Por Laura Rueda
“Me gradué en la Universidad de la marihuana y ahora trabajo en un dispensario en California”
El amor puede hacer que el rumbo de tu vida dé un giro inesperado, eso lo sabemos todos. Si ese factor aleatorio se une con una de tus pasiones, la cultura del cannabis, la aventura puede virar a un guión propio de una trama digna de contar en gran pantalla. Alejandro y Samuel se conocieron en Andalucía, se casaron en las Vegas y se mudaron a California, donde han trabajado durante un año en la industria cannábica.
Nos mudamos al suroeste de EE.UU por casualidad
Alejandro, Samuel y yo tenemos amigos comunes, los mismos con los que esta noche he quedado para ir a una fiesta de disfraces. Nuestra cita por Skype es a las 22.00 horas española, 13.00 horas en California. Estoy disfrazada de replicante de Blade Runner, así que los ojos pintados de negro simulando un antifaz y la peluca rubia a lo Daryl Hannah es lo que primero que mis nuevos amigos ven de mí. Ninguno de nosotros tres podría marcar la casilla de personas convencionales, me temo.
Empezamos hablando de su vida en la costa suroeste de EE.UU. “Nosotros llegamos aquí por casualidad”, me cuenta Alejandro. “Nos conocimos en Andalucía y empezamos a salir. Estaba complicada la cosa del trabajo y Samuel me propuso que lo intentáramos allí. Como los dos fumábamos y teníamos sus contactos norteamericanos, me decidí a mudarme con él y ya conocí a una persona por la que conseguí el trabajo de las cajetas de mini porros”.
¡Vamos a hacer dinero!
Alejandro trabaja con una marca que confecciona cajetillas de mini cigarrillos de marihuana. “Trabajo más bien en manufactura, es decir, liando porros. Lo que más me impresionó es que venía de España donde todo lo relacionado con el cannabis está más vinculado con el tema social, el activismo y cooperativismo. Al menos en mi experiencia personal. Y aquí en EE.UU lo que más me sorprendió que todo es mucho más capitalista. Lo primero que me dijo mi jefa cuando me contrató fue “¡¡¡¡vamos a hacer dinero!!!!”. Este es solo uno de los ataques de risa que tenemos durante nuestra conversación.
Samuel es de la costa Este de EE.UU, de Nueva York, pero desde hace unos años vive en California. Él tiene más experiencia en la industria cannábica norteamericana, ya que asistió a la Oaksterdam University, una academia centrada en la marihuana y sus diferentes trabajos. “Fue la primera que surgió, ahora hay muchas”. Samuel estuvo trabajando como seleccionador de alumnos/as un par de años, aunque también trabajaba atendiendo el jardín y daba algunas clases como asistente del profesorado, pero él no se graduó propiamente dicho, empezó a trabajar allí después de finalizar el primer seminario que esta universidad hizo, con el tiempo se convirtió en algo mucho más elaborado mezclando temas de jardinería, biología, leyes, política, economía…
¿Cómo funciona? “Dan clases de cultivo, política, para hacer comestibles y otros productos como hachís”. Alejandro me cuenta que “básicamente te enseñan cómo montar un dispensario, manejarlo y cultivar. Te preparan para las diferentes profesiones, para trabajar en la industria”. “¡Me parece tan novedoso que acaba de hacerme cortocircuito la cabeza por la idea clásica que tengo de universidad!”, comento. Nos volvemos a partir de risa.
Samuel nos cuenta las últimas noticias que tiene de algunos de sus compañeros de promoción. “Algunos alumnos han abierto sus tiendas de comestibles cannábicos y están emprendiendo”. Me surge la duda de si el estado ayuda a las personas empresarias cannábicas. ¿Hay subvenciones para la gente que está emprendiendo en la industria de la marihuana? “No creo, pero no estoy seguro. Para emprender la gente acude a inversores privados. Tampoco hay problema si pides dinero a un banco para hacer algo relacionado con la marihuana”. Me explica Samuel. “Eso sí”, añade Alejandro, “no todo es jauja, hay que decir que se gana mucho dinero en esta industria, pero también hay gente que pierde mucho dinero, es un riesgo».
