Por Fernando Caudevilla
Cerramos esta serie sobre los usos terapéuticos del CBD con la aplicación que más titulares de prensa ha concentrado en los últimos meses: su uso en algunas epilepsias infantiles.
El estudio de las epilepsias es una de los campos más importantes de la neurología, y resulta imposible abordar ni siquiera un pequeño resumen en este limitado espacio. La epilepsia es una enfermedad crónica cerebral, que se caracteriza por la existencia de uno o varios trastornos neurológicos cerebrales que dejan una predisposición en el cerebro para generar convulsiones recurrentes. Esto suele dar lugar a consecuencias neurobiológicas, cognitivas y psicológicas importantes para la persona que la sufre.
Existen más de 40 tipos de síndromes epilépticos, cada uno de ellos con sus propias causas, características y tratamientos. La cuestión se complica aún más cuando entramos en el campo de las epilepsias infantiles. Establecer un diagnóstico, encontrar las causas, dar con un tratamiento adecuado y predecir su evolución es todavía aún mucho más complejo que en los adultos. En las películas y las series de televisión vemos cómo los médicos hacen diagnósticos brillantes utilizando sofisticadas técnicas y su habilidad detectivesca e intuición. En el mundo real y en el tema que nos ocupa, la incertidumbre y la falta de métodos diagnósticos específicos son un problema frecuente. En muchas ocasiones es la propia evolución de la enfermedad la que va dando el diagnóstico, con la lógica desesperación de muchos padres que asisten impotentes a una situación angustiosa.
Las propiedades anticonvulsivantes de algunos cannabinoides se llevan estudiando desde hace al menos 15 años. Los primeros datos vienen de pacientes epilépticos, en su inmensa mayoría adultos, que utilizan además marihuana o hachís. En éstos se ha observado que, en algunos casos el uso de cannabis disminuye la frecuencia de las convulsiones. Pero esto no es así en todos los pacientes, y en otros casos los síntomas empeoran al fumar. La clave de esta paradoja puede encontrarse en los experimentos de investigación básica (cultivos celulares y estudios en animales). Los resultados con tetrahidrocannabinol (THC) no son concluyentes, y dependiendo de la dosis, la frecuencia y el tipo de animal o célula estudiado, la actividad eléctrica que genera la epilepsia se incrementa o disminuye. Es decir, es probable que el THC tenga un efecto anticonvulsivante, neutro o facilitador de las convulsiones dependiendo de muchos factores (dosis, características personales, frecuencia, potencia…) y no es un buen candidato como fármaco.
Pero los resultados con el CBD sí parecen estar mucho más claros. En todos los modelos animales estudiados la administración de CBD tiene un efecto beneficioso sobre las convulsiones. El CBD es el cannabinoide más frecuente en las plantas detrás del THC y concentraciones elevadas se correlacionan con menos efectos psicoactivos desagradables al fumar. De hecho como ya señalamos en la primera entrega se considera que no es psicoactivo, lo que le otorga un perfil muy interesante como fármaco.
También se han publicado recientemente en la literatura científica informes sobre la eficacia del CBD en el manejo sintomático de algunas epilepsias infantiles. No se trata de ensayos clínicos, sino de informes sobre padres que han administrado por su cuenta extractos de cannabinoides ricos en CBD a sus hijos, aparentemente con resultados satisfactorios. El informe recoge datos de 18 niños: en 2 casos se consiguió la desaparición total de las convulsiones, en 6 una reducción muy grande, en 8 una reducción moderada y en otros 2 no se observó ningún cambio. No se comunicaron efectos adversos significativos ni toxicidad. Como críticas, hay que señalar que en los datos no hay evaluación médica ni hay control con placebo, las dosis de cannabinoides no son homogéneas como tampoco las características de los pacientes. A pesar de todas estas limitaciones, los datos son suficientemente interesantes y esperanzadores como para plantear investigaciones científicas.
Los ensayos clínicos con CBD en el tratamiento de dos de los síndromes de epilepsia infantil más devastadores (Dravet y Lennox-Gastaut) están ya en marcha y sus resultados se esperan para finales de este año. Teniendo en cuenta las limitadas opciones de tratamiento en estas enfermedades, es previsible que si los datos son satisfactorios el fármaco esté disponible en poco tiempo. Mientras tanto, sería muy deseable el facilitar el acceso y la participación de pacientes afectados de estos síndromes en estos ensayos clínicos, teniendo en cuenta que son enfermedades muy poco frecuentes y el número de casos es muy bajo.
Pero otro aspecto muy importante del tema es la actitud de muchos padres en este preciso momento, en el que hay datos esperanzadores pero no conclusiones científicas. Las dificultades en el diagnóstico y las limitaciones con los tratamientos convencionales pueden llevar a unos padres lógicamente angustiados a tomar decisiones por su cuenta, como administrar “aceites de cannabis” a sus hijos enfermos. Algunas páginas de Internet ya presentan historias milagrosas y ofrecen aceites de cannabis para tratar la “epilepsia infantil”.
Esta cuestión nos enfrenta a aspectos clínicos y éticos muy complejos. A nivel clínico ya hemos señalado que bajo el nombre de “epilepsia infantil” se engloban decenas de enfermedades con pronósticos y eficacia de tratamientos convencionales muy distintas. Con los pocos datos que tenemos hasta el momento, es posible que en algunas de ellas el CBD llegue a ser el tratamiento de elección, pero en el momento actual este aspecto es desconocido. En este momento, no se sabe si el tratamiento con CBD en humanos produce sólo mejoría en los síntomas o tiene alguna influencia en la evolución de la enfermedad. No se conoce qué grado de eficacia tiene, en comparación con otros fármacos, en los distintos tipos de epilepsia infantil. No se sabe si aparece tolerancia farmacológica y el tiempo que se mantiene el supuesto efecto terapéutico. Tampoco están evaluados los efectos secundarios a corto, medio y largo plazo. No existe experiencia de administración como componente aislado en niños y a dosis suficientes durante tiempo largo, aunque los datos disponibles sugieren que su toxicidad, si existe, es baja. Se conoce que el CBD no es psicoactivo pero sí se sabe que muchos cannabinoides tienen efectos inmunomoduladores y su seguridad no está establecida.
Todos estos aspectos deberían ser considerados a la hora de plantear un tratamiento con CBD, que siempre debería estar supervisado por un neurólogo infantil con experiencia en el tema.