Por Drogoteca
Disculpen los lectores el título -poco serio, como el autor- pero desde que mi editor me pidió un texto explicando esta nueva fiebre por la ketamina como antidepresivo, no puedo evitar recordar (cada vez que escucho el nombre de la droga) el “famoso” vídeo que muchos ya conocerán y que, precisamente, hace una clara alusión a las virtudes claramente “antidepresivas” del efecto de esta curiosa sustancia.
He aquí esa obra del yonkarreo hispano que todos pudimos ver por TV y que incluye a dos sujetos en pleno efecto “antidepresivo”.
Y ahora poniéndonos serios ya. ¿Qué pasa con la ketamina? ¿Por qué llena -ahora- páginas en los medios no especializados? ¿Qué hace una droga recreativa en la prensa sin que se escuchen insultos y barbaridades ni la saquen en ‘Callejeros Yonkarreo‘ en la Cuatro? Pues en realidad mucho menos de lo que parece, pero es cierto que todo este movimiento trae cierta esperanza a algunos tipos de depresiones (muy concretas y poco frecuentes).
El tipo de paciente que se puede beneficiar del tratamiento con ketamina -en caso de que se llegase a instaurar de forma accesible como lo está siendo en USA- es básicamente un paciente con un tipo de depresión no-reactiva (ajena a las “causas externas”) y que no tiene mucho que ver con el tipo de estado que tiene alguien cuando entre amigos comentamos que “Menganito está deprimido desde que rompió con Almejita”. Es difícil explicar lo que es la experiencia de la depresión cuando sobrepasa lo que puede ser clínicamente leve o moderado (que ya es alto ese nivel, hablando entre nosotros), pero es un estado que no permite a la persona vivir con normalidad las experiencias de la vida y verse sometida a un sufrimiento constante -implacable- que no se alivia con nada, ni medicinas ni que te toquen 1000 millones a la lotería. Y que ese sufrimiento es algo tan físico como el propio dolor (cuando directamente no existe al mismo tiempo un dolor físico que sea ya una fuente). Nada, nada te hace sentir bien: cuando abres los ojos por la mañana sólo desearías no haberlos abierto. Cada día. Todos los días. Sin tregua. Sin pausas. Sin algo que te alivie aunque sea unos minutos, salvo no estar inconsciente o dormidos… ¿Cogéis la idea?
Alguien que está en semejante hoyo, es el tipo de persona que puede beneficiarse de la ketamina -o de otros fármacos similares- ya que parece que la administración de este anestésico disociativo -de forma puntual- revierte esos síntomas. Y lo mejor de todo: lo hace en minutos y de forma relativamente duradera. Ya sé que esto es jodido de creer, pero el que quiera ver lo que siente una persona que tiene depresión resistente mientras le administran ketamina, que juzgue por sí mismo: ver a en directo la mujer describiendo los efectos en su mente resulta impresionante. Ver a la mujer decir como inicio de su explicación “me siento humana de nuevo” es la forma que tiene de describir el alivio de su sufrimiento, en este caso provocado por la infusión de ketamina y sólo han pasado 45 minutos desde que se le comenzó a administrar el fármaco a una mujer que mostraba un nivel enorme de sufrimiento.
La dosis que se usan están muy lejos de resultar peligrosas, ya que son dosis mucho más bajas que usadas para anestesia. ¿Entonces por qué no estamos usando esto ya? Recordad que el mundillo de las drogas legales y su administración, está controlado por unos grandes “drogo-empresarios” que hacen lo que les da la gana con el mercado junto con unos legisladores -y todo el sistema médico asociado- que les firman todo lo que ellos piden, a cambio de dinero. La pregunta es justa: si esto está disponible para esas personas por qué no usarlo ya, si -como con otros medicamentos- los beneficios superan los inconvenientes. Es justa, pero si te estás preguntando eso ahora, es porque la industria quiere que lo hagas. Presta atención.
Para empezar, esta droga fue creada en el año 1962 en una universidad usana y un laboratorio farmacéutico, a la búsqueda de nuevas moléculas que sirvieran para algo (un poco como funciona la industria farmacéutica). Tras las reglamentarias pruebas con animales, pasaron a probarlo con humanos. ¿Y qué mejor que humanos en jaulas para experimentos médicos? Pues eso, que en USA se les olvidó -como tantas otras veces- eso tan coñazo de los derechos humanos y se pusieron a probarla con presos de sus cárceles. Todo muy ético. La cosa fue bien, y de los humanos enjaulados, pasaron a repartirla en humanos no-enjaulados-pero-que-tengamos-controlados: el ejército, que por entonces se hallaba metido en mitad de Vietnam recibiendo golpes en una selva y enganchándose a la heroína de alta calidad que había por esos lugares. Y no fue mal: resultó ser un gran anestésico para situaciones de combate (donde no puedes intubar y dar respiración asistida a una persona) y de emergencia. Mejoraba -o igualaba- el original en el que se inspiraron, que era la injustamente temida y difamada PCP o fenciclidina, y con eso bastaba. Curiosamente, los primeros informes sobre su uso lúdico y como enteógeno disociativo, datan de esos años en que se probó con los jóvenes del ejército.
