Tyler fue condenado en 1994 a cadena perpetua por vender LSD a un informante de la policía. Ahora, tras haber pasado más de 20 años en una prisión federal por un delito no violento relacionado con el tráfico de drogas, el presidente de los Estados Unidos ha decidido concederle el indulto.
22 años son los que Timothy L. Tyler ha pasado en prisión. Una condena exagerada que ya nadie podrá resarcir, a pesar de que la noticia de su indulto ha sido recibida por su familia y por él mismo con una enorme alegría.
El caso de Tim Tyler, como muchos otros casos similares ocurridos en los Estados Unidos, por ejemplo el de Ross Ulbricht creador de Silk Road y también víctima de una sentencia “ejemplarizante”, son el ejemplo perfecto de la intransigencia del laberíntico sistema legal norteamericano.
Tyler, que en el momento de su detención tenía 25 años, era por aquel entonces un consumidor habitual de LSD, fan acérrimo del grupo musical Grateful Dead, al que siguió por todo el país una vez terminó el instituto. Desafortunadamente, Tyler sufrió varios episodios psicóticos y desarrolló ciertos problemas mentales, siendo hospitalizado en varias ocasiones durante su adolescencia y juventud. Con el tiempo, sería diagnosticado de un desorden bipolar.
Un año antes de su detención, en 1991, Tim fue detenido en dos ocasiones por traficar con LSD a pequeña escala entre su círculo de amistades, y recibió la libertad provisional en ambas ocasiones. Ese era el principio de su pesadilla. En Mayo de 1992, Tim vendió marihuana y LSD a un viejo conocido, que se había convertido en informador de agentes federales, buscando indulgencia por sus propios delitos. Durante los siguientes dos meses, Tyler envió al informante paquetes por correo conteniendo pequeñas cantidades de LSD. Lo detuvieron en el mes de Agosto, junto a otros tres acusados, entre los que se encontraba su padre, y fue acusado y condenado por “conspiración y posesión con intención de distribución de LSD”.
Mientras que los otros acusados fueron condenados a penas de 5 y 10 años de prisión, a Tim sus encontronazos previos con la ley le deparaban una desagradable sorpresa, una condena a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Una condena exagerada si tenemos en cuenta las cantidades de LSD que Tyler distribuyó, que era de 5,2 gramos de la sustancia.
Pero claro, nadie contaba con que se tendría en cuenta el soporte sobre el que se encontraba la sustancia, el papel secante en el que estaba impregnado el LSD hizo subir esa cantidad hasta los 10 gramos, y entonces se puso en marcha la terrible maquinaria de la justicia y los “mínimos obligatorios” legales que, al tratarse de su tercera condena, hicieron que su sentencia fuese de por vida. Sin revisión.
Si no se hubiese tenido en cuenta el peso de ese papel, y si las condenas mínimas obligatorias por delitos vinculados con drogas en el ámbito federal norteamericano no existiesen, la condena de Tim habría sido de 262 a 327 meses, entre 21 y 27 años, según las leyes federales. Sigue siendo una exageración si recordamos que se trata de un delito no violento, y que tampoco se trataba de una operación de tráfico de drogas a gran escala. Era simple menudeo.
Pero las consecuencias han sido devastadoras. Tim entró en prisión con 23 años. Su padre falleció en prisión mientras cumplía su condena de 10 años. Y las consecuencias físicas y mentales de su encarcelamiento han sido durísimas, tanto para Tim como para su familia.
Nuestro colaborador Drogoteca ha seguido el caso de muy cerca en los últimos meses, y ha mantenido conversaciones con los familiares de Tim Tyler (especialmente con su hermana Carrie, que ha trabajado sin descanso para que su caso fuese revisado), y ayer mismo nos relataba cómo ha sido esta condena que ha afectado a Tim, pero también a todos sus seres queridos.
“Hemos sufrido una ansiedad horrible todos los días. No sabía si Tim seguiría vivo de un día para otro. Si no sabía nada de él durante unos días, me imaginaba que estaba en el “agujero”, pero una parte de mí pensaba siempre algo peor. Según van pasando los años, caes en una depresión terrible. Voy a seguir peleando para liberar a otros muchos [en la misma situación que su hermano], entre ellos Ross Ulbricht. El castigo no encaja con el delito. Él no es un peligro para nadie”.
