Benito Díaz
La empresa abrió sus puertas en 2013 y salió a bolsa tres años después. En 2001, Canadá aprobó la legislación para permitir las terapias con cannabis. Fue una medida que propició que se generase un mercado regulado con el objetivo de proporcionar cannabis terapéutico seguro y de alta calidad. Luego, el 17 de octubre de 2018, llegó la Cannabis recreativa al país y el mercado reventó de accionistas.
Su fundador, Bruce Linton decía en declaraciones a medios económicos: “Cuando comencé la compañía, las regulaciones estaban evolucionando y las intenciones eran claras; ciertas jurisdicciones terminarían con la prohibición. Creamos una cultura donde no habría atajos, ni trampas”. A su salida en bolsa, en Mayo de 2018, sus acciones valían 30.85 dólares. Cuatro meses después, tras su venta a un fondo comercial de bebidas alcohólicas, Constellation Brands, dueña de Cervezas Coronita, no conseguía romepr la barrera de las acciones por 50 dólares y registraba pérdidas de hasta un 60% de su valor.
Las pérdidas en bolsa no han hecho temblar al gigante del Cannabis, cuya estimación de valor total ronda los 58 millones de dólares. En su web, los números están muy claros. No tanto sus intenciones al entrar en mercados extranjeros, como puedan ser todos aquellos países que regulen el Cannabis.
Canopy Growth Corporation
La influencia de la canadiense del cannabis se deja sentir en casi todas partes: Jamaica, donde posee invernaderos y plantaciones llevadas a cabo por “emprendedores de la zona”, Perú, Chile, Brasil, Lesoto, Polonia, Dinamarca, UK, Luxemburgo o Alemania son algunos de los países donde la sucursal de Canopy, Spectrum Therapeutics, desarrolla su actividad. Recordemos que algunas de las marcas comerciales de CGC son Tweed (productos recreativos), DNA Genetics (banco de semillas holandés), Craftgrow (cannabis de producción local), Tokio Smoke (alta gama) entre otros. Los productos desarrollados por la multinacional incluyen desde flores secas, comestibles, bebidas, material para vapear e incluso aceites y concentrados.
La forma de comunicarse de la empresa en su plano internacional trata de representar una empresa joven, dinámica, preocupada por el desarrollo científico y volcada en los tratamientos cannábicos a pacientes que sufren.
Bibiana Rojas, representante de Canopy Growth en Colombia, afirma en declaraciones a Caracol Radio que la empresa busca “transformar el país, creando puestos de trabajo, ejecutivos, empoderando mujeres…”. “Contratamos de modo indefinido a antiguos trabajadores del arroz, les proporcionamos todas las prestaciones de ley, vacaciones, plan sanitario y dental… En nuestra empresa pensamos que el bienestar debe empezar en casa, seguir con la comunidad, con la nación, etcétera”.
Otra estrategia de la empresa al respecto de su imagen es la de añadir famosos del mundo de la música en su cartera de clientes, por ejemplo, Snoop Dogg, Drake o Martha Stuart, que ya prestan su voz a esta marca comercial.
Ni una palabra sobre activismo o relaciones con mandatarios de salud o con los sistemas de salud pública de los diferentes países donde operan. Nada sobre cómo Canopy Growth arrasa con las licencias de las empresas de los países donde se establece, adquiriendo directamente las empresas con sus permisos en lo que podría ser considerado como una práctica monopolística.
Canopy Growth en España
España no debería ser un lugar atractivo para una empresa que opera con un material que está prohibido en la actualidad. En nuestro anterior artículo sobre la compra de CBD, nos señalaron en varias ocasiones que el límite del 0,2% de THC está establecido únicamente para el cultivo de cáñamo industrial, dejando fuera el cultivo de cannabis o marihuana, así como no reconociendo la ingesta de las flores o extractos procedentes del cáñamo legal, aunque se comercialicen para otros usos.
La concesión de licencias en nuestro país es un tema oscuro y complicado. Solo cuatro empresas tienen el beneplácito del Estado para llevar a cabo sus cultivos y exportar sus materias primas a lugares con legislaciones que así lo permitan.
El hermetismo y el posible tráfico de influencias al respecto nos conduce a la única empresa que posee tanto licencia para cultivar Cannabis como Opio: la farmacéutica Alcaliber. El monopolio de los estupefacientes hasta ahora dirigido por la familia Abelló tiene desde 2019 a un fondo de inversiones como dueño con toma de decisiones, el británico GHO, con un 60% de la participación, si bien Juan Abellló conserva el 40%. La propia página web de CGC señala las oficinas de Alcaliber en Madrid solo como colaborador o partner, un requisito necesario para lograr la licencia que obtuvo en 2016.
Cáñamo y Fibras Vegetales SL. (CAFINA) era una pequeña empresa de Cáñamo industrial sita en Callosa de Segura, Alicante. El 18 de abril de 2019, CGC anuncia su compra como primera adquisición en el mercado español. En este caso, la empresa comunicó su objetivo de expandir la capacidad de producción, en conjunto con cultivos en Dinamarca y Alemania. Hoy en día, encontramos que esta sociedad unipersonal limitada posee un capital social de 77.044 euros para un personal de menos de cinco empleados.
CAFINA tiene permiso para cultivar y producir cannabis con más del 0,2% de THC con intención de comercializarlo en el ámbito farmacéutico o exportarlo. Y lo mismo ocurre con Alcaliber.
Supuesto Activismo
La presunta higiene comercial de CGC llega hasta el punto de reclamar el activismo en su propia organización. Uno de los organizadores de la estrategia canadiense en los primeros años, Adam Greenblatt, asegura en declaraciones al medio Frank and Oak: “Me gustaría ver que otras compañías se centren tanto en la responsabilidad social como nosotros. […]Hemos destinado $ 20 millones a proyectos de desarrollo comunitario en los próximos cuatro años, específicamente para iniciativas de responsabilidad social. También acabamos de lanzar una iniciativa con Mothers Against Drunk Driving y UBER, y lanzamos una campaña Don’t Drive High en torno a la conducción con problemas con el Cannabis. También hemos puesto $ 2,5 millones de dólares a la Universidad de Columbia Británica para una cátedra de cannabis. Diría que, en comparación con nuestros pares en la industria, nuestra participación en el frente de responsabilidad social está a pasos agigantados por delante de todos los demás”.
Estas propuestas a título privado no contentan en absoluto al activismo cannábico. Voces cercanas a la Confederación de Asociaciones (CONFAC) aseguran que no se sabe nada en absoluto al respecto de la implicación real con la sociedad por parte de CGC. Se preguntan al respecto de su modelo productivo, su sostenibilidad y desarrollo. También les gustaría saber sobre la posición de la empresa en cuanto al autocultivo, punto crítico en una regularización integral. Su falta de solidaridad con los círculos sociales, su implicación en la no-reducción del mercado ilícito allí donde operan o por qué no han establecido un protocolo médico para que sus productos sean distribuidos por la Seguridad Social, son otras de las cuestiones a resolver.
Cannabis.es ha intentado ponerse en contacto con CGC, de la que no ha recibido respuesta alguna.