Por Dr. Fernando Caudevilla
En la primera parte de este artículo sobre cannabis e ingeniería genética señalábamos como la leyenda del cannabis genéticamente manipulado y fabricado por parte de la compañía multinacional Monsanto tuvo su origen en una noticia publicada en un periódico humorístico.
El acceso al genoma del cannabis es público desde el año 2011, cuando fue secuenciado, y puede consultarse por ejemplo en este link.
Uno de los problemas de las leyendas urbanas es que es imposible demostrar que son falsas. Así que, por mucho que nos carguemos de argumentos racionales y de sentido común, siempre existirán conspiranoicos que nos dirán que pensemos lo que queramos pero que ellos están seguros de que Monsanto tiene un plan maléfico para inundar el mundo de su cannabis genéticamente modificado.
La inversión necesaria para crear una planta transgénica es enorme y aunque la industria del cannabis es grande su poder es minúsculo en comparación con la industria agroalimentaria. Ninguna de las empresas de este sector ha hecho público hasta el momento su intención de crear cannabis transgénico y no tendría ningún sentido hacerlo en secreto, ya que en algún momento sería necesario patentarlo y someterlo a estudios si la intención es utilizarlo para el consumo humano. Por otra parte, la investigación científica se basa en el uso de datos comunes y para que sea reconocida tiene que ser de acceso público. No existen “planes de investigación secretos” (al menos en el área que nos ocupa) y, aunque se han publicado estudios que son las bases para obtener un futuro cannabis transgénico, el horizonte es lejano en el tiempo. Por otra parte, el cannabis sigue siendo una droga ilegal en la mayoría de los países del mundo y no hay perspectivas de cambio, por lo que el interés comercial del cannabis manipulado genéticamente sería casi nulo.
Parte de la confusión tiene que ver con el hecho de que hay marihuanas disponibles con elevada potencia que no existían hace décadas. A través de la selección y cruce de distintas variedades se han ido seleccionando a lo largo de los años variedades de cannabis que expresan mayor cantidad de THC, CBD o cualquier otra característica. Pero este proceso de selección es el mismo que se realiza en agricultura y ganadería desde hace miles de años y que explica el que existan tipos de vacas más adecuadas para leche o gallinas que pueden poner más huevos. La selección genética y la manipulación genética no tienen nada que ver.
Ninguno de estos argumentos servirá para los partidarios de las teorías conspiranoicas, aunque su base sea una noticia publicada por un medio de la categoría de “El Jueves” o “El Mundo Today”. Una versión avanzada del mito sostiene que además de Monsanto, el multimillonario George Soros está detrás del negocio. Para ello estaría utilizando la Open Society Foundation (OSF), su fundación filantrópica que trabaja alrededor del mundo en decenas de programas, entre ellos los cambios en las políticas de drogas. La OSF financia proyectos, estudios científicos y publicaciones y ha apoyado de forma activa la regulación del cannabis en Uruguay. Pero en realidad existiría una alianza secreta de Soros con Monsanto para legalizar el cannabis primero en Uruguay y luego el resto de América Latina con el malvado objetivo de inundar el mercado de su marihuana transgénica. Así obtendría astronómicos beneficios y de paso dejaría emporrados a la mitad de la población del continente.
En América Latina los opositores a la legalización del cannabis han sido los principales voceros del bulo aprovechando que en muchos de estos países Monsanto funciona casi como monopolio de semillas y despierta de forma comprensible pocas simpatías entre la población. Pero en España parte del sector cannábico también ha contribuido a la difusión de esta idea delirante.
Así, mientras rumores, bulos y noticias de calidad dudosa se propagan por las redes, suceden otros hechos reseñables que tienen que ver con cannabis y manipulación genética y que han pasado desapercibidos para el gran público. En la entrega anterior señalábamos cómo la transferencia de genes de unos organismos a otros ha permitido fabricar células capaces de producir insulina, hormona de crecimiento, vacunas y muchos fármacos para patologías como la Hepatitis C, el cáncer o las enfermedades reumatológicas. Todas estas moléculas se caracterizan por tener una síntesis muy compleja utilizando los métodos tradicionales de química. Pero podemos programar una célula para que secrete insulina humana o un fármaco anticanceroso, haciendo el proceso mucho más rentable, rápido y barato.
La estructura del THC es también complicada desde un punto de vista químico. La creación sintética (Marinol) es posible pero complicada y la crianza de clones de marihuana en idénticas condiciones de luz, humedad, nutrientes, agua y procesado (Sativex) explica en parte su elevado coste. Si existen bacterias que producen insulina ¿sería posible hacer algo parecido con sustancias como el THC?
En Septiembre de 2015 un grupo de investigadores alemanes consiguió manipular genéticamente una levadura introduciendo enzimas de la planta del cannabis para que sintetizara THC a partir de uno de sus precursores. Es el primer paso para conseguir fabricar cannabinoides a partir de levaduras genéticamente manipuladas, proceso que ya se ha completado en el caso de los opioides. Partiendo de levaduras y azúcar es posible ya obtener opio, codeína, morfina o heroína y faltan pocos años para que el proceso culmine con el THC y el CBD.
¿Permanecerán estos descubrimientos en manos de la industria farmacéutica? ¿Cuánto tardarán en abaratarse los procedimientos de ingeniería genética? ¿Tendremos genetistas clandestinos en el siglo XXI que sustituirán a los químicos amateur que abastecen los mercados negros de drogas? Con el grado de conocimiento actual y partiendo de los datos objetivos, un futuro en el que se pueda fabricar MDMA o cocaína con una yogurtera y azúcar es más probable que un mundo invadido por la marihuana transgénica de Soros-Monsanto.
