Por Manuel Valencia
Guionista profesional y autodestructivo vital, Jorge Riera es un outsider contracultural a medio camino entre Godzilla y Charles Bukowski.
Es el creador de «Putokrío«, un personaje autobiográfico, irreverente y salvaje que azota el buen gusto en la televisión, la animación, los cómics y las redes sociales.
¿Humor negro, crítica social, hipérbole nihilista?… ¿Qué demonios es «Putokrío»?
Supongo que un poco de todo. La crítica social está porque siempre intento que mi humor subvierta el papel de lo establecido, cuestione las formas de pensamiento dominantes y sacuda las tendencias sociales de moda. El humor negro también está, porque creo que reírte de las desgracias es una buena opción de filosofía vital. Y mi personalidad es claramemente nihilista porque creo que los valores absolutos han muerto y cada uno tiene que descubrir cuáles son sus normas y su sentido de la vida. Vamos, que podemos hacer lo que queramos, pero sin salpicar a los demás. Sé que mi nihilismo es de trazo grueso, pero tampoco es que yo sea Nietzsche ni nada parecido.
¿Cuándo nace el personaje?
En 2001. Debido a problemas con la censura tuve que abandonar «Red Infernal«, un programa de televisión que presentaba y dirigía en el desaparecido Canal Satétile Digital. Me encantaba hacer esa especie de fanzine audiovisual que mezclaba serial killers con cine gore, porno y cómic underground. Y la decisión de abandonarlo fue bastante dura. Me dejó vacío. Así que para «llenarme» empecé a trastear con el Photoshop y hacer collages con fotos de mi familia a las que intentaba dar un sentido narrativo mediante textos pegados. Luego los publicaba en un blog bajo el nombre de «Putokrío«, el mote que tengo desde mi adolescencia.
Nihilismo sin piercings
«Putokrío» es puro punk, ¿Lo utilizas para ajustar cuentas con la sociedad, con la cultura?
Tengo cierta predisposición a la irreverencia y vivo con la sensación constante de que mis padres se han ido de casa el fin de semana y puedo hacer lo que me dé la gana. Por eso siento una atracción visceral hacia todo lo punk. De hecho, la chica de la que más enamorado he estado era claramente punk. Pero yo no voy de punki por la vida, ni llevo piercings, ni siquiera escucho más punk-rock de lo que escucho indie-pop o electrónica. Sin embargo sí me siento muy cerca del género por una cuestión puramente ideológica.
¿Y qué tienes tú en común con el punk?
Creo en transgredir a través del arte y en propiciar la aparición de conceptos novedosos. Creo en apostar por la simplicidad como sinónimo de pureza artística. Creo en la abolición de lo comedido, lo apagado y lo aburrido. Y, sobre todo, creo en hacer de lo personal algo político. No al revés. Es muy importante entender esto último para entender la verdadera esencia del punk. Porque la gente se confunde mucho. Sobre todo los propios punks. O los que van de punks.
Da la sensación de que mantienes una relación de amor-odio con el mundillo del punk…
No me suelen interesar los punkis de manual. La mayoría me parecen veganos aburridos, anarkistas de mercadillo, jetas redomados que ocultan su vagancia tras la ideología o idiotas que confunden la mala educación con la rebeldía. He conocido unos cuantos y no tienen nada que aportarme salvo un corte de patrón idéntico que es fuente de parodia. Además la gran diferencia entre ellos y yo es que yo siempre he estado dentro del sistema. No me gusta pecar de fanfarrón, pero ser rebelde fuera del sistema es relativamente fácil, serlo desde dentro es un poco más complicado.
Cuando se emitían las piezas de animación de «Putokrío» en TVE2, ¿tuviste algún problema de censura?
Sí, claro. Me tumbaron un par de guiones por hacer comedia con la pedofilia e intentar que un reptiliano sodomizara a Obama el mismo día que el presidente de los Estados Unidos visitaba nuestro país por primera vez. En otras ocasiones, cuando me he enfrentado a la censura, me he largado dando un portazo, pero esta vez tenía muy claro dónde estaba y los riesgos a los que me enfrentaba. No me lo tomé como algo personal. Era un riesgo que merecía la pena correr. La 2 era un gran escaparate para «Putokrío«.
¿Qué diferencia hay entre el personaje de televisión, el de la novela gráfica y el de la revista «Mongolia»?
La realidad de hoy es líquida y está en perpetua transformación. «Putokrío» es una especie de producto alternativo hijo de su tiempo. No le guardo ningún respeto a mi propia obra en lo formal. Lo importante es mantener la esencia. Por eso cada encarnación se adapta al medio que toque. El «Putokrío» de Adult Swim, el bloque de animación adulta de TNT, era pura libertad y transgresión, no tuvo ningún límite en su concepción. El de «Alaska y Coronas«, lógicamente al ser para TVE, tuvo que concebirse como una versión softcore del personaje, más cercana a «Los Simpsons» que a «South Park«. El de «Mongolia«, sin embargo, sólo está delimitado por la temática de la propia revista, es decir, la sátira sociopolítica. Pero en el fondo son todos lo mismo: mi marca personal. Un agente del caos que muta en cada encarnación con el único objetivo de sobrevivir al paso del tiempo y las inclemencias del mundillo creativo.
