Por Guillermo Veira
Durante décadas se nos ha presentado a África como el continente del hambre, de las guerras tribales, de los leones y los elefantes en la sabana, de los diamantes y los exploradores.
Pequeñas categorías que intentan simplificar un vasto territorio que alberga 54 países, alrededor de mil millones de habitantes y ocupa 30 millones de kilómetros cuadrados, lo que correspondería a 60 veces la superficie de España. Un territorio que además, con la llegada de la crisis financiera de principios de siglo, está viviendo una transformación lenta pero imparable gracias a la globalización neoliberal. El gran contenedor de mano de obra esclava y materias primas del inicio del capitalismo está dando paso a un mercado emergente para inversores y empresas que puedan alcanzar a un nuevo grupo de consumidores en potencia y de espacios por “desarrollar”.
Un “desarrollo” que en los últimos años ha llevado a su territorio a los agentes económicos más audaces. Entre ellos, como no, uno de los sectores más beneficiados con las nuevas reglas económicas que imperan hoy día: el narcotráfico.
África, tierra de oportunidades
La semana pasada se presentó en Madrid el informe Doing Business 2016, un evento apadrinado por el Banco Mundial y organizado por la Casa África y la Cámara de Comercio. El documento presentado destaca la última tasa de crecimiento del África subsahariana, un 4,3 por ciento en 2014, superando en casi dos puntos el promedio mundial. Un crecimiento que en muchos sectores supera el 25 por ciento y que augura un margen de crecimiento mucho mayor que otras economías al venir de países históricamente empobrecidos. Una promesa de grandes beneficios a medio plazo que para muchos no debe dejarse escapar.
En 2010, Ngozi Okonjo-Iweala, ex ministra de finanzas de Nigeria, ex directora gerente del Banco Mundial y candidata a presidirlo en 2012, sintetizó perfectamente esta idea en un detallado artículo: “África está a menudo asociada con nula gobernanza, instituciones débiles, descontento social, falta de infraestructuras y otras dificultades. (…) La región aspira a sobrepasar la imagen de pobreza extrema y conflictos a la que ha estado asociada durante mucho tiempo y mostrar que no sólo está abierta a los negocios, sino que actualmente está en negocios”. Si bien Ngozi no especificó que tipo de negocios por entonces ya era conocido el desembarco en las costas de África occidental de un nuevo agente económico.
En 2007, dos técnicos de Naciones Unidas, Victor Ângelo y Rui Flores, publicaron un estudio en el Instituto Portugués de Relaciones Internacionales de la Universidad Nova de Lisboa. Los investigadores justifican el aumento exponencial en el tráfico de droga en la región: “Se debe no sólo a la fragilidad de los Estados, sino que también al hecho de que el negocio de los estupefacientes es extremadamente lucrativo.” De los 15 países que componen la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (CEDEAO) 12 se encuentran entre los 31 Estados más pobres del mundo, según el índice de desarrollo humano de la ONU.
Highway 10
En 2008 el periódico The Guardian titulaba un artículo de la siguiente manera: Cómo un diminuto país del África occidental se convierte en el primer narcoestado del mundo. Se trataba de Guinea-Bissau, el quinto país más pobre del mundo, donde las fuerzas de seguridad no tienen ningún medio a su alcance y el valor del tráfico de drogas estimado que atraviesa el territorio supera con creces su producto interior bruto. Tres años después, en 2011, Naciones Unidas alertaba que las mafias locales estaban utilizando nuevos y sofisticados sistemas para transportar la droga al mercado europeo. Alexandre Schmidt, jefe de la región de la Oficina de Delito y Drogas de Naciones Unidas afirmaba: “Esta es una nueva tendencia y lo que estamos viendo en África occidental es lo que vimos en México”, en referencia a la manera en que los cárteles mexicanos acabaron desplazando a los colombianos en la década de los noventa y que en el caso africano en sólo tres años ya estaba siendo una realidad.
Todos estos indicios llevaron a una mayor presión internacional sobre el pequeño país, a lo que las mafias respondieron como ya nos tienen acostumbrados: se mudaron con el menor coste posible. En este caso la mudanza fue casi insignificante ya que a partir de 2014 ya se empezaba hablar de que el principal punto de intercambio de drogas en África había pasado a ser Guinea, el país vecino a Guinea-Bissau. Un cambio que parecía “deseado” porque ese mismo año la agencia anti drogas estadounidense (DEA) afirmaba que los traficantes ya operaban con la protección de las autoridades civiles, militares y policiales del país. No sólo eso, además, aprovechando las facilidades para la inversión en la religión, utilizaban los suculentos beneficios del comercio para invertir en propiedades inmobiliarias, compañías pesqueras y mineras con intención de lavar el dinero del narcotráfico. Es la DEA la que funda y usa el término “Highway10”, con ello se refiere al décimo paralelo al norte del ecuador, la ruta más corta que cruza el Atlántico y que usan los narcotraficantes latinoamericanos para llegar desde Colombia a Guinea y Guinea-Bissau.
Un nuevo escenario
Ante el impecable desarrollo financiero y empresarial de las mafias y la desesperada situación que apareja el 22 de febrero de este año, Kofi Annan, ex secretario general de las Naciones Unidas y actual miembro de The Elders y de la Comisión Global sobre Drogas, publicó un artículo en el semanario alemán Der Spiegel, denunciando la situación actual. Su título: Por qué es hora de legalizar las drogas, sintetiza claramente el objetivo del mismo y arroja datos que nos describen una situación actual extremadamente peligrosa. “La región ahora se ha convertido no sólo en un punto de tránsito mayor entre los productores de Latinoamérica y los consumidores de Europa, sino también en un área donde está incrementando el consumo. El dinero de la droga, y la delincuencia que va asociada, está fomentando la corrupción y la violencia. La estabilidad de los países y de la región está amenazada”, expone Annan. Una afirmación que nos vuelve a alertar entre los parecidos de esta región con México y nos pone en guardia ante un futuro mucho más dramático si cabe: la amenaza de que grupos terroristas vinculados a Al-Qaeda o Daesh puedan estar infiltrándose en estos negocios con intención de financiar sus ataques y controlar los puntos de entrada al continente europeo.
Nuevas razones para alimentar el debate previo a la realización de la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas que se celebrará en abril próximo. Una cita para debatir y, esperemos, cambiar la actual estrategia de criminalización de las drogas.