Benito Díaz
El Diario Internacional de Políticas de Drogas ha publicado un estudio científico que revisa y actualiza una serie de pautas que podrían ayudar a consumir cannabis desde el enfoque de la reducción de riesgos. El documento reúne tanto pautas para el consumo de cannabis de uso adulto como consejos finales para jóvenes y grupos de especial vulnerabilidad.
La novedad del informe se basa en la primera aparición de unas guías de consumo apoyadas por una publicación de rigor científico. Además, la mera publicación de esta guía revela un cambio de pensamiento en cuanto a la necesidad de establecer un foro de información al respecto del cannabis legal, en este caso a nivel mundial, donde existen unos 200 millones de personas que acceden a esta sustancia.
El estudio, informa en todo momento que puede darse un consumo problemático del cannabis entre adolescentes y adultos jóvenes (15-25 años), grupo en el que la prevalencia de uso es del 25% o más, según las regiones, siendo a menudo mayor que el consumo de tabaco. El texto también ahonda en los posibles daños previsibles de un consumo agudo y continuado en el tiempo, que incluirían deterioro en habilidades cognitivas, de memoria y psicomotoras, mayor probabilidad de accidentes de tráfico o deterioro del funcionamiento neurocognitivo y psicosocial, así como problemas de salud como afecciones respiratorias, reproductivas, cardiovasculares y gastrointestinales.
El tratado especifica que la mayor parte de los problemas derivados del consumo de cannabis se da en pequeños grupos de especial vulnerabilidad, como adolescentes y hombres jóvenes, mujeres embarazadas y personas con predisposición a sufrir patologías mentales. Concentrados aquí bajo el nombre de “consumidores de alto riesgo”, donde hasta la mitad de estas personas desarrollarían algún tipo de problema, también explica que tan solo un 2% de las personas que usan cannabis (PUC) llegan a encontrarse ante un problema de salud mental.
“Las probabilidades basadas en la población de que PUC experimenten muchos de los otros resultados de salud adversos identificados asociados con el cannabis (p. Ej., Problemas cardiovasculares, reproductivos, pulmonares) son incluso menores”, asegura el personal científico al cargo de la documentación. “Además, a excepción de las muertes por accidentes automovilísticos relacionados con el cannabis, el consumo de cannabis prácticamente no contribuye directamente a la mortalidad, especialmente en comparación con las altas tasas de mortalidad del alcohol y el tabaco”.
El dossier también demuestra que la regularización del cannabis ha traído productos de mayor calidad, pero también es necesaria una mayor concienciación por parte de las PUC, dado el incremento exponencial de jóvenes que pueden verse involucrados, dando un enfoque preferente a cuestiones de reducción de riesgos, protección de la salud pública y promoción de información fiable y contrastada.
Las guías
Las recomendaciones del grupo científico se basan en el sentido común y tienen en cuenta realidades como los modelos de regulación implantados en muchos lugares del mundo, mencionando los ejemplos de Uruguay, Canadá, México y EEUU. Así, las pautas han sido divididas según su grado de evidencia. En el caso de que la evidencia sea “ninguna o insuficiente”, querrá decir que no existen estudios de buena calidad. Pasaríamos de esta forma a evidencias “limitadas”, “moderadas” o “sustanciales”, para llegar a evidencias “concluyentes” que tendrían el máximo grado de calidad, “sin hallazgos opuestos creíbles, y que pueden llevar a conclusiones firmes”.
El cuadro de recomendaciones se inicia con un precepto general que indica que cualquier PUC “debe saber que no existe un nivel universalmente seguro de consumo de cannabis; por lo tanto, la única forma confiable de evitar cualquier riesgo de daño por el uso de cannabis es abstenerse de su uso”. Esta evidencia es concluyente.
