Por @RQuiem
Hasta hace poco, como público general estábamos acostumbrados a relacionar el cannabis con sus principales y más famosos productos con efecto farmacológico, THC y CBD por norma general, y por ello con sus efectos más característicos como hambre, sueño, y otros efectos a nivel cerebral más complicados de definir. En otros ambientes, el forense sobre todo, ya se hablaba allá por el año 2000 del THCV (tetrahidrocannabivarin) como marcador para determinar si la presencia de THC en muestras biológicas procedía del consumo de medicamentos como Sativex® o por el contrario del consumo de cannabis1.
Esa fue la primera utilidad de este cannabinoide por razones que resultan bastante obvias si lo vemos desde el punto de vista de su estructura química, no os preocupéis, veréis como con algunos dibujillos resulta muy visual sin tener que haber estudiado a fondo química orgánica.
Entre THC y CBD por ejemplo, la relación entre ambas es sencilla de explicar si nos fijamos en sus representaciones gráficas (Fig. 1). En ellas se ve claramente como la relación de contenido en THC y CBD es modificable por la forma de conservación, secado, estado de madurez de la planta, e incluso por su forma de consumo, por ejemplo debido al calor de combustión .
La apertura es relativamente sencilla en presencia de un poco de humedad o por catalizadores como la luz solar o el calor de combustión. Por esta razón, diferenciar entre diferentes tipos de cannabis en función de su contenido en CBD/THC, como las clasificaciones entre sativa e índica, es hasta cierto punto algo, digamos orientativo, pues basta con dejarlas madurar un poco más o secarlas al sol para que gran parte de ese THC se convierta en CBD. Esto además implica que el origen sintético de ambos, THC y CBD es el mismo y por ello la cantidad de ambos va a estar estrechamente relacionada, es decir, si no hay THC tampoco va haber CBD o al contrario, para tener CBD debe tener o haber tenido THC.
Pues bien, con el cannabinoide que nos ocupa, el THCV y su análogo con anillo abierto CBDV, la cosa es un poco más complicada, pues la diferencia está en la cadena alifática de cinco carbonos del THC y que en el caso del THCV es de tan solo tres (Fig.2). Esto implica que no es posible la transformación de uno en otro, y esto quiere decir que tienen diferente origen, sin entrar a si esto se debe a diferente precursor o a diferente ruta de síntesis en la planta. En este caso además sí que la cantidad de THCV no tiene necesariamente que ser proporcional a la de THC, y permitiéndome una licencia al respecto, ¿esto se está teniendo en cuenta a la hora de usar el drogotest de tráfico? Tendré que buscar información al respecto.
Tal y como se ve en la Fig.2, la diferencia estructural puede parecer en principio mínima, de ahí que sea razonable la posibilidad de falsos positivos en algunos test de detección de cannabinoides. Pero es que además esa mínima diferencia tiene sus consecuencias farmacológicas, para empezar, a nivel químico esa menor cadena alifática implicaría una menor lipofilia, y de hecho así lo podemos confirmar visitando una base de datos como pubchem, dónde efectivamente aparecen dos valores distintos de XLogP3 (este valor nos da idea de su afinidad por medios grasos y acuosos, a mayor valor, más lipofilia, es decir, penetra mejor las capas grasas como las membranas celulares) 7 para el THC y 5,9 para el THCV2. Esto significa que el THC tendrá mejor acceso a nuestro cerebro, pero también necesitará más tiempo para eliminarse del cuerpo.
En cuanto a nivel farmacológico, esta pequeña diferencia tiene consecuencias importantes. Para empezar, el CBDV y el CBD administrados por vía oral en ratas presentaron mayor concentración en el cerebro que el THCV3. Por otra parte, uno de los puntos fuertes de este cannabinoide reside en cierto efecto antioxidante y a nivel de efectos en el circuito del glutamato lo que algunos autores relacionan con ciertas funciones prometedoras en el abordaje del Parkinson4.
