Por Drogoteca
Recibo en mi móvil una noticia enviada por mi madre: “Secuestran, dan una paliza y torturan a un ecologista para robarle plantas de marihuana”, publicada por un medio local de Salamanca. Tras comprobar que no se trata de nadie conocido, me la leo con calma y veo que el término “ecologista” en esta noticia es bastante irrelevante a efectos de la razón de la agresión: “para robarle plantas de marihuana”.
Tal vez, donde sí entraría algo más lo de ecologista es en el objeto del robo: plantas de cannabis. Pero no parece relevante que sea ecologista para que le roben, ni serlo por cultivar cannabis o todos los autocultivadores (y los “no-auto”) serían ecologistas.
Miro el nombre de la persona y es Fernando Llorente Arrebola AKA “El Rubio”, y tras hacer una breve búsqueda, veo que tiene un pasado como activista ecologista -incluida alguna denuncia por torturas contra la policía, y ya en los años 80 pertenecía a un colectivo activista llamado KOZ– pero no un pasado como activista ecologista cannábico con lo que el tema del cannabis aquí queda relegado a objeto de interés para los ladrones, y no es un objeto de defensa mediática en la actividad de este señor (en este caso, y sin entrar en las posiciones al respecto que tenga Fernando). Pero al buscar información sobre esto, me topo con titulares de todos los sabores, como este de ABC, siempre tan maravillosos ellos:
“Cinco detenidos por torturar y robar a un ecologista de Podemos en su finca en Extremadura”.
¿Torturar a un ecologista de Podemos? ¿Robar a un ecologista de Podemos? Suena como que dicho ecologista tuviera los planos secretos del proyecto de Podemos para quedarse con el mundo, y le hubieran secuestrado, torturado y robado por ser de Podemos… y no. Era por pasta, era un robo, y en concreto era por dinero y marihuana, porque este señor vive en una localidad de Cáceres a unos 4 kilómetros de la población más cercana (Talaveruela) y se dedica al ganado entre otras cosas, cultivando su marihuana para autoconsumo, como todo hijo de vecino que no tenga ganas de pagar al mercado negro, gris o blanco por lo que puede autocultivar uno mismo (y hasta el Tribunal Supremo reconoce ya como derecho consolidado aunque no regulado adecuadamente).
Los motivos del asalto y el “modus operandi” de los tipejos que lo llevaron a cabo, deja poco lugar a dudas. Primero, iban armados con un TASER (pistola eléctrica) y con un spray de gas para defensa personal, que si lo echas a la cara de una persona, pasa de ser de defensa personal a ataque personal. Se hacen los perdidos “buscando setas” y acuden a esa casa a pedir ayuda. Cuando la persona va a ver qué pasa, zasca: te caen encima los mangantes de turno que van a pegarte el palo.
En este caso, querían hacerle hablar, así que le metieron miedo porque no sólo querían trincar lo que hubiera “a mano”. Habían elegido el momento en función de un par de cuestiones: la maduración del cannabis que Fernando plantaba en su finca y la venta de un rebaño de ganado (en la red se pueden encontrar ofertas hechas en ese campo por esta misma persona). Iban a por dos premios gordos, la pasta que sabían que tenía por haber hecho una venta de ese tipo más el verde cosechado, cuyo valor puede superar con mucho el del dinero y maquinaria robada. Sí, también robaron maquinaria, de esa de la que la mayor parte de la gente no sabe ni el nombre ni qué hacer con ella, pero estos genios si sabían cómo darle salida.
Lo cierto es que muy genios no eran, porque nada más robarle, usaron su móvil para hacer algunas llamadas a personajes de su entorno, dejando ya marcado por dónde iba el asunto. Para más INRI, vendieron el móvil a un 6º detenido -por compra de objetos robados- que fue localizado sin demasiado problema. No es que fueran profesionales precisamente, aunque alguien sin experiencia previa en robos y situaciones de ese calibre no es capaz de abordar esto sin que la cosa acabe mucho peor, para ladrones o agredido. Imaginen la situación en que tras torturar a alguien, un descuido hace que se vea que uno de los agresores es el nuevo novio de tu hija… ¿vas a salir vivo entonces? Mal asunto. Es decir, no eran lo suficiente profesionales como para hacer su trabajo y largarse, porque comentieron errores nada profesionales, pero al mismo tiempo no eran novatos en meterse en líos y casas ajenas.
Todo esto ocurrió hace unos meses, a finales del año 2016 en la época de cosecha. Pero sale ahora en los medios relanzado: ¿por qué? Pues aparte de la relevancia “política” del sujeto, que también colabora escribiendo para algún medio, se ha dado caza -detención- al grupito de asaltantes que cometieron el injustificable acto. Y que nadie diga: “eran chavales que iban a coger un poco de yerba”. No se va a por yerba con un TASER y un spray de gas asfixiante. Iban a robar y es más que probable que llevasen tiempo observando el objetivo. Si saben que el activista era fumador, estaba cantado que era probable que teniendo una finca, plantase su propia yerba. y que esta se suele recoger a mediados-finales de octubre hasta noviembre a finales. El hecho de no limitarse a la yerba y el dinero (cosas fáciles de colocar) y el hecho de haberse llevado herramienta, que como objeto robado es pesado y jodido de ocultar en un simple registro de carretera, habla más de un grupo de paleros “sin mucho cerebro” que pusieron en su mira a un buen hombre que se gana su vida sin molestar a nadie, posiblemente también por encontrarse lo suficientemente apartado de personas que pudieran percatarse de lo que ocurría y acudir en su auxilio en su finca apartada del pueblo.