En primer lugar, “el inicio del consumo de cannabis debe retrasarse hasta después de la adolescencia tardía, o la finalización de la pubertad, para reducir las vulnerabilidades de daño relacionadas con el desarrollo”. Segundo, “PUC debe usar productos de cannabis de «baja potencia», es decir, productos de cannabis con un contenido total de THC idealmente más bajo o una proporción alta de contenido de CBD / THC”. Tercero, “todas las opciones principales de modos de uso disponibles conllevan cierto riesgo de daño; La PUC debe abstenerse de «fumar» cannabis y emplear vías de uso alternativas para la protección de la salud pulmonar”. Cuarto, “si el uso ocurre por inhalación, PUC debe evitar la “inhalación profunda”, la contención prolongada de la respiración o prácticas de inhalación similares”. Quinto, “PUC debe abstenerse de consumir cannabis con frecuencia (p. Ej., Diario o casi a diario) o intensivo (p. Ej., Atracones) y, en su lugar, limitarse a un uso menos frecuente u ocasional”. Sexto, “cuando las circunstancias lo permitan, la PUC debe usar productos y dispositivos de cannabis legales y de calidad controlada”, una situación controvertida en nuestro país.
En séptimo lugar, “PUC que experimentan un rendimiento cognitivo deficiente deben considerar suspender temporalmente o reducir sustancialmente la intensidad (p. Ej., Frecuencia / potencia) de su consumo de cannabis”. Octavo, “la PUC debe evitar conducir un vehículo de motor u operar maquinaria bajo la influencia del cannabis debido a una discapacidad aguda y un riesgo elevado de participación en accidentes, incluidas lesiones o la muerte; sin embargo, la gravedad y la duración del deterioro varían dependiendo de múltiples factores”. En novena posición, “es prudente que las personas que tengan la intención de procrear y las mujeres embarazadas o en período de lactancia se abstengan del consumo de cannabis para reducir los posibles riesgos para la reproducción y los daños a la salud de la descendencia, respectivamente”. Esta evidencia es limitada.
En los últimos lugares de la lista, tenemos la recomendación décima, “la PUC debe tener precaución general al combinar otras sustancias psicoactivas con el consumo de cannabis”. Undécima, “Algunos grupos específicos de personas tienen un riesgo elevado de problemas de salud relacionados con el consumo de cannabis debido a predisposiciones biológicas o comorbilidades. En consecuencia, deben (y posiblemente con el consejo médico según sea necesario) evitar o ajustar su consumo de cannabis”, como habían señalado, “grupo de Personas Consumidoras de Alto Riesgo”. Y en la posición duodécima, “la combinación de factores de riesgo de resultados adversos para la salud derivados del consumo de cannabis aumenta aún más la probabilidad de sufrir daños graves y debe evitarse”.
El documento concluye sus pautas con dos consejos generales, “El consumo frecuente de cannabis, y especialmente el uso intensivo durante períodos más prolongados, puede provocar un ‘trastorno por consumo de cannabis’ o dependencia del cannabis, que puede requerir tratamiento”. A su vez, “PUC debe ejercer consideración social y responsabilidad para evitar el consumo de cannabis que pueda resultar en daño a otros”.
Conclusiones
El manual ha sido elaborado con fondos del ministerio de Salud de Canadá y supone, según el equipo científico, una valiosa herramienta de educación y orientación, aunque limitada por las condiciones legales del cannabis en cada nación. A pesar de ello, puede proporcionar información preventiva a difundir de forma abierta a PUC de todo el mundo. “La base de evidencia que informa las recomendaciones en el núcleo del LRCUG debe actualizarse periódicamente a medida que el conocimiento científico sobre los riesgos y daños para la salud relacionados con el cannabis continúe evolucionando. También se debe evaluar el impacto del LRCUG en el conocimiento, los comportamientos y los resultados de salud relacionados con el consumo de cannabis”.
A pesar de las buenas intenciones del texto, existe aún un alto grado de idea prohibicionista en muchas de las políticas de drogas que se elaboran en este momento y que desprecian este tipo de información, aún basada en distintos tipos de evidencias, por ejemplo, en nuestro país.