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Familia Sackler, responsable directa de la Epidemia de los Opiáceos en EEUU

Familia Sackler, responsable directa de la Epidemia de los Opiáceos en EEUU

Benito Díaz

La dinastía de los Sackler, ha recibido en los últimos tiempos un golpe por parte de la administración de los EEUU. La comercialización y explotación del fármaco Oxycontin (Oxicodona) les sitúa en el centro de una trama de conspiración criminal, pues se ha demostrado que se puso a la venta a sabiendas de su alto potencial adictivo y los riesgos de sobredosis que entrañaba. Fue el comienzo de una epidemia que solo en 2016 causó más de 64.000 muertes.

La familia Sackler, con sus patriarcas Arthur (1913-1987), Raymond (1920-2017) y Mortimer (1916-2010), fundaron una minúscula compañía farmacéutica y la convirtieron en el gigante Purdue Pharma. Al comienzo solo comercializaban pequeños productos, como productos de limpieza para los oídos. Sin embargo, pronto encontraron el filón de los analgésicos opiáceos, medicamentos contra el dolor, e hicieron de éste su mercado principal a través de agresivas campañas publicitarias.

Su mayor logro, aparte del encapsulado especial de sus pastillas, que permitían una disolución constante y prolongada de los principios activos, fue el Oxycontin. Un derivado semisintético del opio, varias veces más potente que la Heroína, que era conveniente para casos extremos de dolor posoperatorio o en casos de cuidados paliativos en personas agonizantes. Oxicontyn, Percocet, Percodan, Vicodin, la introducción de esta fórmula en 1996 se extendió con rapidez entre los consumidores.

Oxicodona

El manual “Colocados” de Kuhn-Swartzwelder-Wilson, describe la oxicodona como una sustancia opiácea que produce efectos momentáneos de intenso placer, para luego caer en un agradable estado contemplativo en el que las personas son poco sensibles al dolor. Advierten los científicos que la sobredosis de opiáceos puede resultar mortal por asfixia, ya que la sustancia deprime el sistema respiratorio. “No es un efecto acumulativo después de años de abuso. Se puede producir en una única primera toma, si no se presta la debida atención a la dosis adecuada para esa persona en concreto”.

Las drogas opiáceas, se caracterizan también por su velocidad de actuación, según el método de administración elegido, pueden notarse sus efectos en segundos. En el caso del Oxycontin, el volumen explica que, “es una forma de oxicodona de acción prolongada que se creó para liberar la droga de forma gradual que aliviase el dolor durante horas. Pero los toxicómanos descubrieron que, al moler las pastillas, consiguen una rápida liberación de la droga, obteniendo un subidón que el fabricante no había previsto”. Sin embargo, ¿qué pasaría si el fabricante sí hubiera supuesto ese caso y las hubiera comercializado de igual manera?

El negocio del dolor

Los movimientos de la familia Sackler para poner en el mercado sus pastillas, ha sido titulado “El Crimen del Siglo”, tal como el documental con el mismo nombre que explica el entramado comercial con el que el clan se enriqueció hasta lograr ponerse por encima de los Rockefeller.

La responsabilidad de estos empresarios comienza cuando comercializan sus medicamentos, conociendo los riesgos que corrían los consumidores. Utilizando su patente previa (MS Contin), próxima a caducar, sellaron los principios activos de la oxicodona, que de otra forma habría sido mortal para muchas personas en su primera toma. Después, implementaron un plan comercial que incluía la manipulación de la máxima autoridad sanitaria de EEUU, la Administración de Medicinas y Alimentos (FDA). Con sobornos y regalos a los responsables, consiguieron que en los prospectos de las pastillas se especificase que no causaban adicción y que eran seguras por completo, hasta para niños y adolescentes. Bajo esa información falsa, se lanzaron miles de agentes comerciales que presionaron a la comunidad médica para recetar más pastillas y mayores dosis.