Con esto último basta para decir que este cannabinoide es cuanto menos muy interesante pero no tanto en el campo del Parkinson, pues veréis, este cannabinoide activa los receptores CB2 pero a la vez antagoniza los receptores CB15, sí, esto significa que va a tener ciertos efectos contrarios al del THC, ¿por ejemplo? Pues por ejemplo en el apetito, cosa que teniendo en cuenta la brutal epidemia de obesidad que se nos viene encima lo convierte en una molécula clave de estudio pues este efecto contrario al THC en los CB1 centrales provoca la supresión del apetito, tal y como sucede con el fármaco rimonabant5, otro conocido antagonista de este receptor cannabinoide.
En cuanto a los efectos del THC frente al THCV, en 2015 se realizó un estudio piloto que a pesar de sus limitaciones (principalmente el bajo número de muestra), sí que tiene ciertos puntos interesantes6. Se trata de un estudio piloto cruzado, doble ciego (ni los participantes ni los experimentadores saben quién toma la droga y quien el placebo) frente a placebo con diez consumidores de cannabis (en menos de 25 ocasiones) en el que se administró 10mg de THCV oral puro o placebo durante cinco días, y al quinto día 1mg de THC por vía intravenosa.
En el estudio, el THCV no pudo ser diferenciado del placebo, es decir, no se colocaron, pero con la administración de THC sí, pero no produjo ni efectos psicóticos ni afectó a la memoria a corto plazo. En cambio el grupo que recibió placebo, tras colocarse con la dosis de THC sí que vio afectado su recuerdo verbal, lo que nos lleva a imaginar que el THCV tiene cierto efecto, digamos que protector frente a esos efectos no deseados del THC.
Pero ojo, eso no es todo, el grupo que tomó la dosis de THCV previa a la de THC tampoco vio afectado su ritmo cardíaco que produce el THC. Pero claro, esto incluye la pega de que 9 de cada diez participantes notaron subjetivamente que el colocón tras haber recibido el THCV fue “menor” o más “suave”, concluyendo (teniendo en cuanta la pequeña muestra de participantes y las dosis elegidas) que el THCV inhibe ciertos efectos del THC y potencia otros.
Y hasta aquí algunos datos sobre este cannabinoide.
Por otro lado, gracias a su capacidad de suprimir el apetito, ya se empiezan a publicitar irresponsablemente ciertas variedades con alto contenido en THCV para “combatir” la obesidad, lo cual es una condición suficientemente grave como para ponerse en manos de un experto y dejarse de tonterías.
Sobre esto, parece ser que las variedades que sintetizan más THCV (y CBDV, claro) proceden de zonas con temperaturas de cultivo altas y procedentes de Asia, desde Afganistán a Tailandia.
Bibliografia
1) ElSohly MA, Feng S, Murphy TP, Ross SA, Nimrod A, Mehmedic Z y Fortner N. (1999). Delta 9-tetrahydrocannabivarin (delta 9-THCV) as a marker for the ingestion of cannabis versus Marinol. Journal of Analytical Toxicology. 1999 May-Jun;23(3):222-4.
2) https://pubchem.ncbi.nlm.nih.gov/compound/93147
Consultado en Febrero de 2018
3) Deiana, S., Watanabe, A., Yamasaki, Y. et al. Psychopharmacology (2012) 219: 859. https://doi.org/10.1007/s00213-011-2415-0
4) García, C., Palomo-Garo, C., García-Arencibia, M., Ramos, J., Pertwee, R. and Fernández-Ruiz, J. (2011), Symptom-relieving and neuroprotective effects of the phytocannabinoid Δ9-THCV in animal models of Parkinson’s disease. British Journal of Pharmacology, 163: 1495–1506. doi:10.1111/j.1476-5381.2011.01278.x
5) Raffa, R. B. and Ward, S. J. (2012), CB1-independent mechanisms of Δ9-THCV, AM251 and SR141716 (rimonabant). Journal of Clinical Pharmacy and Therapeutics, 37: 260–265. doi:10.1111/j.1365-2710.2011.01284.x
6) Englund, A., Atakan, Z.,Kralj, A., Tunstall, N., Murray, R., Morrison, P., (2015), The effect of five day dosing with THCV on THC-induced cognitive, psychological and physiological effects in healthy male human volunteers: A placebo-controlled, double-blind, crossover pilot trial. Journal of Psychopharmacology. 30 (2), 140-151.