyaculación y facilitar la erección. Esto es posible al utilizar dosis bajas y muy espaciadas en el tiempo. Pero para la mayoría de las personas y con dosis medias-altas, la cocaína dificulta la erección e inhibe la capacidad de eyacular en los varones. Además el supuesto efecto afrodisiaco de la cocaína o cualquier otra droga o fármaco es difícil de valorar de forma objetiva sin tener en cuenta el contexto. Es posible que algunas sustancias pueden incrementar el deseo o facilitar las relaciones en ciertas situaciones, pero si no existe una atracción de base su eficacia será nula.