Por Dr. Fernando Caudevilla
En la primera entrega de esta serie sobre Cannabis y Salud Mental analizamos las diferencias entre “relación” y “causa”, fundamentales para abordar el tema que nos ocupa.
Mostramos que existe relación estadística entre el uso de cannabis y problemas como la psicosis o los trastornos de ansiedad, pero que se trata de una circunstancia estadísticamente poco frecuente y que el grado de certeza para determinar la causalidad está en discusión.
Volveremos sobre este tema más tarde pero, en esta entrega, nos dedicaremos a analizar el tema del Cannabis y la Salud Mental desde una perspectiva histórica. El cannabis es una planta que ha tenido usos recreativos, terapéuticos y sacramentales durante milenios por parte de culturas muy distintas en todo el mundo y sus consumidores totales se pueden contar por cientos o miles de millones de personas a lo largo de los siglos. Si la relación entre el cannabis y los problemas mentales fuera objetivamente relevante y de importancia, deberíamos encontrar referencias suficientes a lo largo de la Historia. De no ser así, podríamos plantear otras posibilidades.
Como decimos, el cannabis y sus derivados son sustancias conocidas y utilizadas por el Hombre desde muy antiguo. Restos arqueológicos muestran que su cultivo comenzó en un periodo entre 6.000 y 10.000 años de antigüedad dependiendo de la zona geográfica. El cannabis no se empezó a plantar, regar, vigilar, cuidar y cosechar de forma sistemática para utilizarlo como alimento o como plantas ornamentales, sino por sus aplicaciones industriales (para crear fibras, cuerdas y tejidos) y por sus efectos psicoactivos. Hay testimonios escritos de su uso en los Libros de los Vedas, Las Mil y Una Noches y textos de Herodoto, Galeno o Avicena. Las referencias al uso médico del cannabis son frecuentes en tratados de medicina árabe a partir del siglo XI y en estos testimonios no existen datos que sugieran especial preocupación por las posibles consecuencias negativas del cannabis para la Salud Mental.
Una de las referencias históricas más antiguas sobre los usos médicos del cannabis se encuentra en un texto chino de aproximadamente 4.500 años de antigüedad, el Pên-TsaoChing (2237 aC). En el libro se recomienda el cannabis para multitud de dolencias, desde el dolor de cabeza al paludismo, pero sí se menciona además que: “el fruto del cáñamo si es tomado en exceso provoca visiones de demonios”. Esta es la primera referencia histórica a efectos negativos del cannabis de tipo mental. Efectivamente, dosis elevadas, o normales en personas predispuestas, pueden en ocasiones inducir una gran variedad de síntomas psíquicos intensamente desagradables: ansiedad, paranoia, pánico, angustia o sensación de muerte inminente. Este tipo de reacciones es más frecuente en personas no experimentadas en el consumo del cannabis, frente a concentraciones excesivamente elevadas y/o cuando la vía de administración es la oral en lugar de fumada. Estos efectos son de una duración limitada, manteniéndose durante el tiempo que los principios activos del cannabis están actuando sobre el organismo y los síntomas desaparecen completamente al cabo de unas horas. Excepcionalmente este cuadro puede prolongarse a lo largo de unos días y acompañarse de alucinaciones visuales o auditivas, aunque termina remitiendo por completo.
Aparte de este ejemplo, las referencias a los efectos negativos del cannabis en la literatura médica hasta principios del siglo XX son sorprendentemente escasas. Los libros médicos definían sus efectos como “mareo suave y agradable que lleva a un sueño profundo y refrescante” (Taylor, 1855), “calmante e hipnótico” (McMeens, 1860), “postración llena de languidez y encanto” (Trousseau, 1880) y el prestigioso Manual de Medicina Merck recomendaba su uso para la histeria, el delirio y el insomnio entre sus ediciones de 1899 a 1930.
La primera investigación realmente exhaustiva sobre los efectos mentales del cannabis se llevó a cabo en la India colonial británica a finales del siglo XIX: el informe de la Indian Hemp Drug Commission, es un documento de más de tres mil páginas en el que se estudian los efectos físicos, mentales y morales del consumo de cannabis. Para ello, a petición del gobierno británico, se recogieron los testimonios de médicos indios e ingleses, misioneros, comerciantes y otros profesionales a lo largo de dos años (1893-1894) en treinta ciudades de la India. Las conclusiones finales del informe señalaban que:
“Con respecto a los alegados efectos mentales de estas drogas, la Comisión ha llegado a la conclusión de que su uso moderado no produce ningún efecto perjudicial en la mente. Dejando de lado los casos excepcionales, el empleo moderado no produce ninguna lesión mental. Es distinto del caso del uso excesivo, que estimula la inestabilidad mental. Se ha demostrado que en sujetos con debilidad mental o predisposición hereditaria el uso excesivo de las drogas, el cáñamo puede inducir demencia, aunque en este sentido se haya exagerado enormemente de un tiempo a aquí.“
El informe de la Indian Hemp Drug Commission incluía una evaluación de los casos admitidos en hospitales psiquiátricos de la India en 1893 que se suponía podían estar en relación con el consumo de cannabis. Tras analizar 2.344 casos, la comisión concluyó que 61 de ellos podrían estar causados por el efecto de la droga. El informe señalaba que, incluso en esos casos, era imposible averiguar si el cannabis era la única causa de la enfermedad o simplemente se trataba de pacientes previamente enfermos en los que el uso intensivo de cannabis había contribuido a agravar su estado.
Otros estudios realizados durante el primer tercio del siglo XX llegaron a conclusiones similares a las obtenidas por parte de la Indian Hemp Drug Commission. Así, tanto un estudio del ejército norteamericano sobre los “efectos sociales” del consumo de marihuana (1927) como otro del Ayuntamiento de Nueva York (1932) coinciden en que el cannabis sólo puede ser perjudicial en casos excepcionales, tras uso muy intensivo o enfermedad previa.
Coincidiendo con la promulgación de las primeras leyes represivas hacia los derivados del cáñamo en EE.UU. (la Marihuana Tax Act) en 1937 la percepción social acerca del cannabis experimenta un cambio importante. Comienzan a aparecer en la prensa una serie de historias sensacionalistas sobre horrendos crímenes, vicio, lujuria, violencia y enfermedad mental asociados al consumo de marihuana. La prensa publica titulares como “La marihuana convierte a los niños en bestias en 30 días” o “Se identifica a un fumador de marihuana como “El Pistolero Salvaje””; el jefe del Federal Bureau of Narcotics, Harry J. Anslinger, declara que “si el horroroso monstruo de Frankenstein se encontrara cara a cara con el monstruo de la marihuana saldría corriendo de miedo” e incluso aparecen películas de cine como Reefer Madness (1936) en la que se relatan los graves efectos mentales y sociales que produce “el verdadero enemigo público número uno”. El cannabis comienza a percibirse como una grave amenaza para la salud física y mental, ya no en circunstancias concretas y excepcionales, sino como un peligro para toda la población. En la divulgación de estos nuevos mensajes la Oficina Federal de Narcóticos de EE.UU. y las distintas asociaciones prohibicionistas desempeñaron un papel fundamental.
Así, el cannabis pasó de ser un suave narcótico para convertirse en un generador de vicio y locura coincidiendo con la Prohibición. Es cierto que los avances en el método científico a lo largo del siglo XX han permitido detectar y explicar problemas que pasaron desapercibidos en la Antigüedad pero la brusquedad en el cambio resulta, cuando menos, llamativa.