Es totalmente falso el enfoque que está dando la prensa, con titulares que hablan de la droga que pasa ahora del mundo de las drogas recreativas al mundo de la medicina: ahora mismo hay ketamina en todos los hospitales correctamente abastecidos del mundo, sean del país que sea siempre y cuando esté integrado en la OMS. ¿Por qué? La ketamina es un gran fármaco, y además muy seguro y de bajo coste. Carece de patente y es seguro y efectivo. Y sobre todo, porque está incluida en la lista de drogas esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace mucho años. Esta droga es de todo menos nueva y casi desde su creación ha estado dentro del sistema médico mundial.
Lo que resulta relativamente nuevo, es el uso “off-label” que se le da fuera del común anestésico. Aunque el hecho de que eso se esté probando ahora no es algo desconectado de ese uso: muchos médicos se dieron cuenta de que tras operar -de cualquier cosa- con ketamina a pacientes que además sufrían depresión severa, sus síntomas mejoraban. Y también los pacientes con dolor crónico experimentaban mejoras, ya que todo el proceso del dolor crónico tiene aspectos físicos y psicológicos que se veían aliviados también. ¿Esto es nuevo? ¡Que no!
Seguramente muchos habéis visto la serie “House” de un médico cabrón con un bastón que se dedica -cuando no cura enfermos- a putear al resto del planeta.
El bastón era un elemento esencial del personaje ¿verdad? ¿Qué pasó en la tercera temporada que House dejó de usar bastón, de sufrir su cojera y dolor crónico que le hacían ser adicto a los opioides? Ketamina. Tras ser tiroteado por un paciente agradecido -mientras se desangra y le llevan corriendo a operarle a vida o muerte- House balbucea “…quiero ketamina…” y van y se la dan. No tendría ocasión de tomar ketamina que no fuera en ese momento. Pero la cosa es que funciona temporalmente, y House recupera la movilidad de su pierna y desaparece el dolor. Temporalmente, recordad como termina la serie: con House y su bastón chutándose heroína en una casa en llamas. Todo un aviso a navegantes.
Estos nuevos usos han hecho que, dentro del sistema médico-legal de los USA, proliferen las clínicas que están dando tratamientos con ketamina la depresión severa (y/o abuso de opioides y/o dolor crónico y/o lo que se nos vaya ocurriendo) como si fueran dentistas. ¿Por qué? ¿Tan deprimidos están allí todos? No, es sólo parte del marketing de “nuevas enfermedades y nuevos remedios” que la industria de la droga legal de farmacia desarrolla en aquel país. La ketamina es segura, puede ser administrada fuera de un quirófano que requiera intubación, no suele dar problemas y estos son fácilmente manejables. Y para colmo, se adquiere con total facilidad por parte de un médico titulado ya que su estatus de droga esencial para la OMS evita que, a pesar de las pretensiones de los prohibicionistas usanos, esta droga pase a estar más controlada (al nivel de los opioides).
Si pones en la ecuación a la industria farmacéutica buscando nuevas vías para antidepresivos -porque no encuentran nada realmente nuevo- con un escenario como el de USA, con una población epidémicamente enganchada a la “heroína en pastillas” y que también “podría beneficiarse del uso de la ketamina” (lo cual es lógico, dado que es un anestésico y analgésico), pues estamos creando otro nuevo nicho de mercado para esa industria que primero los engancha y luego les ofrece otros tratamientos. ¿Quiénes son realmente los grandes narcos cobrando a 600 dólares la dosis de ketamina al usuario final?
El interés que tienen las farmacéuticas es que se apruebe de forma extendida su uso, que se incluyan nuevas patologías como diana de su droga para que aumente su mercado, y eso sólo lo puede hacer la FDA, que con el suficiente soborno lo acaba haciendo siempre. Que el tratamiento pase a estar contemplado dentro de lo “comúnmente prescribible” haría que los seguros de salud tuvieran que pagar por él, lo cual extendería su uso como ocurrió cuando consiguieron que se extendiera el mercado para sus opioides, generándoles nuevos ingresos. Desafortunadamente la molécula de la ketamina es muy vieja como para tener patente y eso hace que les paguen menos, pero no se preocupen: igual que los vendedores de legal-highs, están “tuneando la molécula” para que sea nueva y, por tanto, patentable costando más dinero. Como eso lleva tiempo, mientras desarrollan nuevas formas de administración (ya hay una en forma de inhalador, lo que es igual que esnifar ketamina) que les permitan cobrar más caro un producto que les cuesta céntimos.
Todo un avance, si realmente llegase de forma correcta, para pacientes con depresión severa y otros con ciertos tipos de dolor crónico y neuropático. Todo un avance que, en manos de una industria con “visión de tunel” fijada sobre el precio de las acciones en bolsa, de salir adelante hará que el porcentaje de esos enfermos que podrían beneficiarse de esta droga, crezca enormemente en unos años. Ellos están por la pasta; son profesionales de la salud.