Por Laura Rueda
Estos días nos llegan noticias de amigos o conocidos que nos cuentan que conocen a alguien que ha viajado a California para trabajar en una granja a manicurar cogollos.
Eso fue lo que hizo Soraya, que voló desde España al Condado de Humboldt en California el otoño pasado. Si estás pensando en protagonizar tu propia aventura cannábica en EE.UU esta historia te interesa.
He leído relatos de todo tipo sobre el trabajo de manicurar marihuana en los bosques norteamericanos y ya no sé si lo que pasa en estas granjas se parece más a una novela ambientada en la convivencia de un colonia hippie o por el contrario tiene algo más que ver con el guión de una película de Rob Zombie. Tal vez ver tantas películas de cine de terror desarrolladas en carreteras inhóspitas de Norteamérica me ha dejado la cabeza un poco taladrada, pero al final de esta conversación os daréis cuenta de que no iba tan desencaminada.
Escribe tu propia historia, pero mantente siempre alerta
Soraya y yo hablamos por teléfono. Hay algo de secretismo en todos los contactos que he intentado hacer estos días para acercarme un poco más a lo que ocurre en este tipo de granjas. Aunque les haya prometido que voy a mantener sus identidades en secreto la desconfianza es el pilar común de todos ellos. Desde antes de salir de España, pasando por su estancia allí y, por supuesto, contando los meses que pasan hasta mucho después de su vuelta, la alerta constante es una máxima a seguir. El sueño americano cannábico está lleno de zancadillas y hay que saber sortearlas bien antes de estrellarte contra el suelo.
En su caso la toma de contacto con esta industria para ella fue un amigo suyo que llevaba varias temporadas trabajando en California y le explicó cuál era la zona por la que se tenía que mover y cómo. “La buena suerte fue que yo ya tenía mi billete comprado y mi colega me llamó diciéndome que ya tenía trabajo y se me alineó todo en el último momento, pero en un principio me iba a la aventura”.
Soraya nos cuenta que es muy recomendable tener un contacto, pero también tienes la posibilidad de ir a la aventura y que te contraten. “Hay mucho curro, pero en la temporada en la que fui yo había menos porque en una zona donde se cultiva hubo incendios y se quemaron muchos cultivos. Como todos los currantes se aglomeraron en la misma zona mucha gente se quedó sin trabajar”.
Prepárate para ser un homeless
Soraya ganó 5000 dólares por un mes y medio trabajado, pero insiste en dejar claro que la idealización de un trabajo así puede hacer que más de uno se lleve un chasco al llegar allí. “Cuando pones el pie en ese condado y empiezas a buscar trabajo te conviertes en un inmigrante ilegal con todo lo que eso conlleva, dormir en la calle, un trato súper malo por parte de los granjeros. Tienes que ir preparado para ser un homeless. Puedes llegar ahí y encontrar trabajo el primer día o tardar 10 días en trabajar y allí todo es carísimo, no es una zona turística, no hay albergues, no hay posibilidad de camping, no hay nada, duermes en la calle. Cuando fui durante el día estaba soleado y estabas a gusto, pero por la noche hacía frío”.
Tener suerte o vivir tu peor pesadilla
Parece que todo depende de la resistencia de cada persona. Si estás acostumbrado a vivir en guardia y dormir en cualquier sitio puedes hacer mucho dinero en poco tiempo. De lo contrario, si tu naturaleza tiende a ser asustadiza y prefieres las comodidades, es mejor que no lo intentes. “Me encontré con un chico cuya visión me sorprendió mucho. Para él fue una experiencia muy traumática la llegada a California y la búsqueda de trabajo. No esba acostumbrado a vivir en el campo, a dormir en una tienda de campaña o a llevar todas sus cosas en una mochila. Para él fue traumático tener que dormir en la calle, fue un infierno, lo pasó fatal. Para mí, que estoy acostumbrada a acampar, ir al monte y vivir con poco, fue muy normal”.
“Tienes que ir muy preparada para vivir en el monte, alejada de los pueblos. Estás en una tienda de campaña, el baño es el monte y la ducha es sálvese quien pueda. La comida te la llevas tú también”.
La vida en las granjas
Esta joven española trabajó en dos granjas. La experiencia y el trabajo cambian dependiendo en cada una de ellas. En una de ella la recibieron con una silla incómoda para trabajar y muchos cajones de yerba. En la otra tuvo más suerte y hasta le daban comida. Tenía un horario obligatorio de 8 de la mañana a 11 de la noche y trabajaba con unas 25 personas más en una sala cerrada con muy poco espacio. “Lo que les interesaba era acabar cuanto antes porque tenían mucha producción de yerba. La granjera te hacía una olla de pasta, pero con unas condiciones muy precarias. Te la dejaba en la tabla y tenías que comer de pie en 15 minutos y volver a entrar para seguir cortando. Con la cena igual, te avisaban gritando y salías, comías y a seguir”. Le pregunto si solo descansaba esos dos ratos de 15 minutos y me cuenta que podía parar para fumarse un cigarro y tomar el aire, pero siempre manteniendo ese horario de 15 horas.
“En todas las granjas te dejan fumar todo lo que quieras, es común que toda la yerba esté a tu disposición. Yo soy fumadora, pero no fumaba hasta la noche. Por el día no porque si no, no te sale rentable. Estás en una situación incómoda y vas a lo que vas, vas a full. Te interesa esa granja que tiene un horario fijo e intensivo para que te cunda más y en el menor tiempo posible factures lo máximo posible y salgas de ahí cuanto antes”.