¿Un negocio o un modo de vida?
En California la marihuana medicinal es legal desde 1996. Como han pasado veinte años supongo que tiene sentido eso de que hayan pasado de la visión más activista a la capitalista. Sin embargo, el escenario laboral cambia, ya que hay estados donde también está aprobado el uso recreativo. Samuel nos explica la transición por la que él ha pasado en este sentido. “La industria ha cambiado mucho porque yo era mucho más activista y ahora soy trabajador en la industria. Hay publicaciones nuevas, marcas y tiendas que están llenas de productos de marihuana. Hay aceites, piruletas, chocolates… Mucha parafernalia y comestibles. Todo lo que se te pueda ocurrir y ahí es donde está el dinero. Hay mucha gente que se ha metido en este mundillo”.
Después de trabajar en Oaksterdam y en una plantación industrial, Samuel ha trabajado por cuatro años en un dispensario, una especie de farmacia en la que el médico recomienda que el paciente consuma marihuana. Unos ocho años en total, sin sumar su trabajo como activista. “Aquí en California la ley está muy abierta. La persona puede usar la marihuana para calmar diversas dolencias o el cáncer. Normalmente la gente tiene un tipo de carnet para usarlo por un año y se puede entrar a los clubs en California y algunos en otros estados y comprar lo que sea. Son clubes que tienen una categoría de farmacia. En Colorado y Washington son simplemente una tienda para comprar y necesitan una identificación para personas mayores de edad, es decir, 21 años de edad en EE.UU”.
El trabajo de moda
Comento con ellos la especie de boom que en nuestro país y en otros ha tenido el auge de la industria cannábica estadounidense. Quizá no haya sido una llamada masiva, pero muchas personas no han dudado en coger el petate y buscar una oportunidad. Me interesa saber si en EE.UU la gente también lo ve como el trabajo de moda. “Hay un poco de todo”, dice Alejandro, “mi percepción es que mucha gente se ha metido más por el dinero que por otra razón. Puedes ganar mucho. Es un mundo que te da muchos ingresos y, como es lógico, muchas personas se interesan más por esta razón que por una ideología o por promover la libertad y el derecho de la persona a decidir si quiere consumir o no”. “Pero esto va a cambiar mucho”, añade Samuel, “la razón es que hay una ley del gobierno que restringe muchas cosas y no será tan libre. Dentro de un tiempo todo estará más controlado”.
Aunque aquí lo que prima es la visión del Tío Sam (money, money) el activismo no ha desaparecido y la sociedad está abierta a este nuevo papel que la hierba tiene en el tejido laboral. “Aquí en general lo aceptan bastante bien, hay mucha gente moviéndose, haciendo festivales, conferencias y demás por toda la zona de la bahía, sobre todo de activistas”, dice Alejandro, que abre otro hilo interesante, la investigación. “Creo que falta mucho trabajo en el campo de la investigación. Depende un poco de la zona, hay sitios donde es más complicado que ver a gente fumando o, incluso, montar un dispensario”.
Doble moral
Me acuerdo de la dualidad que existe en Países Bajos donde no solamente es contradictorio que te pillen con marihuana en el coche si eres el dueño de un coffeeshop, sino que además se nota un trato diferente a la gente consumidora por parte de los locales.
Y me surge la duda de cómo será la policía allí con la gente que se dedica a la industria del cannabis y con consumidores. “Depende del área y si es más o menos conservadora. Aquí no tenemos problemas por el momento, es muy libre si es para su uso medicinal. Si hay un jardín gigante la cosa cambia porque lo pueden confundir con un cartel. Si hay cultivos en el bosque, en tierra privada y tienen miles de plantas puede ser un problema pero es diferente”, nos explica Alejandro. “En San Francisco y en Oakland puedes ver a la gente fumando por la calle y la policía pasando, está muy normalizado, no hay tabú”.
