Benito Díaz
La Asamblea Nacional de Ecuador, tras una votación de 83 contra 23, aceptó reformar su Código Orgánico Integral Penal para acoger el cannabis terapéutico. El pasado septiembre, el legislativo admitió la producción, comercialización, distribución, uso y consumo de marihuana, dentro del orden indicado para una sustancia medicinal en su uso occidental, los medicamentos, pero también en su uso ancestral y alternativo de la planta, que implica el autocultivo y democratiza el acceso, demasiado caro en el caso de los fármacos.
En Ecuador, la ley contemplaba la posesión de hasta 10 gramos para consumo personal, mientras que la venta de cannabis está prohibida. Pero la legalización del autocultivo viene acompañada de la despenalización total de la posesión de flores y derivados cannábicos, siempre en el caso de tener el debido permiso que otorgará el personal médico. También el cultivo asociado bajo licencia de producción, como para las empresas, disipando los temores del movimiento civil. Eso sí, solo un 1% de THC para las variedades.
Antes de la reforma, el código sancionaba con penas de cárcel que variaban entre siete y diez años a aquellos que produjeran o manipulasen el cannabis. Con la reforma aprobada, esta prohibición queda eliminada, a menos que el presidente, Lenin Moreno, llegue a vetarla dentro del plazo estimado. Ahora, la pena por cultivar de forma ilegal, sin credenciales de uso medicinal, pasa a ser de uno a tres años.
El ejemplo dado por otros países latinoamericanos como Chile, Colombia o México, enfrenta ahora nuevos objetivos en el país amazónico, como los retos planteados por la logística y la legislación necesaria para amparar a los enfermos que necesiten estas medicinas.
Voces de alegría se elevan desde el ámbito del activismo, celebrando la medida. Por ejemplo, el abogado Silverio Rodríguez asegura que esta medida es necesaria para luchar contra el narcotráfico en Ecuador: “En América Latina, al menos siete países han aprobado la marihuana con fines medicinales, y solo uno, Uruguay, legalizó su consumo con fines recreativos, convirtiéndose en el primer país del mundo en hacerlo”. Rodríguez afirma que la regularización en aquel país ha servido para arrancar importantes parcelas de poder a los Cárteles de la Droga y que se debe imponer un registro riguroso para controlar el consumo.
La Autoridad Sanitaria Nacional
Considerar el cannabis como terapia implica incluir al sistema público de salud para su control y distribución. En el caso de Ecuador, será su Autoridad Sanitaria Nacional (ASN) quién otorgará las licencias para la producción, procesamiento, almacenamiento y dispensación, empleando un sistema similar al de Uruguay.
Las licencias durarán cinco años y para conseguirlas será necesario ser una persona jurídica, cooperativa u asociación cuyo fin sea la producción medicinal. También será necesaria la presentación de un proyecto que especifique todo tipo de detalles, como el tipo de semilla, con no más del 1% de THC; así como la cantidad de plantas, productos obtenidos, descripción de la línea productiva, etc., que pueda necesitar la ASN.
Los protocolos de seguridad y control externo e interno deberán ser aprobados por el Ministerio de Gobierno y Orden Público. La Autoridad Agraria Nacional se encargará de los controles en cultivos, precisamente en el control de ese 1% de THC. Por último, el Plan de Tratamiento de desechos deberá ser aprobado por los Gobiernos municipales y la Autoridad Ambiental Nacional.
Sociedad Ecuatoriana
“Aún no usamos el cannabis como medicina. Se está tratando de legislar el uso de moléculas derivadas como el Cannabidiol (CBD). No se prescribe ni la planta, ni cigarrillos”, explica Ernesto Carrasco, Presidente de la Asociación Médica Ecuatoriana. “Este compuesto favorece a las personas que presentan cuadros neurológicos como epilepsia, Alzheimer, Parkinson, pacientes con dolores derivados de tratamientos oncológicos, etc”, revela Carrasco en declaraciones al medio El Telégrafo. No en vano, existe una Liga de Familias por el Cannabis Medicinal en Ecuador, que reivindica el uso de estas terapias para aliviar a sus enfermos.
La oportunidad de negocio que significa el cannabis regulado tampoco ha pasado desapercibida para el sector industrial ecuatoriano. Como cuenta en declaraciones Santiago Trejo, consultor de Asuntos Regulatorios para Industrias Sensibles, “la cadena de valor del cáñamo es extensa, tiene más de 50 mil productos. Este cultivo sirve para la reconversión de muchas plantaciones como son el cultivo de bananas o de flores, dando lugar a cosechas especializadas más extensas. Sin embargo, a la industria aún le quedan las tareas de desarrollarse y aprender para aprovechar todos los elementos de la planta”.
En el ámbito del activismo, se felicitan por el paso dado, pero instan al gobierno a “converger en una agenda que permita regularizar y normalizar nuestras actividades relacionadas con el cannabis”. Se trata, dice el comunicado de la plataforma Ecuador Cannábico, de una victoria para todo el movimiento frente a los intereses de empresas transnacionales que plantean que la única forma de aprovisionamiento de la planta es la importación.
El comunicado añade la necesidad de salvaguardar el autocultivo frente a los intereses regulatorios de grandes empresas y valora como victoria la reforma del Código, pese a que reclama al movimiento seguir luchando por el resto de derechos.