Por Larry Acr
Han transcurrido 20 años y la reinserción de los disco-adictos sigue siendo posible.
La FTM ha seguido reivindicando la música disco sin ambages, ha abanderado el funk patrio y se ha permitido ciertos lujos como el de festejar sus cuatro lustros de existencia con la publicación de un single de la banda en acústico -toda una rara avis-, un Ep -“V.I.D.”- que reivindica las producciones setenteras y ochenteras de Rafael Trabucchelli, Josep Llobell o Juan Carlos Calderón, y una gira que vuelve a situarlos sobre el mapa -si es que alguna vez dejaron de estarlo-. El secreto de su longevidad, ellos mismos lo confiesan: el amor.
Uno de los que son vuestros referentes, George Clinton, reconocía en una entrevista que “no puedes planificar tu vida en torno a las drogas”. ¿Qué papel han tenidos éstas en vuestra trayectoria y en qué medidas os han resultado útiles a nivel creativo, o, por el contrario, han representado un impedimento para llevar a cabo algún proyecto? ¿Alguna preferencia psicotrópica o consejo de uso en este sentido?
Miguelito Superstar: No le falta razón al bueno de George. Nosotros desde luego no lo hacemos. Por supuesto hemos tomado drogas y seguimos haciendo uso puntual de ellas, pero al estar ya en la cuarentena el cuerpo no aguanta como hace veinte años, así que hemos reducido el consumo. Por otra parte, somos músicos y eso significa que básicamente vivimos arruinados, así que tenemos que guardar el dinero para otras cosas más prosaicas como el alquiler o llenar la nevera. ¿Si nos han resultado útiles? Sobre todo nos han resultado divertidas y cuando lo han dejado de ser (si se ha dado el caso), las hemos dejado, total o parcialmente.
Si algo sorprende de la FTM es que el núcleo de la formación de músicos se ha mantenido en buena medida desde vuestros comienzos, hace ya la friolera de 20 años. ¿Cuáles han sido las claves para soportaros mutuamente a lo largo de estos años?
Lalo López: El amor tío. ¡Amor puro! En serio, yo quiero a mi banda, ¡quiero a estos tíos! Hemos sido como hermanos. De hecho, durante una etapa de 5 años nos vimos más entre nosotros que a nuestras familias reales. Somos grandes amigos y no ha habido grandes cismas entre nosotros. No ha habido ninguna lucha de egos, peleas serias, ni nadie que se creyese por encima de los demás. El hecho de que haya habido cambios en la formación ha respondido evidentemente a incompatibilidades puntuales, pero la estabilidad de nuestra formación ha venido dada porque nos hemos entendido en lo personal y en lo profesional. Los papeles dentro de la banda se han asumido de manera natural: unos componen, otros producen, otros organizan los viajes, otros hacen de “road managers”… La implicación, el cariño y el respeto por el proyecto son las claves. ¡Y el amor! ¡Nos queremos!
¿Os ha ayudado mantener proyectos en paralelo?
Lalo López: Los proyectos paralelos fueron una necesidad personal. No solo de disco vive el hombre y la mujer. Y luego está el trabajar con gente diferente, que te aporta cosas diferentes y con los que las cosas salen de manera diferente. Es enriquecedor a nivel musical y personal. Yo creo que es básico, aunque a veces se nos haya dicho que nuestra diversificación puede haber debilitado a los proyectos. No sé, no pensábamos en esos términos, nos molaba el disco, montamos Manero; nos molaba el p-funk sucio y roquero, montamos Chocadelia; nos molaba el bugalú, montamos Los Fulanos. Todos ellos nos han aportado muchas cosas y le hemos dado mucho de nosotros a cada uno. Yo personalmente necesito que un proyecto actúe de contrapeso del otro, centrarme mucho en uno, y al terminar irme al otro para desintoxicarme y así indefinidamente. Manero y Chocadelia han sido un especie de ying/ yang creativo. De momento ha funcionado.
Tras horas de convivencia en el local, estudio, furgoneta y hoteles, ¿os habéis permitido algún periodo más relajado o de veros con menor regularidad?
Lalo López: Respecto a si ha habido temporadas de calma… Las ha habido cuando ha habido volumen de trabajo agobiante, pero tampoco vayamos a pensar que siempre ha sido así. Ahora estamos en un punto en el que sabemos que no podemos parar de generar contenidos si queremos mantener el proyecto vivo y seguir haciendo bolos. La máquina no puede parar si quieres hacer sostenible la banda.
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Dado que habéis tenido que compaginar épocas en las que habéis gozado de una cierta fama -inevitable mencionar el tema “Supersexy girl” protagonizando aquel anuncio y logrando un disco de oro- con otras en las que costaba que el público acudiera a vuestras actuaciones -anulando actuaciones por falta de venta anticipada-, ¿cuál consideráis que ha sido la etapa más prolija a nivel creativo y cuál aquella en la que habéis logrado una mayor armonía a nivel personal?
Lalo López: Nuestros principios fueron un subidón constante. Los bolos llevaron a los discos, y conseguimos un reconocimiento de los medios que nos ayudó a enlazar gira tras gira. Cada uno lo disfrutó en tanto a qué hacíamos lo que queríamos: tocar, y nos ganábamos bien la vida con ello. Ese era el éxito. Pero era una etapa de búsqueda de nuestro propio discurso musical, y nuestros primeros discos están todavía muy apegados a referentes musicales muy claros. “Click”, nuestro tercer disco de estudio, primero íntegramente en castellano y grabado en nuestros estudios bajo un sello independiente, representó un punto y aparte. Nos desencorsetamos y contemporizamos la “disco music” de la que veníamos con nuestras apetencias musicales contemporáneas. Fue un momento clave, porque la apuesta funcionó y pudimos abandonar los tópicos que nosotros mismos habíamos cultivado.
Nación Funk, la marca y estudio creado en torno a la banda, se ha revelado como uno de los principales núcleos aglutinantes a escala peninsular para la música de raíz afroamericana. ¿Era Nación Funk una idea que ya teníais en mente cuando echasteis a rodar como banda? ¿Cuáles han sido las claves para que afloren tantos proyectos creativos por parte de los músicos de la banda y que, a su vez, otros proyectos se sientan atraídos para registrar sus trabajos en el estudio?
Miguelito Superstar: En 1992 me compré el “Check Yo Head” de Beastie Boys, abrí el disco, vi la foto interior de tres tipos tocando en una sala llena de artefactos generadores de ruido de todo pelaje y me dije: yo quiero algo así. Desde prácticamente el principio de la banda empezamos a interesarnos sobre cómo grabar, y, de hecho, utilizamos las preproducciones de los dos primeros discos como ensayos de los que era grabar un disco. Eso y preguntar absolutamente todo lo que podías cada vez que ibas a un estudio de verdad (aún lo sigo haciendo), acabó dando forma a lo que ahora es Nación Funk. El poder disponer de un espacio en el que plasmar las ideas de las diferentes bandas sin que signifique hipotecar un montón de bolos, nos ha permitido ser más productivos discográficamente y finalmente ha atraído a otras bandas a las que gustaba lo que hacemos aquí. Es lógico que si tienes un grupo de música negra y buscas un estudio, te decantes por alguno en el que se dedican precisamente a eso. Por cierto, veinticuatro años después “Check Yo Head” me sigue pareciendo un disco increíble.