Por Larry Acr
En Madrid sobreviven con dignidad 4 instituciones afiliadas a la “internacional del funk”.
Una de ellas es la revista Enlace Funk (publicó el primer Ep de Alcohol Jazz en 1998, “Cogollo Fly Away”). Otra es el club Maderfaker (al igual que la anterior con 20 años de actividad). Las otras dos son sendas bandas que han resistido el paso del tiempo y los envites a que todo proyecto musical está sometido: Watch Out (desde 1992 predicando el funk callejero) y Alcohol Jazz. No puede decirse que estos últimos sean unos apóstoles de la ortodoxia, sino más bien unos enamorados de la música popular negra en su más amplio sentido que saben aplicar 3 recetas infalibles para dar con la fórmula del éxito -sea éste lo qué diantres sea-: hedonismo, comunión con el público y éxtasis.
La banda se fraguó allá por 1985 por parte de dos estudiantes de filosofía en la cafetería de dicha facultad de la Universidad Autónoma de Madrid en una etílica sesión. ¿Qué expectativas iniciales teníais con la banda en vuestros inicios y qué posibilidades existían en el circuito musical de la época para acoger un proyecto de la naturaleza del vuestro?
Efectivamente, la banda la fundamos Julián Ribero (trompeta) y yo con la única intención de tocar “aunque fuese mal” toda la música negra que escuchábamos por aquel entonces: éramos amantes del Jazz (Sonny Rollins, Lee Morgan), del reggae y toda la Jamaican Music (Jackie Mittoo, The Skatalites), todo el soul instrumental producido por el sello Stax (Booker T & the Mg´s, The Meters), música africana (Orlando Julius, Hugh Masekela), por no hablar del soul-funk más clásico (James Brown, Marvin Gaye, Aretha), o de la discoteca más fiestera (Earth, Wind & Fire, Chic). El circuito musical era absolutamente contrario de lo que escuchábamos e intentábamos reproducir, por lo que nuestra única aspiración era tocar en “garitos” y que, a cambio, nos invitasen a las copas. Nos sentíamos totalmente fuera del “tiesto”, y la música que consumíamos llegaba a nuestro país a goteo, por lo que cada disco que caía en nuestras manos era escuchado hasta la extenuación. Recuerdo el primer disco de Cannoball Adderley que escuchamos: era de nuestro primer batería, que lo había comprado en Nueva York. Desgraciadamente Julián dejó definitivamente la interpretación y composición musical, por lo que de origen solo quedo yo en activo.
Más allá de la trayectoria de la banda, avalada por 30 años de actividad y 9 trabajos editados, también debe valorarse el hecho de que ésta ha permitido foguearse o curtirse a músicos que han nutrido proyectos tan destacables como Malarians o Hechos Contra el Decoro. ¿Dónde reside el encanto de un proyecto para que músicos de esa calidad se hayan sentido atraídos por éste? Dada la gran rotación de músicos que se ha producido a lo largo de los años, ¿qué cualidades debe tener un músico para encajar bien en el concepto sonoro y festivo de Alcohol Jazz?
Te voy a contar un secreto: muchos instrumentistas profesionales están hartos de actuar en los conciertos como simples comparsas del cantante de turno, y siempre están dispuestos a desarrollar su capacidad de interpretación a través de proyectos más creativos sin estar atados al mensaje “conceptual (letra) de la música”. Definitivamente, nos sentimos unidos por el carácter más abierto del instrumental respecto a la interpretación de nuestra expresividad musical. Pensamos que pertenecemos a una raza perdida de juglares, ya que nuestra música tiene un carácter popular (recordad todos que no somos intérpretes de jazz como se entiende en Europa, que nos atenemos a seguir las armonías pitagóricas con las que vibra el universo, y que compartimos cuando en la magia del concierto somos capaces de transmitirlas a nuestro público).
Vuestro fichaje en 2000 por un sello independiente como Subterfuge, que comenzaba a proyectarse a otro nivel gracias al éxito de ventas cosechado por Dover y su “Devil came to me”, representó un salto cualitativo y cuantitativo (el álbum “Persecución Implacable” ha superado los 10.000 ejemplares vendidos). ¿Cómo encajaba una propuesta como la vuestra, tan ecléctica pero impregnada de negritud, dentro de un catálogo donde primaba el power pop y la electrónica? ¿Qué supuso para vosotros firmar por el sello y hasta dónde os permitió llegar?
