Benito Díaz
Sidi Heddi fue un maestro religioso morabita, natural de Marruecos. Fundó una rama del sufismo, denominada heddaua, conformada por mendigos penitentes que peregrinaban por distintos lugares pidiendo limosna para aportar a la zauía de su orden. Practicaban el ascetismo y no se cortaban el cabello, por lo que lucían rastas en ocasiones. Consumían kiff y hachís como forma de entrar en contacto con lo divino.
La tradición explica que Sidi Heddi nació en Aoufuous, Tafilalt, a orillas de un afluente del Ziz a 32 kilómetros al norte de Erfoud y se cree que fue sobre 1740, falleciendo en 1805. Se le representa como un anacoreta, predicando la palabra en lugares alejados y vistiendo una humilde chilaba: la derbala. Este era uno de los signos de la orden que fundaría, remarcando la humildad de sus seguidores, que debían renunciar a los placeres físicos y abrazar el celibato. Se le atribuyen poderes de curación mediante la fe: trayendo la salud a personas enfermas del hígado, del bazo y mentales, devolvía la fertilidad a mujeres que no podían tener hijos, traía la lluvia durante las sequías, adivinaba el pensamiento y dominaba a las fuerzas ocultas del mal. A este compendio de dones se le denomina baraka y era exclusividad de los hombres santos.
Sidi Heddi se estableció, construyendo una zauía en el valle de Beni Aros, en la región de Tánger- Tetuán- Alhucemas. La zauía consiste en edificaciones destinadas a la reflexión espiritual, equivalentes a la madrasa y que suelen tener una fuente o estanque en sus terrenos. En ellas, se pueden encontrar una mezquita, lugares de residencia de las personas al cargo y, en el caso de la cofradía de los heddaua, instalaciones para acoger a los peregrinos que volvían una vez al año en romería para entregar las limosnas obtenidas al templo.
En Beni Aros se puede encontrar la zauía original, donde reposan los restos del santo. Allí puede verse el árbol sagrado, un acebuche. En ese lugar, según las historias, vivió Sidi Heddi durante años, antes de levantar los edificios que conforman el complejo arquitectónico.
Heddaua
A las personas que pasaban a formar parte de la hermandad de monjes errantes se les denominaba heddaua o buhala. Veneraban la imagen de Sidi Heddi, vestían derbalas como harapos y, como mencionábamos, no se cortaban el pelo ni se afeitaban. Vivían pidiendo limosna, mientras peregrinaban de un lugar a otro tocando tambores. Algunas fuentes afirman que recitaban plegarias al santo y a Alá, mientras consumían hachís en largas pipas sebsis como enteógeno en rituales sagrados. En los pueblos donde mendigaban se dice que provocaban veneración y también temor, por sus maldiciones y los poderes sobrenaturales que se les presumían. Otras personas les consideraban meros mendigos, herejes sin fe, debido a la premisa de no enseñar el Corán, su oposición a la autoridad y su fuerte sentido de la disciplina, diferenciándose al fin del resto de tendencias tradicionales sufíes e islámicas.
Los integrantes de la orden han ido desapareciendo hasta la actualidad, aunque la doctrina de Sidi Heddi influyó en la formación de nuevas escuelas sufistas en el norte de África. En Magreb, se conoce al asceta como “Sultán de los mendigos” o “héroe de los pobres” pues cualquiera podía acceder a la zauía durante las romerías y atender a las enseñanzas que allí se compartían. Al fin, se le considera como “santo patrón” y protector de los consumidores de kiffi y hachís en Marruecos.
Kiffi y hachís
La desaparición de la orden ha sido paulatina, debido en gran medida a los procesos de modernización de Marruecos. Lugares como éstos tuvieron mucho poder de concentración desde el s.XVIII y en muchas ocasiones fueron focos de oposición, tanto al sultán como a las invasiones extranjeras. Tras la abolición del protectorado, comenzaron a debilitarse, también por el fomento de otras tendencias del islam como el wahabismo. Sin embargo, la referencia de este hombre santo y su orden de monjes mendicantes es recordada por artistas, por ejemplo, relacionados con la escena rap y hiphop en lugares como Francia, de la mano de grupos como L´Entourloop y músicos de otras tendencias y estilos. No en vano, Sidi Heddi está acreditado por ser el primero que trajo semillas de Cannabis desde Asia a Marruecos durante sus peregrinaciones.
En el año 1934, el interventor general de Larache dirige una misiva al delegado de asuntos indígenas de Tetuán. Esta carta nos permite conocer más sobre la organización de la zauía y, en ella, el interventor pide permiso para los fieles de la cofradía.
La carta de los colonos alabando y permitiendo la cultura heddaua
“La Zauia de Sidi Hed-di tiene su sede en la Kabila de Beni Arós y en el mismo lugar de su emplazamiento está enterrado el Santo; sus servidores Hed-dauas tienen por votos andar mal vestidos, andrajosos, con la melena larga y sucios y su misión es andar por todas la kabilas pidiendo limosna para la Zauia, cuyos productos traen generalmente en bestias, bien en metálico o en especie. Esta institución es altamente beneficiosa para el elemento indígena ya que altruistamente proporciona asilo y comida durante tres noches seguidas a caminantes que se acogen a su amparo; posee bienes y ganado y todos sus productos se destinan a este objeto, estando regida por un mokadem que lleva la dirección y administración con bastante lucimiento, por cierto, pues a la vista está la prosperidad y estado actual.
Los Hed-dauas, indígenas de diferente condición social, se acogen a esta vida de trabajo y sacrificio con el aliciente único de las delicias que le proporciona el kif y sus derivados, como la “Haxixa” que la zauia se encarga de poner a su alcance; a este efecto, casi todos al regreso de sus andanzas por las kabilas suelen ser portadores de kif que dedican a esta necesidad y para su exclusivo uso personal, pidiéndolo o comprándolo en las kabilas de Gomara autorizadas para su cultivo.
Expuesto lo que antecede, creo conveniente, salvo siempre el mejor parecer de V.S.I., se tolere esta práctica de los Hed-dauas y puedan traer el kif que necesitan para la zauia con la garantía expresada por el Mokadem de la Zauia, persona de reconocida solvencia y ascendiente en la Kabila, de que este kif es exclusivamente para uso personal de sus servidores y nunca para comerciar, con él”.
En nuestros días, aún es posible visitar la zauía de Sidi Heddi, donde puede observarse el estado ruinoso de los edificios y se puede aportar una limosna para el mantenimiento de aquel lugar místico, donde cuentan que se oculta el tesoro de las Siete Llaves del Mundo, que Sidi Heddi logró arrebatar a otros santos varones.