Por Dr. Fernando Caudevilla
Dedicamos la primera parte de este artículo a la idea repetida en la prensa durante las últimas semanas que advierte sobre un supuesto repunte en el consumo de heroína en España.
Un vistazo rápido a los archivos de prensa nos servirá para darnos cuenta que no se trata de una noticia puntual, sino de una moda cíclica que se presenta en los medios de forma periódica.
Algunos ejemplos podemos encontrarlos en esta noticia del año pasado, esta noticia del año 2013 o ésta del 2008. Este recorte de prensa constituye un buen ejemplo de estupidez periodística y advierte que los jóvenes asturianos se enganchan al caballo nada menos que a la tierna edad de 13 años. Vamos, que aprenden a usar la aguja antes que el Whatsapp.
Para justificar el titular el periódico retorcía los datos de una encuesta escolar en la que el 0.7% de una muestra de 23.000 adolescentes decían haberla probado y en el que los propios autores del estudio cuestionaban la validez del dato.
Así que el retorno de la heroína no se produce ni se le espera aunque se lleva anunciando como inminente desde al menos hace una década. Como el aumento de casos de enfermedades neurodegenerativas asociadas al éxtasis que se pronostica desde la época de la ruta del bakalao y eso que han pasado casi treinta años. Así que los dicharacheros reporteros, acompañados de los supuestos expertos en el tema más interesados en alertar que en informar, han decidido darle otra vuelta de tuerca al tema y asociar el consumo de heroína con el de los opiáceos de síntesis. Si la heroína no vuelve por sí sola, el incremento en el uso de estos fármacos acabará trayéndola.
Aprovechando la muerte de Prince como consecuencia de una sobredosis de un opiáceo sintético, éstos se han convertido en el nuevo freak de la feria de las drogas. El fentanilo es la droga mediática de moda por el momento, aunque las opciones son múltiples y pronto tendremos artículos sobre los estragos que causan la oxicodona, hidromorfona, petidina, hidrocodona o buprenorfina. Casi invariablemente todos los titulares mezclan “fentanilo” y “heroína” (como en este reciente ejemplo de ABC , aunque una búsqueda arroja decenas de titulares calcados)y en casi todos los casos se señala su “potencia” como sinónimo de peligrosidad, aunque la potencia de un fármaco sólo indica la dosis mínima a la que es eficaz.
Conviene destacar que, en este caso, existen hechos reales detrás de las noticias y algunos de ellos son importantes. Aunque potencia no es sinónimo de peligrosidad, un fármaco como el fentanilo activo en el rango de los microgramos y letal en sobredosis puede causar problemas con más facilidad si se usa sin control o consejo médico. Distintos estudios científicos publicados en los últimos años señalan un incremento importante de las prescripciones de estos fármacos por parte de profesionales sanitarios así como de las tasas de abuso y mortalidad. Por un lado los opioides sintéticos presentan ventajas como fármacos de prescripción frente a la morfina, ya que permiten distintas vías de administración, duración de efectos o evitar determinados efectos secundarios. Por otro, al igual que el opio, la morfina o la heroína pueden generar tolerancia farmacológica (necesidad de incrementar la dosis para conseguir el mismo efecto), tienen potencial de abuso y dependencia y pueden ser mortales en sobredosis.
La cuestión está adquiriendo proporciones de problema de Salud Pública en Estados Unidos, donde no es infrecuente que cualquier médico recete oxicodona o hidromorfona para un simple dolor de muelas. Pero en Europa y en concreto en España la situación es muy distinta y las prescripciones de opiáceos de síntesis están, en general, mucho más ajustadas a las indicaciones médicas. La morfina y sus derivados siguen estando entre las herramientas más eficaces para tratar el dolor moderado a grave y muchos pacientes encuentran alivio en sus padecimientos gracias a estos fármacos.
Las reticencias de muchos pacientes (y algunos médicos) hacia el tratamiento con opiáceos están basados en ideas preconcebidas y prejuicios morales: exactamente lo mismo que sucede en el caso del uso terapéutico del cannabis. En ambos casos existen indicaciones, contraindicaciones o efectos adversos que pueden manejarse con ayuda de los profesionales sanitarios. Y existirán casos de imprudencia, mala praxis médica o sobreprescripción, aunque no existen datos que señalen que esto sea un problema significativo en nuestro medio. Las características de los opiáceos de síntesis obligan a ser particularmente cuidadosos en su prescripción y seguimiento pero negar el potencial terapéutico de estas sustancias es igual de ridículo que negar el uso terapéutico de la marihuana.
Por eso resultan ridículas noticias de prensa como la publicada recientemente en La Razón, en las que se señala a la dependencia como una irremediable consecuencia del uso de opiáceos de síntesis y se retrata a las Unidades del Dolor como irresponsables fábricas de adictos. Sensacionalismo, exageraciones, recurso al miedo o generalización de casos particulares… que hay que denunciar cuando las noticias se refieren al cannabis y otras drogas ilegales, y también a estos fármacos.