Lo mío fue un camino de rosas, pero mucha gente vivió pesadillas
Cuando Soraya terminaba el trabajo en una granja empezaba a buscar otras granjas para seguir trabajando. Les pagaban 200 dólares por 1 pound manicurado de yerba, que son 454 gramos. “Ese es el mejor precio porque te pueden llegar a pagar 150 por la misma cantidad. Yo tuve suerte y en las granjas en las que estuve me pagaron el máximo, 200 dólares”.
Lo suyo fue un camino de rosas, pero nos cuenta que ha escuchado experiencias de película de terror. Lo más positivo que vivió allí fue el apoyo entre las personas que estaban trabajando con ella. “Nos ayudamos mucho los unos a los otros. Cuando sales de una granja te quedas sin trabajo y vuelves a ser un homeless, pero haces dos llamadas y la gente está por ti, para ver si en su granja hace falta más gente para trabajar”.
La parte más negativa que vivió y que es una realidad fue la falta de humanidad de los granjeros con los currantes. No se preocupan por si has comido, has descansado, estás viviendo en la calle, ha llovido o se ha mojado todo… solo les importa traer su yerba y que trabajes hasta que se esté lista. La parte legal del manicurado se hace rápido porque no hay tanta marihuana legal para vender. Si cada habitante de California puede plantar 20 plantas, muchos plantan 5000. 20 plantas irían para lo dispensarios y todo ese excedente se vende de manera ilegal para la calle. “El miedo de los currantes es que se legalice porque va a bajar el precio, van a hacer contratos y ya no va a ser lo mismo, ya no va a ser rentable este curro para los que curramos”.
Las armas están a la orden del día en EE.UU y eso también es común en estas granjas. “Es como si llevaran el móvil. Hay letreros en todas las puertas con el mensaje “aquí no llamamos a la policía” y la imagen de un revólver. Como los vados, pero con armas”.
Bajo ningún concepto te hagas amigo de ningún granjero
Con tanta tensión y en un escenario tan hostil le preguntó a Soraya si pasó miedo alguna vez. “Solo pasé miedo una vez con un señor mayor mexicano que nos cogió a mí y a dos de mis amigas, éramos tres chicas y nos llevó para su casas y era una casa normal y corriente con su parqué, su tele de plasma, una casa normal. Estábamos sentadas las tres en su sofá trabajando con la yerba y él sentado en frente no para de hacernos coñas con el tema sexual. A ver quién duerme conmigo esta noche, quién se quiere meter en la cama conmigo… Pero bueno, al final no pasó nada”. Mi cabeza vuelve a trasladarse a esas películas sórdidas de corte lynchiano en las ocurren cosas en moteles de carretera mientras familias de tez rosada cenan al calor del hogar con un vaso de Coca Cola. “Al final confías en que no va a pasar nada, te apoyas en tus compañeras y al final no pasa nada. Vuelvo a repetir que yo tuve mucha suerte. No pasó nada, pero puede pasar”.
La principal recomendación que nos da Soraya es no entablar amistad con el granjero, no entrar en su casa, no conocer a su familia. Lo fundamental es ir ahí concienciado, hacer tu trabajo y largarte cuando has acabado. Pasan cosas porque están muy paranoicos por estar jugando con algo ilegal y con mucho dinero. “Un colega llevaba su ropa sucia en una bolsa de basura negra grande a su furgoneta, el mismo formato en el que te traían la yerba en esa granja. Le abrieron la furgo de par en par a punta de pistola”.
No es una experiencia para todo el mundo
California está pegada a México y hay mucho narcotráfico, por lo que mucha de la yerba va a ese mercado y hay muchas armas y violencia. Estar muy atento a tu alrededor es fundamental cuando estás en una granja. “Si ves que hay el mínimo mal rollo tienes que salir de ahí inmediatamente. Por las mañanas es cuando tienes que estar más atento. Si hay redadas tienes que tener tu “mochilita” de ataque preparada y salir corriendo. Escuché algún helicóptero, pero no me tocó vivir ninguna redada”. Lo bueno es que la policía no va por el jornalero, sino a por el granjero. Y aunque los trabajadores no corren peligro supuestamente, lo mejor es salir corriendo de allí.
No es una experiencia para todo el mundo porque puedes vivir situaciones peligrosas y arriesgadas antes, durante y después del proceso. Además de ser muy discreto y de estar muy atento cuando estás trabajando en la granja, tienes que tener cuidado también cuando vas a pasar la frontera porque te investigan. “Te cogen el móvil, te miran Facebook, se meten en tu Whatsapp… Hay una chica que llevaba varios años viajando para trabajar en granjas y este año iba a ser la coordinadora de un equipo. Ella entraba y al pasar la aduana un policía le paró, le cogió el móvil y buscó el primer contacto que ella tenía que incluía la palabra USA, por ejemplo, Pepito USA. Llamaron a ese teléfono, era un conocido y el policía simplemente le preguntó que qué tal era trabajando porque la iba a contratar y el chico por hacerle un favor dijo que era una chica estupenda, que trabajaba muy bien. Solo por eso le negaron el acceso, la reportaron. Hay que estar en todo”.
Le pregunto por el ambiente de gente que se vive en las granjas. “Hay de todo. Hay mucho español, mucho francés, mexicanos y estadounidenses también. Pero la mayoría, españoles y franceses. Podrías estar ahí hablando español todo el rato, pero con los granjeros es diferente, tienes que hablar con ellos en inglés y muchos tienen un acento muy cerrado y les da igual si no te enteras. No se esfuerzan en hablar más despacio”.
Entonces, ¿por qué volver a repetir una experiencia tan peligrosa? “Voy a ir porque ya sé que es lo que tengo que tener en cuenta: nunca ir sola a una granja, ir con una persona o con varias, siempre con apoyo. Me pillé el vuelo con una amiga, pero sabiendo que más amigos iban a llegar por la fecha, haciendo equipo”.