Benito Díaz
El parlamento de Marruecos en Rabat dio el visto bueno a la regulación del cannabis con objeto terapéutico e industrial. Fue el pasado 15 de junio, cuando se aprobó la medida, con un resultado de 61 votos a favor y 26 en contra. Se espera que la ley ampare a pequeños y medianos agricultores, promoviendo a su vez una progresiva legalización de sus cultivos, lejos de la influencia de las mafias y narcotraficantes.
Otro de los objetivos de Rabat se centra en la inclusión y competencia en el mercado del cannabis a nivel europeo, aprovechando la apertura hacia la planta de países como Alemania, Holanda, Suiza, Portugal, etcétera. La propuesta solo contempla el cannabis con uso industrial y terapéutico, por lo que su uso recreativo y las plantas productoras de más de 0,02% de THC seguirán siendo ilegales cuando no respondan al uso farmacológico o medicinal.
El proyecto
El esfuerzo regulatorio en Marruecos no es nuevo. Se remonta hasta 2009, cuando Fouad Ali el Himma comenzó a recibir apoyo entre los políticos marroquís a su propuesta de cambiar la imagen de “droga peligrosa” del cannabis en su país para convertirla en un “remedio herbal tradicional”, como sería más acorde en una de las naciones con mayor producción de cannabis del mundo. Se reclamó un debate nacional y la reducción de penas para los productores. En 2014, el partido PAM propuso un proyecto que mantendría la prohibición, pero otorgaría licencias y regulación para productores de derivados del cannabis lícito.
La salida del Cannabis de las listas de sustancias restringidas de la ONU, animó a las señorías a tomar por fin la decisión de legislar. Aunque aún se sabe poco del contenido del proyecto, fuentes de Reuters apuntan a la creación de una agencia nacional para controlar la producción, transporte y ventas. Estudios presentados en el Congreso, estiman que unas 400000 personas y 60000 familias viven de estos cultivos en las zonas occidentales del país. Se trataría sobre todo de pequeñas propiedades, menores en extensión a una hectárea. En relación a esto, la ley plantea perseguir a quiénes distribuyan fuera del circuito oficial y organizar a los cultivadores en cooperativas.
“La temporada de cosecha tiene lugar en junio y julio. El proceso de elaboración del hachís, en septiembre. El traficante viene a comprar la producción del agricultor, ofreciendo el precio que a él le viene mejor. El agricultor es pobre y esta planta es lo único que crece por aquí, porque hace demasiado frío. La tierra no es apta para cereales, no es lo bastante fértil y solo tenemos pequeñas parcelas de este sustrato”, explica un cultivador marroquí que prefiere mantener el anonimato ante los micrófonos de France 24. Mohamed el Mourabit, agricultor, asegura tener miedo de las mafias y pide al gobierno que establezca industrias legales para la transformación del cannabis y su aprovechamiento para su uso medicinal, empleando mano de obra local.
El ministerio de Interior marroquí presentó estudios económicos que aseguran un gran volumen de negocio en Europa, alcanzando 20.800 millones de euros en 2028.
Historia
A lo largo del tiempo, el Cannabis ha sido utilizado en Marruecos de forma tradicional, como condimento en comida, usadas sus fibras en la elaboración textil, incluso en eventos religiosos de algunos cultos musulmanes. Es solo a la independencia del Protectorado cuando se prohíbe el consumo de marihuana, sobre el papel. De manera extraoficial, el cultivo de Cannabis tradicional se ha seguido practicando en el norte del país, sobre todo en las orillas del río Riff y en las montañas del Alto Atlas.
Tras la internacionalización del producto en 1960, mediante la inclusión del turismo hippie que entraba en el país buscando paraísos del Cannabis, el consumo que antes se producía de forma local creció hasta tener que abastecer a naciones enteras. De esa forma, los pequeños cultivos crecieron de forma exponencial. También se refinaron las técnicas de elaboración, maximizando la rentabilidad para unas zonas que siempre se mantuvieron deprimidas en su economía. En 1970 ya había redes de tráfico organizado para transportar el producto por toda Europa, en competencia directa con Líbano o Afganistán, que quedaron eclipsados por la capacidad productiva de Marruecos tras sufrir sendas guerras civiles.
Entre 2003 y 2010, con los cultivos tradicionales asentados ya a la vista del pueblo, se intenta repetir la experiencia de prohibición llevada a cabo en 1956. En consecuencia, de un estudio de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), en el que se contaron cerca de 135000 hectáreas dedicadas al cultivo de Cannabis, Rabat emitió un dictamen para la erradicación a gran escala de las plantaciones del país. Las protestas y revueltas violentas por parte de las tribus rifeñas por la defensa de lo que reivindicaban como su único sustento, dieron con la represión del ejército marroquí y redujeron aquellos cultivos de forma notable. Con el tiempo, el debate sobre la Cannabis ha dejado de ser un tema conflictivo para establecerse en algo normal y que cuenta con apoyos entre la población, frente a la oposición de los partidos políticos conservadores islamistas.
Cuestión ecológica
No solo los temas legales y económicos pueden ser de preocupación para el ejecutivo marroquí. Los cultivos de Cannabis en las zonas del norte del país, ya han desplazado cultivos de hortalizas o frutales. Además, su cultivo exige un regadío que aumenta año tras año, al utilizar simientes que no están adaptadas a los rigores de la tierra que ocupan. En zonas y localidades como Bab Berred, en territorio Tánger-Tetuán- Alhucemas, la sequía se recrudece en cada cosecha.
La deforestación de especies autóctonas en las zonas de montaña, acabando con especies lugareñas como el Cedro del Atlas o el abeto del Rif, motiva también la desertificación del terreno y su aridez, que podrían dar lugar a desprendimientos y corrimientos de tierra. A este respecto, uno de los objetivos marcados en el proyecto es “frenar los cultivos ilícitos que destruyen el medio ambiente”.
Para un país que alberga una cantidad enorme de culturas y formas de pensar, el reto de la regulación del cannabis plantea auténticas montañas de obstáculos y dudas que tendrán que ser salvadas en pos de una buena oportunidad de negocio.