Bienaventurados los que no se cansan de aprender e incorporar técnicas nuevas a su forma de tocar porque a ellos pertenece el futuro de la música. La precocidad del valenciano Diego García, conocido con el alias de El Twanguero por esa peculiar manera de privilegiar en su música “la guitarra que canta”, para aprender, profesionalizarse, asimilar las distintas aproximaciones a la guitarra en el continente americano y registrar sus álbumes -álbumes extraordinarios, si se me permite el apunte-, le revela como uno de los mejores exponentes del instrumento en nuestro país. Un verdadero prodigio que sigue inmerso en su empeño por “incorporar ingredientes sueltos para aderezar el producto original”.
Tu biografía es la de un tipo precoz, que con 13 años ya toca en su primera banda (Los Beboppers) y con 16 recorre Europa con la segunda (Rock´n´Bordes). ¿Quién se percató, siendo niño, de las posibilidades que tenías con el instrumento? ¿Cuál fue el detonante en el que comenzaste a pensar en dedicarte a la música? ¿Qué músicos te sirvieron como referente entonces y cuáles de estos siguen siéndolo en la actualidad?
Cuando tenía 5 o 6 años descubrí a los Shadows porque en casa había vinilos y me enganchó la guitarra roja que salía en la portada de uno de ellos. Al principio nadie se percató, creo que solo yo. Siempre supe que me dedicaría a ello. Escuchaba a Elvis y a The Shadows y separaba la guitarra de los demás instrumentos. Hoy todavía sigo alucinando con esos discos.
Dices haber desarrollado un estilo peculiar de tocar la guitarra al que denominas “twang”, que parte de la tradición de la guitarra americana del blues, el country o el rock´n´roll y se acerca a las sonoridades de un oboe. ¿Cuál fue el proceso que te lleva a la creación de esta forma de tocar? ¿Has tenido ocasión de contrastar tu forma de tocar con referentes del instrumento de cara a contrastar que no sonara como nadie anterior? ¿Cuál ha sido su impresión acerca del “twang”?
Fue un proceso natural que me llevó como 30 años desarrollar. El “twang” es un sonido que está en la guitarra y también en los cantantes de son cubano, country y muchas músicas de raíces. Es un recurso para que la voz sobresalga entre todos los instrumentos. Ese es el concepto de mi sonido: es la guitarra que canta. No tiene nada que ver con el surf o el country. De hecho, a mí me gusta mucho más el repertorio latino clásico como Arsenio Rodríguez, Piazzolla, Los Zafiros o Atahualpa.
En 2009 recibes la propuesta del cineasta Rodrigo Cortés -con quien ya habías trabajado un par de años antes en la banda sonora de “El Concursante”- para que fueras el artífice del tema principal de la banda sonora de su largometraje “Buried”, con la que logras un premio Goya. ¿Qué conceptos te transmite Rodrigo para que plasmes en dicha canción? ¿Qué proceso sufre la canción desde que brota en tu cabeza hasta que se ve finalmente materializada en el largometraje?
Fue una nominación al Goya. Y el éxito se debe a Víctor Reyes y Rodrigo, que tenían claro lo que querían: un ambiente de “far west” conmigo tocando todo. Toqué guitarras eléctricas, acústicas, banjo, steel guitar y mandolina, para crear un combo de western swing años 40. Yo sólo fui el ejecutante.
Tu tercer álbum “The Brooklyn Session”, que narra historias de la barriada neoyorquina de Williamsburg, se graba y mezcla en un solo día -el 3 de marzo de 2010-. ¿Por qué esta premura para registrarlo? ¿Se trataba de batir algún tipo de récord Guinness, era la única posibilidad de encajar el calendario de los músicos implicados en tu formación de entonces (Tony Mason, batería de Steve Cropper, y Nick Damato, contrabajista de Poppa Chubby), o el propósito era más bien de ahorrar al máximo en costes de estudio?
Estuvimos como 6 meses tocando por la costa este, así que cuando decidimos grabar el disco, nos dimos cuenta que no tenía mucho sentido alquilar el estudio más de un día. En USA es relativamente barato grabar un disco si lo tienes ensayado y los músicos son muy buenos. El último disco “Carreteras Secundarias” lo grabé en 4 horas porque llevaba 5 años tocándolo en directo y ya no podía sacarle más punta.