¿Qué tiene esta historia de especial para que salga en los medios? Aparte de que el agredido era activista y que ahora milita en Podemos, nada más. Es un robo más de los que los cultivadores que nos abastecemos con nuestra propia yerba -cultivada por nuestra mano- tenemos que sufrir. Aquí en la prensa podemos ver varios cada año, normalmente los que han acabado mal, porque muy pocos autocultivadores tienen las cosas tan claras como para ir y poner una denuncia por el robo de unas plantas de cannabis que, le guste o no al policía que tome la denuncia, es tu derecho cultivar si son para tu consumo.
Por eso todos los años tenemos noticias como esta otra: “Otoño, comienza la guerra de la marihuana en Euskadi. En esta época del año, en la que se recoge la cosecha de este estupefaciente, se disparan los incidentes registrados en asaltos a cultivos, así como las incautaciones por la policía”.
Cierto , en otoño siempre tenemos que enfrentarnos a noticias en las que un cultivador se ha visto en la tesitura de tener que defender su cosecha y su casa, porque cuando saltan los muros de tu propiedad 3 personas armadas para robarte, mientras en tu casa está tu familia durmiendo, entiendo que todo lo que hagas es legítima defensa. En ese aspecto, envidio claramente el precepto potente y respetado en los USA que dice “Stand your grounds” o “Mantener en los límites de tu propiedad” y que sirve finalmente para dirimir muchas cargas penales: “¿Si usted estaba en casa de este hombre con una capucha y una pata de cabra, no ve normal que se defendiera disparándole con una escopeta?”
Y resulta que el pueblo usano lo entiende así: si vienes a mi casa a buscar problemas, te meto un tiro. Pero aquí, en España, los que tienen derecho a portar armas son los delincuentes mientras que el ciudadano honrado, que a nadie hace mal y vive a 4 kilómetros de un lugar donde pedir ayuda, se enfrenta en soledad a la vigilancia y ataques de quienes saben que una vez atrapado, no puede hacer nada.
Si en esta ocasión, ataron a un banco, pincharon con algunos objetos a Fernando, y llegaron a amenazarle con cortarle los dedos de una mano con el hacha si no les decía dónde estaba lo que ellos querían (dinero y cannabis)… ¿cuál sería la reacción normal de Fernando si el próximo año ve a 3 tipos merodeando los límites de su finca, está con su familia y tiene una escopeta de caza a mano? Pues es posible que la misma que la mía: cargar la escopeta y salir a cazar hijos de puta, no por el cannabis o por el robo, sino por el peligro que supone “quedarte a verlas venir” y a la espera de que otros, en este caso la policía, resuelva cuando sea capaz (si lo es y siempre a posteriori) el delito. ¿Y si en el transcurso del mismo, tu hijo sale corriendo -intentando huir- y alguien le golpea con un palo en la cabeza, matándole sin pretenderlo? ¿Dejarán con vida al resto de miembros de la familia que son testigos o “de perdidos al río” y les matamos a todos para no dejar nada que nos incrimine?
¿Y todo eso por dinero y una planta, que vale dinero precisamente por estar en un régimen de prohibición que no tiene cabeza y contacto con la realidad social?
Esta vez ha sido una persona con historial de activismo (no cannábico, a menos que se vea) y miembro de un partido político que atrae las miradas de muchos, pero otros muchos son robados cada año (muchos han dejado de plantar, porque no quieren trabajar para ladrones o policía: las dos peores plagas) y se defienden como pueden, arriesgándose por cultivar una planta cuya ausencia de regulación clara está facilitando el trabajo de paleros, ladrones, asaltadores de fincas y chalets, vendedores de material robado y personajes armados para hacer daño con el objetivo de encontrar otro cannábico al que robarle su cannabis, ya que “al ser ilegal” no les van a denunciar.
No sólo la inseguridad jurídica que provoca la ausencia de una ley clara y que resuelva de una vez por todas el asunto. Es la inseguridad de que muchos grandes cultivadores y activistas no quieran poner una foto suya en las redes para “evitar en la medida de lo posible” ser reconocidos y de esa forma ser fijados como blanco para un robo, con el evidente peligro que supone para el cultivador y quien tenga cerca.
Señores legisladores, dejen de estar en la puta parra y resuelvan esto de una vez: no podemos ser extorsionados por sus lacayos estatales armados y al mismo tiempo por las mafias con las que compiten estos. Regulen, legislen, hagan su puto trabajo… que para eso les pagamos.