Realmente no estábamos tan fuera de la política de Subterfuge, ya que a través del subsello “Música para un Guateque Sideral” editaba música instrumental de diferentes estilos: entre nuestros compañeros de sello estaban Carlo Coupé o el mismísimo Nacho Mastretta, que recuerdo que antes de ser músico era técnico en la sala El Sol. Jamás se nos pasó por la cabeza que “Persecución Implacable” iba a ser uno de los CD´s de música instrumental más vendidos en nuestra querida Iberia. Por ejemplo, creo que el “Kind of Blue” de Miles Davis no ha vendido aquí más de 6.000 ejemplares. Hicimos una gira inolvidable y todavía lloro cuando nuestro actual bajista Cerbass me vuelve a contar que ese CD fue el primero que compró a medias con un amigo y lo escuchaban una semana cada uno. No me puedo sentir más orgulloso de que toda una generación de jóvenes músicos nos conozcan. También estamos encantados que nuestros diez primeros temas en YouTube sumen casi un millón de reproducciones.
Si un hecho ha caracterizado la trayectoria de Alcohol Jazz es que, partiendo del funk como hilo conductor, habéis transgredido las fronteras de este género para incorporarle elementos de jazz, ska, electrónica, blues, bossa nova, acid jazz, surf rock, lounge, o lo que habéis considerado procedente en cada momento. ¿Era un precepto que teníais claro desde que comenzó la banda o se ha producido de forma natural debido a vuestras eclécticas inquietudes musicales? ¿Os habéis sentido parte de una escena (la de música negra) u os ha gustado moveros siempre con una cierta independencia?
Encuadrados en nuestro amor por la BLACK MUSIC, siempre hemos tenido ese problema debido a nuestra forma heterodoxa de interpretar esta música: la consideramos como un género en sí y no estamos dispuestos a especializarnos en sus diferentes formas o especies. Siempre recuerdo que en los primeros años tocábamos versiones de “Police woman” de The Skatalites y el tema siguiente era “Pretty colours” de WAR, que era un ejemplo de música psicodélica negra. Como compositores corales, siempre nos hemos dejado llevar por nuestras experiencias vitales, sintiéndolas como paralelas a esos increíbles y excepcionalmente creativos artistas negros. El tema 1º de la teoría musical explica que lo más importante es la “expresión musical”, y estamos dispuestos a que nuestra vida esté reflejada en cada nota de nuestros temas. Eso sí, yo me quedé en esa lección…la segunda nunca me interesó. A veces sentimos que el mercado de los festivales está demasiado encorsetado en cada uno de los estilos, y debían hacer un esfuerzo por abrir más sus mentes y apostar por propuestas más eclécticas que enriquecerían cualquier evento.
Debemos suponer que, de idéntico modo a la experimentación practicada a nivel musical, los integrantes de la bandas habéis hecho lo propio con las sustancias psicotrópicas que os han servido de inspiración. ¿Hasta qué punto resultan útiles drogas como el cannabis o el LSD -por citar un par de casos- para producir a nivel creativo o para generar ideas nuevas?
Yo siempre digo a mis compañeros que la música es la droga más potente jamás creada, o descubierta, y que nosotros somos sus adictos y servidores. El local de ensayo es nuestra iglesia y el día del concierto es el momento cósmico preciso celebrar nuestro sacramento BLACK. Como te podrás imaginar, yo soy de la generación de los ochenta, en la que se tenía gran confianza en la química como panacea, y he tenido todo tipo de experiencias desde mi juventud. Desde ese bagaje y, sobre todo, por el carácter alucinógeno de las que citas, pienso que son amplificadoras de las experiencias íntimas, y si una persona no es creativa, las drogas como tales no pueden aportar nada en ese sentido. Pienso que como instrumentos que son no podemos hacer ningún juicio moral sobre ellas, el cuchillo puede servir para hacer una comida maravillosa o para asesinar al primer vecino que se cruce contigo. Estas drogas pueden ser de gran utilidad para ser más creativo, o pueden hacer saltar una esquizofrenia oculta.
Desde mi perspectiva de “ancianete”, solo puedo recomendar tres ideas:
1) estudiar o intentar informarse de los posibles efectos secundarios que se pueden producir
2) tener la seguridad de que la sustancia que uno ingiere no está contaminada por cortes o sucedáneos
3) y, por último, intentar conocernos a nosotros mismos escuchando constantemente nuestro cuerpo, nuestra mente y dudando siempre del porcentaje de realidad que nos trasmite esta última. En definitiva, como decía el maestro Jiddu Krishnamurti: buscar nuestro gurú interno y abandonar todo sectarismo.
fotos: Koko Moray