En 2012 eres invitado a tomar parte en “Sintiendo América”, la gira que emprende Diego “El Cigala”, con quien se fragua una relación tan fructífera que culmina con la aparición, en 2013, del álbum que coproduces, “Romance de la Luna Tucumana”, ganador de sendos Grammy latinos. ¿Cómo recuerdas esta etapa junto a tu tocayo y qué representó para ti a nivel personal? ¿Qué pretendías experimentar juntos a nivel musical y cuál es el balance que haces de esa fusión entre el flamenco y la guitarra eléctrica?
Fue una gran experiencia estar ahí y además estar como artista y productor. Nunca planeamos bien lo que queríamos hacer. Simplemente nos dejamos llevar y el resultado fue muy bueno. Un acercamiento al repertorio del Cono Sur, con el toque flamenco y yo por ahí soltando guitarras eléctricas. De lo mejor que he hecho en mi vida.
En el documental que Javier Pistani te dedicó en 2014, coincidiendo con la grabación de tu álbum “Argentina Songbook”, te refieres a la música como un arte en movimiento, y, de hecho, tu música parte de géneros del pasado pero pretende transformarlos, hacerlos avanzar añadiendo tu particular forma de percibir, sentir y transmitir con la guitarra. ¿Por qué tantas bandas y artistas están empeñados en la actualidad en realizar perfectas recreaciones de géneros del pasado, registrados como entonces sin aportar nada genuino? ¿Está la música quedándose sin ideas o siendo esclava de sus grandes hitos del pasado?
La verdad es que no te puedo dar una respuesta muy clara. Hay muchas propuestas musicales que siguen unos esquemas muy cerrados basados en la tradición: el swing, gypsy jazz, rockabilly, surf rock…Incluso en la estética. No me parece mal, es respetable. Peor me parecen (artísticamente hablando) las bandas “tributo”. Yo bebo de la tradición, pero me siento un artista contemporáneo, de mi tiempo.
En tu reciente álbum, “Carreteras Secundarias”, realizas un ejercicio de estilo de las diversas formas de tocar la guitarra en Estados Unidos. ¿Has encontrado especiales limitaciones para adaptarse y aprender alguna de estas técnicas? Habida cuenta de que has girado en varias ocasiones por California, Nueva York u Oregon, ¿cómo reaccionaba el público local ante tu interpretación de estilos que les eran propios?
Llevo más de 25 años tocando esos estilos y de alguna forma son parte de mí. En USA y Canadá aprecian el arte de la guitarra y no ponen muchas pegas a “si eres de aquí o de allá”. Igualmente, a ellos les suena exótico lo que toco, porque tiene mucho de la tradición española, el tango o el folklore. No soy un “fan” a muerte de Estados Unidos, sino más bien un admirador del continente americano. El siguiente volumen trata del sur, que es donde encontré a los mejores guitarristas que he visto en mi vida (junto a los flamencos).
Asistir a tus directos es hacerlo a un repaso por multitud de géneros que encuentran en el discurso un elemento cohesionador que los liga a todos. ¿Qué acotaciones o líneas rojas te pones para elegir los diversos géneros musicales que conforman tu repertorio? ¿Qué géneros no encontraremos jamás y cuáles, que no hayas tratado hasta la fecha, te tientan de cara a ser incluidos en un futuro? ¿Qué nuevas líneas te propones investigar o sondear en el futuro?
Es difícil plantearse eso en frío. Lo que toco es el resultado natural de haber viajado muchos años por el continente americano y haber estado con músicos de la calle. Hay muchos estilos a los que no me acercaré nunca porque no se trata de eso. No me veo en la India ni en Japón, la verdad, porque son culturas muy lejanas de la mía. Además yo no puedo aprender de todos los estilos. Simplemente me inspiran a probar cosas nuevas y las adapto a mi forma de tocar, que es la misma desde hace 20 años. En realidad no ha cambiado nada. Lo único que he hecho es añadir ingredientes sueltos para aderezar el producto original.
Fotografía: Nia Rosas