Benito Díaz
El desarrollo de la industria del cannabis no podría darse sin el cultivo masivo de la planta. Nos referimos a plantaciones que ocupan cientos de hectáreas, bien sea al aire libre o bajo invernadero. Gracias a las aportaciones técnicas y biológicas en botánica actuales, la creación de este tipo de explotaciones se está convirtiendo en un negocio muy rentable. Sin embargo, sigue siendo una forma de agricultura que puede utilizar medidas drásticas para maximizar los resultados en el corto plazo, tales como el uso de sustancias químicas en suelo y agua de riego. Por tanto, ¿cuál es el coste medioambiental del Cannabis Industrial?
Países con regulaciones específicas al respecto ya han empezado a promover negocios cuya base es la plantación, recolección y procesamiento de productos relacionados con el cannabis. Encontramos naciones cuyas normativas son permisivas, como Uruguay, que cuenta con sus propios campos, o Canadá, que busca lugares en el extranjero donde llevarlos a cabo. También otros enclaves como México o Colombia, con reglamentaciones que avalan el uso del Cannabis Terapéutico, han encontrado el camino del Cannabis Industrial.
Pese a que gobiernos y entidades privadas se esfuerzan para establecer protocolos de actuación y buenas prácticas, el cumplimiento de éstas puede verse comprometido en muchas situaciones.
Miguel Gimeno es asesor y divulgador cannábico. Ha aconsejado a varias empresas sobre cómo establecer sus explotaciones, intentando minimizar en lo posible su huella ecológica.
Cáñamo Industrial vs Cannabis Terapéutico
“Deberíamos distinguir entre estas dos vertientes, pues son dos tipos de cultivos distintos”, explica Gimeno. “Aunque ambas son producidas de forma extensiva y legal, el cultivo neto Industrial se refiere a la explotación del cáñamo que todos conocemos. En este tipo de cultivo, se busca la producción de fibras, biomasa y otros derivados, para elaborar textiles, materiales de construcción, etcétera. Por otra parte, el cultivo con objetivo terapéutico, prioriza la generación de flores, de plantas hembras. Esto es necesario para la extracción de cannabinoides para la elaboración de productos terapéuticos cannábicos, como el CBD y otras sustancias”. Las técnicas de regadío y abonado para estos dos cultivos son distintas, además, la cosecha del cáñamo apenas necesita permisos legales, si se compara con la del cannabis terapéutico.
En España, no obstante, el CBD se extrae en muchas ocasiones de la flor del cáñamo bajo el subterfugio legal de que la extracción no se hace del cogollo, la parte fiscalizada, sino de las hojas adjuntas. Tras esto, como su cultivo no está previsto para el consumo humano, su venta debe realizarse como sustancia aromática si se trata de la flor, suero cutáneo para el aceite o coleccionismo en el caso de semillas y hachises.
Requisitos
La experiencia de Gimeno en el asesoramiento de empresas puede darnos una idea de cómo se monta este tipo de negocio y dónde pueden estar los puntos conflictivos.
“En primer lugar se ha de establecer un contrato con el cliente, donde se estipulen las cantidades, plazos, la necesidad de las licencias y certificados. Los objetivos de producción deben estar claros desde el principio”, comenta Gimeno. “Después, se pueden establecer los patrones de cultivo, la ocupación de metros cuadrados o de hectáreas, atendiendo a un 40% de posibles desfases. Es necesario proponer cláusulas para llevar el cultivo a buen término sin que te hundan. En agricultura suelen pasar estas cosas, así que cobramos un porcentaje por adelantado”.
Gimeno continúa con la necesidad de contratar a gente conocedora del campo, agricultores con experiencia y gente con titulación, experta en cuestiones técnicas para llevar un diario de producción detallado y explícito.
Es necesaria la prevención de riesgos laborales para los trabajadores, para lo que es necesaria formación en estos ámbitos. Además, se necesita garantizar la protección del cultivo, dadas sus condiciones específicas. Esto significa inversión en medidas de seguridad y en la creación de un equipo que se encargue de este menester.
El establecimiento de una infraestructura dotada de zonas de floración, secaderos y la dotación de equipamientos para el procesamiento de la cosecha y su almacenamiento, también puede ser necesario. “Sistemas de deshumidificación y ventiladores, pueden asegurar que no se produzca putrefacción en las flores”, asiente Gimeno.
Huella ecológica
“Todo produce huella. La cosa sería compensarla o intentar diluirla, aunque es casi imposible llegar a una huella 0”, expone Gimeno. “Los puntos más contaminantes vendrían determinados por las exigencias de la empresa o la industria farmacéutica. Por ejemplo, se incide mucho en que las plantas hayan sido cultivadas sin usar herbicidas ni metales pesados”. Miguel nos refiere a los certificados de buenas prácticas, como el internacional GMP (Good Manufacturing Practices) y a las normativas nacionales de la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR).
Los puntos más preocupantes, podrían ser la iluminación del cultivo, cuya energía podría provenir de fuentes tales como los combustibles fósiles o la nuclear. También el transporte y el envasado, que generarían gases contaminantes y residuos plásticos a su paso. Como nos dice Gimeno, “todo lo que no es la planta es susceptible de contaminar”.
“La industria farmacéutica pide que las plantas estén libres de todo. Para eso, se tendría que llevar a cabo un cultivo en invernadero, que ya estaría forzando el medio ambiente. Sin embargo, esto evitaría polinización cruzada. Hay estudios que demuestran todo lo que puede caer del cielo en forma de lluvia o transportado por el viento, que tanto puede aportar nutrientes como contaminantes”, afirma el asesor.
Mitigar la huella ecológica
Gimeno tiene claro que se debe “nutrir el suelo y no la planta”, como ya nos aconsejó en anteriores ocasiones. Recomienda seguir el modelo de la Agricultura Ecológica. Se trata de un tipo de explotación agrícola autónoma, sustentada en la utilización óptima de los recursos naturales sin utilizar productos químicos, sintéticos u organismos genéticamente modificados, ni en abonos ni en plagas, logrando obtener frutos orgánicos a la vez que respeta la fertilidad de la tierra y el medio ambiente.
El experto recomienda extender la práctica de fijación de nutrientes por microorganismos o nutrición microbiana. “Las plantas, al alimentarse, producen bloqueos de otras sales que no se encuentran en la forma que pueden aprovechar. Así, se acumulan y no interactúan con ellas. Los microorganismos los procesan y resuelven estos atascos, poniendo el alimento a disposición de las plantas. Esto evita el lixiviado de los nutrientes. Además, puedes cultivar tus propios microorganismos y usarlos. Pero eso no suele interesar a la industria”.
Gimeno también apuesta por la colocación de paneles solares y el reciclaje de sustratos. “ Necesitamos buscar sustitutos que sean renovables, para no dañar formas de vida y enclaves naturales en busca de nuevas turberas”. Señala como alternativa a la turba, el coco y pide más inversión en investigación, pues “nunca es suficiente”.
Miguel Gimeno dirige actualmente una página web y organiza jornadas micológicas por toda España, entre otros proyectos. Si te interesa su trabajo, puedes consultarlo en este enlace.