“Aunque te sigues encontrando a los camellos en las esquinas de las calles. La marihuana medicinal no ha resuelto el mercado negro”, comenta Alejandro. “Creo que debemos diferenciar el mercado medicinal del mercado de carteles de México”, dice Samuel. “Ahí cultivan la marihuana en bosques ilegales. Y ese producto no llega normalmente al mercado legal. Es oculto”.
Me acuerdo de los bosques ilegales y del trabajo de manicurado. ¿Todo el trabajo de manicurado es ilegal?, pregunto. “No, en el jardín que tienen en el dispensario de Samuel hacen manicura. También hay jardines compartidos… pero luego hay mucho ilegal, creo que será la mayoría”, explica Alejandro. “Pero sí que hay doble moral. Todavía queda mucha industria ilegal. Lo que yo hago en mi trabajo es legal… pero el producto… su origen, dónde se cultiva y todo eso, yo no sé si es legal o no. Es decir, no sé qué procedencia tiene y tampoco quiero saberlo”. Nos volvemos a reír. “Yo estuve mirando para hacer manicura, pero al final me salió esto que era más estable. Lo de la manicura a veces es más temporal, de octubre a diciembre”.
El excedente de dinero y los proyectos sociales
“Los dispensarios dan mucho dinero a proyectos sociales, beneficencias… como no pueden repartirse los beneficios o lo reinvierten en el negocio o lo dan a proyectos sociales que a veces les interesa para limpiar la imagen”, explica Alejandro. “Y hacer política y contactos”, agrego yo. Los dos asienten.
“El dispensario donde trabaja Samuel sí tiene un jardín, pero aparte de lo que produce el jardín también le llegan otros productos de fuera. La diferencia con los clubes de California es que aquí no tienes que ser socio como en España. Aquí cualquier persona que tenga un carnet que te permita médicamente ir a un dispensario puede ir. Es por eso que funciona un poco más como farmacia, aunque el inicio sí que fuera un poco más asociativo, pero funciona más como farmacia. Si yo tengo carnet tengo más libertad, permiso para cultivar mis propias plantas, para producir producto”.
Aunque entender leyes de cada estado y la ley federal es un mundo aparte y un verdadero caos. “En San Francisco puedes consumir para ti mismo hasta 24 plantas. Nosotros vivimos en Oakland y aquí está permitido 72 plantas. Depende del estado, pero también depende de la ciudad, que puede elegir otras reglas. Esto es un lío considerable, lo que dice el federal y lo que dice cada estado. Lo que está claro es que hasta que no pase de 99 plantas no es un asunto federal y ahí es cuando te pueden enviar a la cárcel y puedes estar más de cinco años allí por esto”.
Los políticos no se mojan
Hablamos de cómo va fluctuando la actividad relacionada con la industria, unas tiendas cierran, otras abren. Son las leyes las que hacen que esto pase también, las mismas que no coinciden si hablamos cuando nos referimos al territorio estatal o al federal. “Es que cada estado puede ser un país de grande”, comento. “Claro”, dice Alejandro, “el estado de California es tan grande en superficie y población como España”.
“¿Y cómo veis a los políticos?, ¿se mojan con esta cuestión?”, les pregunto. Alejandro dice que no ha visto muchas posturas a favor. “A nivel local sí, en plan activista, pero a nivel federal no intentan decir nada positivo para que no les salpique”. Samuel añade, “nos gobiernan los demócratas ahora pero tienen miedo de decir algo sobre la legalización. Pierde puntos si defiendes el tema de la marihuana. No quieren parecer suaves en el tema de las drogas”. “Mucha gente viaja de unos estados a éstos para comprar. Ahora mismo hay casi 20 estados que han legalizado la marihuana medicinal, pero eso cambia también de unas elecciones a otras. Florida quiere legalizar la marihuana medicinal también”.
