Benito Díaz
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define los Derechos Humanos como “derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición”. Entre ellos se incluye el Derecho a la Vida y a la Libertad; a no estar sometido a esclavitud ni a torturas, a la libertad de opinión y de expresión, a la educación, al trabajo, entre otros.
Para conocer la relación entre Cannabis y DDHH consultamos con Constanza Sánchez, Directora de Ley, Política y Derechos Humanos de ICEERS. El International Center for Ethnobotanical Education, Research and Service (ICEERS) se describe a sí mismo como “organización sin fines de lucro dedicada a transformar la relación de la sociedad con las plantas psicoactivas”. Además, asegura su compromiso con problemas fundamentales “que resultan de la globalización de las prácticas relacionadas con la Ayahuasca, la Iboga y otros etnobotánicos”, como el cannabis. Sánchez es politóloga y Doctora en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales.
“Consumir Cannabis no es un Derecho Humano por sí mismo”, nos explica. “Se trata de una reivindicación política basada en esos derechos, universalmente reconocidos, inherentes a todos los seres humanos, sin distinción. Estos derechos son universales, independientes, inalienables… nadie puede desproveernos de ellos y los Estados deben garantizarlos. Son obligatorios. Existen varios grupos para su organización, tales como Derechos Civiles, Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En el primer grupo tenemos, por ejemplo, Derecho a la vida, de Expresión y de Reunión. En el segundo, Derecho a Trabajar con Justicia, Derecho al máximo nivel de salud y otros”.
Cannabis y derechos humanos
Sánchez explica que la conexión entre Cannabis y DDHH se pueden encontrar en la aplicación de estos derechos, tales como el Derecho a la Salud de pacientes. También en el Derecho a la Investigación, que garantice el conocimiento frente al ostracismo, y a la participación en sus beneficios, pues hay también privación forzosa de los cultivos, una riqueza económica, ambiental y personal legítima. “Una persona no pierde sus derechos por ser consumidora de Cannabis”, comenta Sánchez en una aportación clave. Reclamar el derecho a la propia identidad y a la libertad cultural son otros puntos a tener en cuenta al evitar que la prohibición amase el desarrollo de nuestra personalidad.
Papel mojado
La aplicación de estos derechos no es tarea fácil, ni vinculante, como evidencia el inhumano trato actual a refugiados, aunque nada tenga que ver con el cannabis. Según Sánchez, los Estados no hacen lo suficiente para garantizarlos ni promocionar su desarrollo. Por ello, de cada tratado surgen órganos específicos para vigilar su ejecución y evolución. “En perspectiva, hay muchos DDHH que se incumplen, pero en general existe un gran avance en materia de Derechos”, comenta Sánchez. Otra fórmula de vigilancia es mediante el Examen Periférico Universal, el cual, cada cuatro años revisa la aplicación de los DDHH.
Para vigilar su aplicación y composición, se conoce la figura de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, así como los acuerdos y pactos en Derecho Internacional. “Todo esto forma parte de la Carta de Derechos Humanos, así como sus ampliaciones, declaraciones, documentos sobre temas o colectivos específicos, como la Declaración de los Derechos del Niño, por ejemplo”, afirma la politóloga.
¿Derecho a algo prohibido?
“No sé si existe un conflicto a nivel escrito entre las leyes de la ONU y las Españolas. El hecho es que el cannabis está prohibido, lo que puede dar lugar a transgresiones del Derecho Internacional. Se deben asegurar las garantías procesales, como son el derecho a un juicio justo y a penas adecuadas a los casos. En general, las penas aplicadas en España son bastante desproporcionadas. Se aplican sanciones administrativas y la Ley Mordaza a muchos usuarios. En mi opinión, el tema del cannabis no está a la altura de otros temas en su tratamiento, tales como la Memoria Histórica o las personas desplazadas en el Mediterráneo”.