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Cerrando Fabric, no se soluciona nada

Cerrando Fabric, no se soluciona nada

Por Alejandra Outomuro

“El superintendente de la Policía Metropolitana de Islington, Stuart Ryan, alegó que mientras el establecimiento siguiese abierto, el riesgo de muerte seguiría latente”.


Ryan Browne y Jack Crossley, 2 chicos británicos menores de 20 años, han muerto por sobredosis este verano en FABRIC, el mítico club londinense, a la vanguardia de la música electrónica desde su apertura en 1999. Estas muertes han desembocado en el cierre cautelar e indefinido del club, y la retirada de la licencia del mismo.

Al tratarse de un club tan conocido, al que asisten miles de personas cada semana, estas muertes han trascendido. Pero cada día hay muchísimas muertes por sobredosis de las que nadie se entera. ¿Por qué? Porque ocurren en lugares anónimos y sin miles de testigos.

A pesar de la poca información que se ha dado sobre estos sucesos, todo apunta a que la sustancia psicoactiva a dosis letal que acabó con la vida de los dos jóvenes fue MDMA. Probablemente porque la composición de esas pastillas contenía el doble de la concentración máxima esperada, o directamente porque no se trataba de MDMA como pensaban, sino de otra molécula mucho más potente e incompatible con la vida de esos dos chicos (¿quizá PMMA?). Estos 2 supuestos no tienen ninguna relación directa con FABRIC sino con las políticas de drogas en ese país y en la gran mayoría del planeta: THE WAR ON DRUGS. La execrable Guerra contra las Drogas, la criminalización y la no regularización; y por tanto el escaso o nulo conocimiento por parte de lxs usuarixs de sustancias psicoactivas de lo que consumen.

Además del estrés asociado al consumo por ser ilegal: que genera en lxs usuarixs patrones de consumo peligroso como por ejemplo una tendencia a esconderse (consumo no supervisado), un uso abusivo («me lo meto todo antes de que me lo quiten«), no controlado (no existían, hasta este verano, servicios de análisis de sustancias en ambientes recreativos, como en la gran mayoría de países) y falta de educación sanitaria sobre consumo seguro (hidratación, alimentación, dosificación, interacciones, reposo…).

Cerrar un club porque se producen dos muertes consecutivas por sobredosis es cerrar los ojos ante un problema de salud pública mundial. No se van a morir menos chavalxs por esta medida. Se morirán en otro sitio y «ensuciarán» menos. Mientras las únicas medidas eficaces (y probadas) en la prevención de efectos adversos y muertes en relación con el consumo de drogas como la REDUCCIÒN DE RIESGOS Y DAÑOS no se establezcan como imprescindibles seguirá habiendo casos así.

En Barcelona, por ejemplo, existen varias salas de consumo supervisado en las que durante más de una década no ha muerto nadie y también existen servicios de análisis de sustancias llamadas Energy Control o Ai Laket!, que te dicen lo que te vas a meter (no lo que “crees” que te vas a meter) y cómo debes hacerlo de una forma segura.

En Londres en particular y en el Reino Unido en general, no existía ninguno de estos servicios, hasta este verano, como os comentábamos antes. Existe consumo de drogas hasta en las celdas herméticas de los condenados a muerte de EEUU, existen criptomercados de drogas en la Deep Web después del cierre de Silk Road a pesar de encerrar a Ross Ulbritch y existirán muertes por sobredosis a pesar de cerrar Fabric, en otros clubes legales o raves ilegales.

No se trata de cerrar sino de abrir. Abrir mentes y recursos que acepten la libertad de consumo y de no morir en el intento.

Y aquí estamos profesionales de diferentes ámbitos dedicándonos a ello y viendo que es posible, sabemos de lo que hablamos. Yo lo haría gratis. Pero les resulta muy caro.

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