Llegaste a escribir el guión para dar el salto al cine. ¿Por qué no cuajó? ¿Se asustaron los productores?
Andrés Vicente Gómez, el productor de directores como Álex de la Iglesia, Fernando Trueba o Santiago Segura, leyó mis cómics y me llamó para que escribiera un guión basado en ellos. Él pretendía hacer una especie de versión juvenil de «Torrente«, pero yo quería sazonar mis burradas habituales con cierta poesía heredera del cine de autor. Algo tipo Todd Solondz, vamos. Pese a estas diferencias creativas, el proyecto no salió porque ni se encontró al director adecuado ni su productora atravesaba el mejor momento. Al final renuncié al último pago del guión a cambio de recuperar los derechos sobre mi personaje, así que algún día espero poder dirigir mi propia película de «Putokrío«.
Webcómics, drogas, alcohol y dibujos animados
¿Qué es Putokrio.me?
Es la última encarnación de «Putokrío«, un webcómic en forma de tiras de cuatro viñetas que lleva casi medio año en funcionamiento. Lo actualizamos dos veces a la semana y está teniendo cierto éxito: ya tenemos casi once mil fans en Facebook y varios editores interesados en recopilarlo en un libro. «Putokrío.me» tiene varias líneas argumentales: la infancia del personaje, que la hago con Álex Red, la adolescencia con Daniel García, la madurez con Josep F. Rico, la vejez con Juaco Vizuete, la parte onírica con Javier Peinado y sus investigaciones en el ámbito de lo paranormal con Félix Ruiz. Gracias a la colaboración de este equipo de artistas de primera fila me veo capacitado para afirmar que somos el mejor webcómic en castellano que se está publicando en estos momentos. Soy un sobrado lo sé, pero si no me vendo yo…
«Putokrío» es underground, un puñetazo directo al estómago de la creatividad… ¿Cuáles son tus referentes?
Los relatos de Bukowski, las películas de Berlanga y Azcona, el surrealismo de Buñuel, la comedia judía de Larry David, Louis C. K. o Woody Allen, provocadores de la risa como Andy Kaufman, Lenny Bruce o Tom Green, grandes autores del cómic underground yanqui como Peter Bagge, Harvey Pekar, Joe Matt, Chester Brown, Daniel Clowes… en general el humor que tiene algo de autobiográfico, pero también de rupturista y heterogéneo.
A tu personaje le gustan las drogas. ¿Y a ti? ¿Cuál es la relación de Jorge Riera con las drogas?
Bueno, como te podrás imaginar, he probado unas cuantas: marihuana, cocaína, éxtasis, LSD… De todas, mi favorita es el alcohol. Herencia del fanatismo que profeso hacia todos los escritores bebedores y homenaje personal a mi abuelo, que era alcohólico y cuya enfermedad de algún modo marcó a mi madre y por extensión a mí. En determinados momentos las he usado casi todas para escribir: cannabis para mis brainstormings caseros, cocaína para las sesiones maratonianas de curro, alcohol para trabajar en equipo… pero de aquí a un tiempo no uso ninguna. He llegado a la conclusión de que para escribir con una cierta lucidez hay que estar sobrio y el que te diga lo contrario miente o escribe basura. Actualmente sólo las uso de forma lúdico-social, pero muy esporádicamente. Uno ya tiene una edad.
Sí, pero has sido joven. ¿Alguna noche loca que recuerdes?
(risas)… ¿Alguna? Recuerdo muchas. Aquella en la que estuve encerrado sin dormir cuatro días en casa de un camello gitano, otra en la que mi hermano pequeño me enseñó a disparar con una pistola que había cambiado por un radiocassette robado, una en la que ligué con una veinteañera con trastorno límite de la personalidad que se había fugado del psiquiátrico… pero no te voy a contar más porque estaría destripando futuras historias para mis cómics.
Curiosamente, también trabajas adaptando series de dibujos…
Aunque he tenido la suerte de poder monetizar «Putokrío» en varias ocasiones, es obvio que no me gano la vida con él. Trabajo como guionista para varios canales de televisión infantil. Y también participo en la adaptación de numerosas series de animación. De todas ellas mis favoritas son «Hora de Aventuras» e «Historias Corrientes«, dos joyas del surrealismo pop y el revival ochentero. Respecto a este trabajo, puramente alimenticio por otra parte, el dato más curioso es que cuando trabajo como revisor una de mis obligaciones es hacer de censor. Me encargo de que el lenguaje empleado por los personajes sea el adecuado para los niños y no se cuele ninguna expresión malsonante que pueda ofender a los padres. Resulta paradójico que yo sea quién hace eso, pero admito que soy muy bueno en mi trabajo. No hay mejor censor que un faltón.
Ya para acabar… ¿Y el futuro? ¿Cuál será el futuro de Putokrío?
Este verano, Libros de Autoengaño, la editorial de «Mierdecitas«, publicará un cómic periódico de «Putokrío» que saldrá cada cuatro meses. Cada número incluirá tres historias nuevas de diez páginas dibujadas por distintos autores. El año que viene seguramente también estrene una nueva serie de animaciones cortas para internet. Será una cosa bastante oscura basada en mi relación con el género femenino, un tema que, para bien o para mal, me obsesiona desde que tengo uso de conciencia.