El enfoque terapéutico se cambió por completo. El dolor era sufrimiento, la gente merecía no sufrir y por ello, se debían recetar estas pastillas, seguras para el tratamiento de esos dolores y que no producían ningún tipo de adicción, tanto es así que, cuando las personas comenzaron a mostrar signos de adicción, se sacaron de la manga el término “pseudoadicción”, una falsa adicción mostrada por personas que “sufren mucho y necesitan su medicación, que pueden parecer adictos, pero no lo son”. De esta forma, personas que tenían dolor crónico, dolores pasajeros de espalda, rodillas u otras dolencias leves, fueron recetados con potentísimos sedantes que antes solo estaban recomendados para enfermos oncológicos o moribundos. Un negocio perfecto, como reconocían algunos ejecutivos de Purdue en correos internos, “una persona que se trata con Oxycontin, sigue con Oxycontin toda la vida”.

La empresa, ante las sospechas y las protestas de las personas que veían cómo sus seres queridos cambiaban y se convertían en adictos tras tomar la medicación que le había recetado su médico, vertió cualquier responsabilidad del medicamento en lxs consumidorxs, a los que llamaron “irresponsables” en todo momento. Sin embargo, los números de afectados comenzaron a subir muy rápido, lo que indujo a los médicos más éticos a poner trabas para acceder a las medicaciones. Eso no solo no disminuyó el problema de adicción, sino que empujó a las personas consumidoras al mercado ilícito, donde podían conseguir las pastillas, además de otras sustancias más potentes, peligrosas y baratas, como el opioide Fentanilo, cuya dosificación de 2mg ya resulta mortal para la mayoría de personas. El Fentanilo, llevado de contrabando a través de la frontera con México, pronto formó parte de los adulterantes más comunes con los que se “corta” la Heroína, o se compactaba en forma de pastillas para falsificar las oficiales, lo que resultaba en una trampa mortal para las personas consumidoras.

Cifras de la epidemia

La familia Sackler se enriqueció mucho vendiendo Oxycontin, su producto estrella. Su patrimonio se ha llegado a calcular en 11.000 millones de Euros. Con él,se labraron fama de filántropos, al realizar donaciones a causas culturales, como los museos del Louvre o el Metropolitano de NYC. Mientras tanto, miles de personas tomaban sus fármacos y se enganchaban a los opiáceos.

Purdue Pharma no estaba sola en el mercado, también podemos encontrar a Johnson & Johnson, que también vendía opioides junto a la israelí TEVA, SpecGx, Actavis Pharma, Par Pharmaceutical, y las distribuidoras, McKensson, Walgreens, Cardinal Health, Amerisource Vergen, CVS Health y Wallmart.

Estas operaciones movieron alrededor de 1.600 millones de dólares solo el año 2007, el mismo año en el que se registraron unas 6.000 muertes por sobredosis, 2500 solo en el estado de Washington. Entre 1999 a 2006, se estima que murieron 37.000 personas mientras el fármaco se extendía entre las comunidades rurales y urbanas, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC) estadounidense. La situación fue tan insostenible que el 26 de octubre de 2017, el presidente en aquel momento, Donald Trump, declaró la emergencia médica, eso sí, sin proporcionar fondos para combatirlo.

El ascenso de fallecimientos, repuntó durante la pandemia del COVID 19, momento en el que se produjo un aumento vertiginoso del consumo de opioides que resultó en más de 90.000 en 2020, 100.000 personas en 2021. Una emergencia sanitaria sin precedentes que ha costado unos 501 millones de dólares a la administración.

Sanciones

En 2007, la demanda interpuesta contra Purdue Pharma, se saldó con una multa de 634.5 millones de dólares. Más tarde, en 2019, comenzaron las demandas individuales por parte de los estados más afectados y colectivas, contra los miembros de la propia familia Sackler, para los que se pidió la aplicación de leyes contra el narcotráfico, como la Ley RICO. Compañías como Johnson & Johnson (572 millones), Teva (82 millones) y Purdue (270 millones) pagaron para llegar a un acuerdo antes de llegar a una sentencia. Estos pagos, hundieron la farmacéutica de los Slacker, que se declaró en quiebra tras afrontar las demandas por un valor de 12000 millones de dólares y se disolvió en favor de la administración pública. Sin embargo, la familia Sackler ha sido sospechosa de haber evadido capitales al extranjero, adquiriendo bienes y propiedades en Suiza, por ejemplo, por un valor total de 10.000 millones de dólares. Los responsables de la familia Sackler continúan litigando para evitar las condenas a golpe de talonario.

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