Benito Díaz
Existen nuevas pruebas científicas que aclaran los nexos que podrían relacionar trastornos de conducta con jóvenes consumidores de marihuana. Un importante estudio barre muchos de los prejuicios establecidos, desgranados en este artículo.
El sector joven de la población es uno de los que merecen mayor atención con respecto a su sensibilidad ante el cannabis. Según un estudio de 2017, en España el 17,1% de la población joven (15-34 años) reconoció haberlo consumido o consumirlo de forma habitual. En EEUU, ya es más común que un joven comience a fumar cigarrillos de marihuana que de tabaco.
Debido a la ola legalizadora del cannabis que actualmente recorre la esfera mundial y concretamente EEUU, están apareciendo nuevos estudios científicos que desmontan teorías apoyadas hasta este momento y que formaban parte del argumentario prohibicionista. El pasado 20 de Noviembre, aparecía publicado el estudio comandado por la catedrática Ivy N. Defoe, en colaboración con la profesora Atika Khurana y la pediatra Laura M. Bethancourt, además del médico Hallan Hurt y el profesor de la Universidad de Pensilvania, Daniel Romer.
El análisis está presentado bajo el título Desenmarañando las relaciones longitudinales entre jóvenes usuarios de cannabis, uso entre pares y problemas de conducta: vínculos de desarrollo en modelos en cascada relacionado con desórdenes y cannabis.
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El enunciado alude al método de creación de patrones en cascada, también conocido como Modelo Secuencial o Ciclo de Vida de un programa. Implica un enfoque de ordenación rigurosa de resultados. Al finalizar, y solo en el momento de superar una exhaustiva revisión, se determinará si el modelo está listo para la siguiente fase. Se trata de una herramienta de investigación cara y que requiere una observación minuciosa, dilatada en el tiempo.
“Es crítico y oportuno examinar los precursores y las posibles consecuencias adversas asociadas con los patrones de consumo de cannabis entre los jóvenes y si estas asociaciones conducen al trastorno por consumo de cannabis”
La muestra elegida para el experimento estaba compuesta con datos del Philadelphia Trajectory Study, un informe de seis fases que comenzó en 2004 con entrevistas a casi 400 niños de entre 10 a 12 años en Filadelfia. Los adolescentes fueron evaluados anualmente de 2004 a 2010, realizando un último seguimiento en 2012 que duraría dos años. El estudio actual, utiliza datos de 364 adolescentes de las últimas cuatro fases de aquel.
Del tratamiento de los datos extraídos por el Centro de Políticas Públicas de Annenberg (Universidad de Pensilvania) se deduce que el consumo de cannabis entre adolescentes no parece conducir a mayores problemas de conducta o una mayor relación con otros adolescentes que fuman cannabis, asociación que investigaciones anteriores habían sugerido como posible.
En realidad, son éstos adolescentes con problemas de conducta existente y cuyos amigos consumen cannabis los que tienen más probabilidades de buscar apoyo en el consumo de cannabis. Y esa «cadena de eventos en cascada» parece predecir el trastorno por consumo de cannabis a medida que los adolescentes se convierten en adultos jóvenes, según este estudio publicado recientemente en la revista Addiction.
En palabras del experto en tratamiento y prevención de desórdenes mentales en adolescentes y coautor del estudio, Daniel Romer, “el consumo de cannabis en sí mismo no parece conducir a problemas de conducta o aumentar la atracción hacia sus compañeros que consumen cannabis”. Argumenta que “estudios anteriores no han podido aislar los efectos del consumo de cannabis en adolescentes”, pero “debido a que tuvimos mediciones durante todo el período de la adolescencia, pudimos desenredar los efectos del uso del cannabis de otras influencias”.
Según las afirmaciones vertidas por la doctora Ivy N. Defoe en Science Daily, “curiosamente, los resultados muestran que no solo los problemas de conducta como el absentismo escolar y el robo predicen el consumo de cannabis, sino que los adolescentes que muestran problemas de conducta también se sienten atraídos por sus compañeros pares-consumidores. Estas afiliaciones predicen aumentos en el consumo de cannabis y, eventualmente, el trastorno por consumo de cannabis, como muestran nuestros resultados”. La doctora Defoe asegura que esto probaría la teoría que sugiere que menores estarían usando el cannabis sin recetar como mecanismo de defensa ante los impulsos que les llevan a tener problemas de conducta. “Para ellos debería existir una terapia de apoyo más saludable”, explica Defoe.
En nuestro país, atendiendo al estudio del Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías de 2017 al que referíamos en el primer párrafo, un 17,1% de la población joven señala haber consumido cannabis o hachís en el último mes. La edad media de inicio en el consumo son los 16 años, en plena adolescencia. Un uso que comienza sin tener información concreta sobre el uso terapéutico y gestión de placeres, más allá de las sanciones económicas, el rechazo social y la persecución de las autoridades.