Tim tiene ahora 48 años, y su liberación está prevista para el próximo año, el 30 de Agosto de 2017, un año después de que el presidente Obama firmase su carta de indulto. Le queda una larga y complicada reinserción por delante, aparte de adaptarse a una sociedad nueva, muy distinta a la que él dejó antes de entrar en prisión (para que te hagas una idea, ni siquiera conoce Internet), y tal y como os decíamos antes, el deterioro físico que ha sufrido es considerable. Su hermana Carrie nos lo cuenta:
“Tim lo lleva bien. He hablado con él varias veces recientemente. No pienso que ninguno de nosotros se crea la clemencia de Obama hasta que cruce la puerta dentro de un año. Necesita una rehabilitación completa por drogas de 9 meses de duración, y luego irá a una “halfway house” durante 3 o 6 meses (una casa de rehabilitación, donde los presos liberados van a vivir después de haber dejado la cárcel, antes de vivir solos). Todavía me parece algo irreal. Lo echo tanto de menos. Necesito verle pronto.
Él está contento y triste al mismo tiempo. No tiene Internet ni nunca lo ha visto. No puede leer todas las historias que se han escrito sobre él, a no ser que yo se las imprima y se las envíe. Si Tim hubiera sido condenado hoy, bajo las actuales leyes sobre drogas, habría recibido una sentencia mucho más corta, y ya estaría fuera”.
Carrie ha puesto en marcha una campaña en Change.org para recaudar fondos que ayuden a Tim a rehacer su vida tras el indulto de Obama.
“Tim es una persona muy positiva y agradecida. Está muy contento y animado. Quiere comer vegetales orgánicos y quiere entrar en una sauna de los nativos americanos, que deberíamos ser capaces de montar en mi jardín trasero. Quiere intentar sudar todas las toxinas que su cuerpo ha acumulado en los últimos 24 años. Lo más probable es que quiera visitar a sus amigos y a la familia, y asistir a algún concierto de Dead & Company. Todo será nuevo para él, así que le tomará algún tiempo adaptarse a la vida en el exterior. Está muy agradecido con todo el mundo que ha firmado su petición en Change.org, y sobre todo con las organizaciones que tanto le han ayudado como FAMM (Families Against Mandatory Minimums) y CAN-Do Clemency, November Coalition y ACLU (American Civil Liberties Union).”
Se trata de otro caso más que demuestra que las políticas de drogas llevadas a cabo hasta el momento en los Estados Unidos han sido un autentico desastre, y que ciertas cosas deben cambiar. Empezando por poner punto y final a la absurda Guerra contra las Drogas y a seguir el camino que están recorriendo ciertos estados con la legalización de la marihuana.
“Creo que el cannabis es una planta inofensiva y que debería ser legal para que todo el mundo pudiera cultivarla y consumirla” nos dice Carrie, la hermana de Tim. “La gran mayoría de gente no la van a cultivar, simplemente la comprarán en una tienda si está a un precio razonable. Con la Guerra contra las Drogas, desde un punto de vista económico, jamás acabarás con la demanda de una sustancia, porque la gente tiene vidas miserables y necesita insensibilizarse con algo. Y donde haya una demanda, habrá una oferta. Así que, ¿quién será el suministrador? Podría ser el gobierno, para acabar con la Guerra contra las Drogas, los asesinatos, y las bandas organizadas, así la gente inocente no tendría que morir innecesariamente. La gente que consume cierto tipo de drogas debe asumir sus responsabilidades personales. La gente debería recibir educación sobre las drogas y sus consecuencias. Y los tratamientos deberían estar al alcance de la gente para poder dejar las drogas si lo necesitan. ¿Qué tal te suena esto?”
Desde Cannabis.es nos alegramos mucho de poder compartir con vosotros este tipo de noticias, y nos encantaría que la sociedad, en especial la norteamericana, se concienciase de este tipo de situaciones (y otras muchas que venimos denunciando desde hace tiempo) para que entre todos, sumando esfuerzos, podamos cambiar las cosas a mejor.
A pesar de las buenas noticias, no debemos olvidar a todos aquellos que todavía no han tenido la suerte de ser indultados por el presidente Obama como Tim Tyler, como el ya mencionado Ross Ulbricht o como Michael Palmer, y como muchos otros más, demasiados…
Ése es el objetivo, hacer que la justicia sea un poco más justa.