Todos los medios de comunicación se están haciendo eco de lo positivo que conlleva la aplicación de las políticas de drogas de reducción de daños, un enfoque radicalmente distinto a las políticas de drogas centradas principalmente en la prevención, que comenzaron a coger fuerza en la década de los 80 (el famoso Choose life del film de culto Trainspotting).
Esta perspectiva prevencionista está basada en «decir no a las drogas«, y sin ir más lejos, la última campaña de la Fundación Española contra la Drogadicción, venía a promulgar el compromiso con uno mismo a decir NO a las drogas.
En vista de los resultados de esta última campaña, está claro tanto para los Estados como la ciudadanía que este enfoque no es eficaz para nadie. Para la sociedad y especialmente para la juventud, resulta un mensaje disuasorio. O tal como decía Vargas Llosa: “hoy el principal argumento para mantener la actual guerra contra las drogas es la necesidad de controlar la violencia que están ejerciendo las mafias del narcotráfico en contra de los estados y las comunidades”.
Mientras, el prisma de la reducción es tangencialmente distinto. Implica asumir que las drogas existen y que se utilizan desde siempre (alcohol, cafeína, tabaco o tranquilizantes, en primer plano, tipificadas como legales. Por tanto, la mirada sobre el uso de drogas está virando hacia conceptos como la información adecuada respecto a cada sustancia, y la ayuda adecuada para las conductas adictivas, trasladando el plano de actuación desde la vía judicial hasta intervención en salud pública, lo que implica necesariamente la legalización de las drogas y la regularización de las mismas. De esta forma, los usuarios cuya conducta se adictiva o perniciosa acudirían a un especialista formado en la materia que pueda prestarles la ayuda y tratamiento adecuado. Porque la alternativa es adentrarse en unterritorio de ilegalidad donde lo que prevalece es la ley de la jungla, el todo vale, e incluso la adulteración de las sustancias con otras de mayor riesgo para los usuarios. Un mundo subterráneo sin amparo de comportamientos delictivos, en el que nos vemos abocados a cometer delitos con el fin de supervivir en este contexto. ‘La criminalidad es la peor de las calamidades generadas por el narcotráfico. La mejor manera de combatirla es la descriminalización de los estupefacientes y la tolerancia‘.
La coyuntura de crisis que están atravesando EEUU o Canadá con muertes por sobredosis por cocaína o heroína, está abriendo la puerta a abordar este enfoque distinto acerca de las políticas de drogas. Experiencias como la de la Global Commission on Drugs están siendo escuchadas a nivel gubernamental. Como ejemplo, recomendamos ver el artículo: Las Naciones Unidas y la Reducción del Daño.
Recientemente, los comisionados Ruth Dreifuss y Helen Clark organizaron una reunión con representantes permanentes ante la ONU en Ginebra (en las deliberaciones de la Comisión de Estupefacientes de la ONU, CND) para discutir el papel de los preceptos de salud y derechos humanos basados en Ginebra. En este encuentro se destacó la importancia de la contribución de otras entidades de la ONU en el diseño y la implementación de medidas de control de drogas, desde la Organización Mundial de la Salud y ONUSIDA hasta la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. La política de drogas sigue siendo un tema transversal que afecta el programa de trabajo de estas organizaciones e influye en los logros de sus programas y objetivos. Se necesita un diálogo «fructífero y no agresivo« para involucrar a todos los interesados.
México (país que preside la CND), Suiza (estado anfitrión de Ginebra Internacional), Austria (estado anfitrión de la ONU en Viena) y la Comisión Mundial sobre Política de Drogas impulsaron el primer diálogo Ginebra-Viena el pasado 11 de mayo, una cita que contó con la participación de la Comisión de Estupefacientes, la UNODC, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, la Organización Mundial de la Salud y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos.
Por ejemplo, en Portugal, con las políticas enfocadas a la reducción de daños, el consumo de sustancias prohibidas por la población adulta ha disminuido en la última década. El cannabis sigue siendo la más utilizada seguida del MDMA y la cocaína. Su uso es más común entre los adultos de 15 a 34 años. Sin embargo, el empleo de drogas distintas del cannabis es bajo incluso en esa franja de edad.
Los defensores de este modelo en Portugal, basado en la reducción de daños, critican cierta parálisis desde entonces. Se ha retrasado el establecimiento de lugares de inyección supervisados y de instalaciones de consumo de drogas como los existentes en España, la naxalona (para el tratamiento de sobredosis) es de difícil acceso, y aún no se ha puesto en marcha un programa de intercambio de agujas en las prisiones, uno de los lugares donde aún persiste la problemática.
Otro de los debates que se dan en este momento en numerosos países, y sobre todo en países de Europa occidental, como España y Portugal, se centra en torno a la legalización de ciertas sustancias, en concreto, del cannabis. Con Chile en el punto de mira, debido a que ha sido el primer país en legalizar el autocultivo de cannabis para uso estrictamente personal y próximo en el tiempo, el debate se encuentra abierto.
¿Estamos asistiendo un cambio de paradigma en torno al tratamiento de las drogas?
Es un interrogante difícil de contestar aunque es evidente que hay signos palpables de cambio en todo el mundo: la tendencia mundial de la legalización es imparable. Y desde Cannabis.es os iremos contando cada paso en este apasionante camino hacia un nuevo cambio legislativo fundido a verde.
Redacción: Cannabis.es, con información de las fuentes redireccionadas y de Actualidad.rt.com