Arnau Alcaide
El estudio Poblaciones ocultas y desinteresadas: claves metodológicas y asuntos sin resolver del estudio de las asociaciones cannábicas muestra el efecto de la prohibición sobre la investigación y arroja consideraciones a tener en cuenta a la hora de estudiar a las poblaciones asociadas para el uso del cannabis. Entrevistamos a Òscar Parés, subdirector de ICEERS e investigador partícipe en el estudio de los Clubes Sociales de Cannabis por Europa, cuya investigación se ha analizado entre otras para esta que versa sobre la metodología de aproximación.
La investigación se centra en cómo alcanzar las poblaciones ocultas por los diferentes efectos de la prohibición, principalmente derivados del temor al estigma o a la criminalización. Para ello trata la necesidad de entender las características que definen a la población usuaria de cannabis, para la que cabría diferenciar perfiles, y sus contextos, principalmente la prohibición con distintos niveles de represión. Sus atributos se presentan de forma ambigua con oposiciones como apatía y activismo, que reconocen presentes en investigaciones como en la que el mismo Parés ha participado.
Valora las compensaciones que se podrían ofrecer para alcanzar a la población objetivo y descartan las monetarias porque consideran alterarían la muestra hacia una mayor representación de la población con menos recursos. Además, advierte de que la motivación hacia participar en la investigación proviene de la comprensión de necesidad de investigación, a la que es característico abrir todas las puertas, al valorar que es un trabajo que va a reforzar los argumentos del activismo, por lo que habría que estudiar otras vías de compensación para el estudio de los CSC en aquellos lugares en los que ya se ha legalizado. Estas vendrían del intercambio de formación en reducción de riesgos y daños por acceso a trabajar con la población usuaria desde la investigación.
Motivo del estudio
«Más que hacer una investigación concreta, es otro tipo de estudio», adelanta el filósofo y antropólogo, máster en drogodependencias. «Sobre metodologías del estudio, concretamente. Esto no es lo más habitual. O, si lo es, se empieza a hacer cuando ya hay estudios previos más individualizados y específicos que revisar», un estadio de la investigación que se alcanza ahora con la presente.
«La motivación es extraer conclusiones sobre barreras, limitaciones y desviaciones, que se presentaban en los diferentes estudios de los CSC por todo el mundo, y reflexionar sobre cómo mejorar los métodos», explica Parés. «La gracia de esta investigación es que da vueltas a aspectos aparentemente sencillos que ocurren al acercarse a la población asociada, pero que en realidad son fenómenos complejos y poliédricos».
Según nos expone, la dificultad de la investigación para acceder a las asociaciones cannábicas puede surgir de flancos inesperados tales como que investigar a una «facción» dentro del grupo de interés, las personas asociadas, repercuta sobre la voluntad de otra facción de participar. Y estas facciones no tienen por qué ser grupos formalmente distinguidos, a veces se encuentran en grupos aparentemente uniformes, como habitualmente se cree de la población asociada. «Todas estas reflexiones pueden reducir las desviaciones de la investigación. En esto es en lo que consiste hacer investigación cualitativa y cuantitativa, combinando cualidades con la estadística de las cifras recabadas. Si no existen estas investigaciones seguiremos arrastrando interpretaciones erróneas; una situación común de las prácticas estigmatizadas o al margen, común para las poblaciones del cannabis», advierte Parés.
¿Quién participa?
«Como yo ya había colaborado, lo que hemos hecho ha sido juntarnos de manera aislada quienes habíamos estudiado los clubes, revisando esas investigaciones todos juntos», comenta. «Hay ocho estudios de países diferentes en los que se basa esta investigación metodológica».
¿Qué resultados ofrece?
«Cada vez que individualmente abordábamos el fenómeno, encontrábamos muchas dificultades. La población está oculta, no hay información, ni siquiera una definición de lo que es exactamente un club de cannabis. Puede que solo en Uruguay exista semejante definición, y esta proviene de la legalidad. Y no porque sean legales, no obstante, es fácil investigarlas, porque en Uruguay no han participado apenas», reflexiona. Esto es debido a la motivación cambiante al legalizar, que proviene tanto de una nueva situación en la que no se necesita del activismo legalizador como del estigma en una legalización corta, que no fomenta la participación en la investigación, nos razona. «Hace falta conocer y abordar estas dificultades. Podemos decir que la población está oculta, pero si somos más críticos veremos que es una población estigmatizada y criminalizada, y esta es la razón por la que no participa en los estudios».
«Lo que va mejor es el trabajo de campo. Recuperar esta rama antropológica que recrea experimentos en situaciones naturales, que, aunque no dejen de ser artificiales, se acercan mucho más a la realidad que la presentada hasta la fecha en laboratorios. Los estudios de drogas en laboratorio han sufrido muchas desviaciones porque el mundo real estaba fuera y no se hacían las investigaciones necesarias», nos hace ver Parés.
«Esta investigación pone de manifiesto que cuanto más trabajo de campo hagas, más conozcas y te acerques, más reduciremos las desviaciones. Valora el conocimiento humanístico y la cercanía a la realidad que sus resultados pueden ofrecer, siendo más explicativos y con menos error. Se aboga pues por investigar con método naturalístico, haciendo trabajo de campo que acerque a personas expertas a ámbitos que habitualmente desconocen. En la investigación sobre drogas se han estado dando la razón sin mirar hacia fuera del laboratorio», critica.
«La mayoría de clubes aquí [en España], si te diriges a ellos con ética y transparencia, están mas que dispuestos a participar en los estudios, pese a que sufren problemas de falta de regulación». Lograrla sería su motivación, pero una «realista, moderna y basada en derechos humanos; no una prohibición 2.0», pues el problema que encontramos cuando se legaliza en corto es «una población vulnerable, estigmatizada, y, probablemente por eso, oculta».
«Cuando fuimos a Uruguay y nos encontramos con solamente una participación de 15 de los 90 clubes preguntados nos planteamos qué fallaba, siendo allí legal. Y al rascar, ellos no pueden hacer ningún tipo de promoción o publicidad por ley, por lo que son reacios a la participación pública que de alguna manera se les prohíbe. Esto nos indica que mientras en la legalización haya vestigios de prohibición, como el estigma, la transparencia no será la bandera principal de la población cannábica, que permanecerá oculta a la prohibición. Quid pro quo. Lo que ofreces, recibes; si haces una legalización corta, no accederás bien a la información«, concluye.