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Asociaciones cannábicas: consumidores más informados y otros beneficios sociales

Asociaciones cannábicas: consumidores más informados y otros beneficios sociales

Benito Díaz

Las asociaciones cannábicas y clubes sociales de cannabis (CSC) hicieron su aparición en España en la década de los 90. Desde entonces, su número se ha incrementado de forma exponencial, llevando a cabo distintos modelos de gestión. Sin embargo, su situación legal sigue estableciéndose en zonas grises de inseguridad jurídica, siendo comunes los asaltos policiales, las incautaciones y los juicios a juntas directivas de estos lugares.

De demostrada eficacia en sus funciones sociales, se trata de un modelo asociativo que se ha exportado a distintos lugares. Entre ellas naciones pioneras que implantaron el sistema de asociaciones como forma de establecer controles y estar más cerca de las personas que necesitaban alejarse de entornos de violencia relacionados con el mercado negro o puntos de atención sociosanitaria.

Estudios realizados por investigadores, fuera y dentro de nuestras fronteras, afirman que las asociaciones y CSC cumplen distintas funciones, entendiendo los hábitos y necesidades de las personas consumidoras. Entre ellas, científicos de la talla del farmacólogo José Carlos Bouso o humanistas como Òscar Parés.

Funciones de las Asociaciones Cannábicas y CSC

Los lugares articulados como asociaciones, no solo cumplen con objetivos sociales y como puntos de información. También son baluartes en los que se ejercita el libre derecho de asociación, amparado por la Constitución Española. Lugares seguros donde las personas consumidoras no son estigmatizadas por su forma de vida.

Ante la persecución sistemática por parte de las autoridades y los legisladores de la que han sido objeto muchas personas consumidoras, se impone el sistema de clubes para dar con espacios en los que las personas usuarias de drogas puedan encontrar una alternativa al mercado negro o ilícito de sustancias.

Las asociaciones cannábicas, nacidas del trabajo de activistas por la libertad del cannabis a finales del S.XX, también son lugares de información y comunicación, donde las personas consumidoras comparten sus conocimientos al respecto de la cultura del Cannabis.

La función de acompañamiento de personas en terapia con cannabis, personas con enfermedades crónicas y personas que desean alejarse del consumo, son ocupaciones de gran importancia en estas asociaciones cannábicas. Las personas socias terapéuticos, son acompañados en su día a día, compartidas las preocupaciones y es aquí donde pueden obtener su medicina. El punto de atención sociosanitaria que se lleva a cabo en estos sitios, es uno de los puntos más interesantes para naciones como Alemania, Uruguay o Malta, que han adoptado el sistema.

Funcionamiento Abreviado

Las asociaciones pueden tener varios modelos de gestión en la práctica, pero aunque existan clubes que se creen indebidamente para el enriquecimiento de las personas fundadoras, estas solo pueden asalariarse en un sistema sin afán de lucro. En ellas se consume cannabis dentro de un recinto privado y cerrado al público general. Ninguna referencia puede ser encontrada en el exterior y se puede acceder solo por invitación de alguna persona socia siempre y cuando se tenga la mayoría de edad.

Pero la motivación intrínseca de las asociaciones es llevar a cabo un modelo de autogestión, donde el lucro principal es el de mantener el centro asociativo, sin que exista una voluntad de enriquecimiento económico para las personas al mando, más allá de la posibilidad propia de las circunstancias de trabajar para la asociación.

Los modelos de gestión se organizan en torno a varias posibilidades de conseguir el cannabis. En la actualidad, el cannabis continúa siendo ilegal en su posesión, transporte y consumo, máxime en lugares públicos. De esta manera, existen asociaciones que carecen del servicio para obtener esa marihuana, y otras que, bajo algunas condiciones, consiguen ofrecer las flores a las personas socias. En el interior de la mayoría de los locales comunitarios, está prohibido consumir otro tipo de sustancias psicoactivas.

Los argumentos de las autoridades inciden en el hecho de que existen asociaciones ilícitas que no observan ninguna de estas normativas, muchas de ellas fruto del Código de Buenas Prácticas para los CSC, un documento emitido por la Confederación de Federaciones de Asociaciones Cannábicas (ConFAC). En los golpes policiales, se argumenta que son focos de delitos contra la salud pública y de asociaciones ilícitas, incluso tramas de crimen organizado.

Compra mancomunada, autocultivo

Las posibilidades en este punto, son limitadas. La mayor parte de las asociaciones que desea ofrecer la flor en el local, debe elegir entre realizar una compra mancomunada o no ofrecer el servicio. En la segunda posibilidad, se está eligiendo un camino menos turbulento. En caso de elegir la compra mancomunada, lo que se establece es que los socios designan a unos representantes para que sean quienes lleven a cabo una compra de cannabis en su nombre. De esa manera, se puede acceder a una cantidad que luego es dispensada entre las personas socias, alejándose del mercado ilícito en gran medida.

Desde esa perspectiva, se podría pensar que aun intentando distanciarse de esa ilegalidad, se incurre en ella misma. La otra solución es el autocultivo, es decir, que la asociación como persona legal, cultive cannabis para el consumo privado de las personas socias. Se trata de la manera más independiente y acorde con la idea de luchar contra las mafias. Sin embargo, es la forma más punible frente a la ley y ya son muchas las asociaciones que han sido intervenidas por este motivo, como fue el caso de Marías x maría.

Ciudadanos más informados

El estudio llevado a cabo en 2019 por, entre otros, Òscar Parés y José Carlos Bouso, titulado “Usos y hábitos de los protagonistas de la historia: clubes sociales de cannabis en Barcelona”, revela en sus conclusiones que, “los miembros de evaluación de los CSC como frente unido contra el mercado ilegal, [es percibido como] muy positivo, ya que los clubes aportan más información sobre la calidad del cannabis y sus efectos, además de proporcionar cierto grado de protección legal”.

Para conocer mejor la situación de las asociaciones cannábicas, hablamos con Jose Carlos Rodríguez, parte de la junta directiva de la asociación cannábica “El Oso y el Cogollo” (EOYEC). Explica que puede que haya socios más informados que otros, pero que, en general que suelen tener mejor conocimiento del producto que en la calle. “No creo que las asociaciones sean competencia para el mercado callejero. Pero las personas que están en él, si que pueden llegar a mentir sobre su producto para mantener su clientela y salvar su negocio”.

Arnaldo, (nombre ficticio) es socio terapéutico del EOYEC. Asegura que “lo que te pueden decir en el barrio, es que en la calle lo pueden conseguir igual y más barato. Sin embargo, eso no es cierto, ya que en la calle es posible que puedan conseguir el cannabis por un par de euros menos. Pero no saben lo que están comprando, porque no hay ningún tipo de control de calidad”.

Rodríguez está de acuerdo con la afirmación del estudio y cree que gracias a las asociaciones hay personas consumidoras más informadas. “Nosotros hacemos reducción de riesgos, contamos acerca del cannabis, de sus derivados, de cómo hacer un consumo responsable y de sus peligros. Nuestra misión es la defensa de los derechos de las personas con el cannabis, preocuparnos por su salud y establecer una serie de controles, como el máximo de gramos que se puede dispensar a una persona socia. Nuestros objetivos son la regulación, la legalización, la educación y la información”.

Los tiempos avanzan en materia de regulación, con los avances en materia legislativa acerca del cannabis terapéutico. Por el contrario, la situación de estos clubes y asociaciones, continúa pendiente de un hilo, aun demostrada su eficacia.

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