El cannabis y la manipulación genética: entre la ficción y la realidad (y 2) En la primera parte de este artículo (HIPERVINCULO) sobre cannabis e ingeniería genética señalábamos como la leyenda del cannabis genéticamente manipulado y fabricado por parte de la compañía multinacional Monsanto tuvo su origen en una noticia publicada en un periódico humorístico. El acceso al genoma del cannabis es público desde el año 2011, cuando fue secuenciado, y puede consultarse por ejemplo en ESTE link. Uno de los problemas de las leyendas urbanas es que es imposible demostrar que son falsas. Así que, por mucho que nos carguemos de argumentos racionales y de sentido común, siempre existirán conspiranoicos que nos dirán que pensemos lo que queramos pero que ellos están seguros de que Monsanto tiene un plan maléfico para inundar el mundo de su cannabis genéticamente modificado. La inversión necesaria para crear una planta transgénica es enorme y aunque la industria del cannabis es grande su poder es minúsculo en comparación con la industria agroalimentaria. Ninguna de las empresas de este sector ha hecho público hasta el momento su intención de crear cannabis transgénico y no tendría ningún sentido hacerlo en secreto, ya que en algún momento sería necesario patentarlo y someterlo a estudios si la intención es utilizarlo para el consumo humano. Por otra parte, la investigación científica se basa en el uso de datos comunes y para que sea reconocida tiene que ser de acceso público. No existen “planes de investigación secretos” (al menos en el área que nos ocupa) y, aunque se han publicado estudios que son las bases para obtener un futuro cannabis transgénico, el horizonte es lejano en el tiempo. Por otra parte, el cannabis sigue siendo una droga ilegal en la mayoría de los países del mundo y no hay perspectivas de cambio, por lo que el interés comercial del cannabis manipulado genéticamente sería casi nulo. Parte de la confusión tiene que ver con el hecho de que hay marihuanas disponibles con elevada potencia que no existían hace décadas. A través de la selección y cruce de distintas variedades se han ido seleccionando a lo largo de los años variedades de cannabis que expresan mayor cantidad de THC, CBD o cualquier otra característica. Pero este proceso de selección es el mismo que se realiza en agricultura y ganadería desde hace miles de años y que explica el que existan tipos de vacas más adecuadas para leche o gallinas que pueden poner más huevos. La selección genética y la manipulación genética no tienen nada que ver. Ninguno de estos argumentos servirá para los partidarios de las teorías conspiranoicas, aunque su base sea una noticia publicada por un medio de la categoría de “El Jueves” o “El Mundo Today”. Una versión avanzada del mito sostiene que además de Monsanto, el multimillonario George Soros está detrás del negocio. Para ello estaría utilizando la Open Society Foundation (OSF), su fundación filantrópica que trabaja alrededor del mundo en decenas de programas, entre ellos los cambios en las políticas de drogas. La OSF financia proyectos, estudios científicos y publicaciones y ha apoyado de forma activa la regulación del cannabis en Uruguay. Pero en realidad existiría una alianza secreta de Soros con Monsanto para legalizar el cannabis primero en Uruguay y luego el resto de América Latina con el malvado objetivo de inundar el mercado de su marihuana transgénica. Así obtendría astronómicos beneficios y de paso dejaría emporrados a la mitad de la población del continente. En América Latina los opositores a la legalización del cannabis han sido los principales voceros del bulo aprovechando que en muchos de estos países Monsanto funciona casi como monopolio de semillas y despierta de forma comprensible pocas simpatías entre la población. Pero en España parte del sector cannábico también ha contribuido a la difusión de esta idea delirante. Así, mientras rumores, bulos y noticias de calidad dudosa se propagan por las redes, suceden otros hechos reseñables que tienen que ver con cannabis y manipulación genética y que han pasado desapercibidos para el gran público. En la entrega anterior señalábamos cómo la transferencia de genes de unos organismos a otros ha permitido fabricar células capaces de producir insulina, hormona de crecimiento, vacunas y muchos fármacos para patologías como la Hepatitis C, el cáncer o las enfermedades reumatológicas. Todas estas moléculas se caracterizan por tener una síntesis muy compleja utilizando los métodos tradicionales de química. Pero podemos programar una célula para que secrete insulina humana o un fármaco anticanceroso, haciendo el proceso mucho más rentable, rápido y barato. La estructura del THC es también complicada desde un punto de vista químico. La creación sintética (Marinol) es posible pero complicada y la crianza de clones de marihuana en idénticas condiciones de luz, humedad, nutrientes, agua y procesado (Sativex) explica en parte su elevado coste. Si existen bacterias que producen insulina ¿sería posible hacer algo parecido con sustancias como el THC? En Septiembre de 2015 un grupo de investigadores alemanes consiguió manipular genéticamente una levadura introduciendo enzimas de la planta del cannabis para que sintetizara THC a partir de uno de sus precursores. Es el primer paso para conseguir fabricar cannabinoides a partir de levaduras genéticamente manipuladas, proceso que ya se ha completado en el caso de los opioides. Partiendo de levaduras y azúcar es posible ya obtener opio, codeína, morfina o heroína y faltan pocos años para que el proceso culmine con el THC y el CBD. ¿Permanecerán estos descubrimientos en manos de la industria farmacéutica? ¿Cuánto tardarán en abaratarse los procedimientos de ingeniería genética? ¿Tendremos genetistas clandestinos en el siglo XXI que sustituirán a los químicos amateur que abastecen los mercados negros de drogas? Con el grado de conocimiento actual y partiendo de los datos objetivos, un futuro en el que se pueda fabricar MDMA o cocaína con una yogurtera y azúcar es más probable que un mundo invadido por la marihuana transgénica de Soros-Monsanto.