Control médico
¿La marihuana medicinal tiene un seguimiento médico en el caso de que el paciente tenga una dolencia más grave?, siempre me lo he preguntado. “No hay seguimiento. Una vez al año la gente renueva su carnet para poder tener marihuana por un año más, pero no hay un seguimiento específico”, explica Samuel. “Normalmente el médico o los mismos dispensarios recomendamos cambios de vida para mejorar la condición de los pacientes… Si la gente tiene algo muy grave, como cáncer o sida, es diferente. Pero si es insomnio se pueden recomendar hábitos de vida saludables, ejercicio físico o diferentes tipos de hierba como CBD en vez de tanto THC, índica en vez de sativa o viceversa”.
Samuel es dependiente y ayuda a la gente. “Tenemos casos de gente de muy diferentes edades y con dolencias muy diferentes: epilepsia, migrañas, cáncer, sida…”. “Es un trabajo muy humano, ¿te afectan los casos?”, le pregunto. “Claro, alguna vez tenemos gente llorando porque sienten mucho dolor y puede ser un trabajo muy duro. Para mí a veces lo es”.
Mejoría con el tratamiento
“¿Cuál es el perfil de gente que suele acudir a los dispensarios?”, me intereso. “No hay un perfil de gente, pero la mayoría tienen más de cuarenta años. También tenemos muchos pacientes mucho mayores, ancianos con más de setenta años”. “¿Y la gente nota mejoría?”, continúo. “La gente sí nota la mejoría cuando consume marihuana. Normalmente son personas que han probado muchas cosas antes y no ha notado alivio. No es una primera opción para ellos, pero hay gente que les habla de la marihuana, familia, amigos, la prueban y notan la mejoría. Como les ayudan siguen tomándola”, explica Samuel.
Alejandro añade que está muy de moda por allí y que incluso hay carteles por la calle, metro y autobuses que anuncian dispensarios y farmacias. “No siempre anuncian para tema médico, a veces anuncian el tema lúdico con eslóganes como “para disfrutar con tus amigos en una reunión”. Nos reímos mucho. Samuel añade “Sí, diez pacientes consumen marihuana juntos y convierten la reunión en una fiesta”. Nos reímos mucho más. Pero de repente Alejandro se pone serio, “oye, es que tenemos en la cabeza que una terapia tiene que llevar asociado el dolor, pero te puedes divertir mientras que te estás medicando”. Nunca había pensado en este punto de vista.
Aún sigue siendo un estigma
Emprender tampoco es fácil, ya que además del dinero, necesitas muchos más requisitos. “Para abrir una nueva tienda necesitas mucho dinero y hay muchas leyes. Es muy difícil obtener la licencia. Tienes que hablar con los vecinos y a veces hay gente que pone problemas porque sigue teniendo ese tono de marginalidad”, explica Alejandro.
“Y, qué opina la ciudadanía de la gente que consume habitualmente?”, me intereso. “El consumo de la planta se sigue relacionando con gente con pocos recursos y poca educación. Pero aquí normalmente no es un problema, es más en las zonas de campo al sur de California donde es más conservador. También algunas comunidades como las asiáticas que son muy cerradas al consumo de drogas”.
Volver a España
Cuando charlamos Alejandro y Samuel solo llevaban viviendo juntos en California algo más de medio año. “Nuestra idea es volver a España y hacer cositas allí, que es la expresión que me gusta usar a mí”. Más risas. “Me gustaría que nuestro trabajo estuviese relacionado con la marihuana y también con el trabajo social. Es que en España falta todavía mucho trabajo con este tema”.
Un tiempo después de tener esta entrevista, Alejandro, Samuel y yo nos conocimos en persona. Ahora ellos planean continuar con su vida juntos, uniendo el activismo por la legalización con el cannabis y la profesión de Alejandro, el trabajo social, en el sur de España. Pero esa es una historia que debe de ser contada en otro momento.