Benito Díaz
Japón se plantea una normativa que regularía parte de los usos medicinales del cannabis, endureciendo todavía más las restricciones al uso adulto. Esta propuesta surge por la necesidad de regular aspectos del CBD y de los neocannabinoides de origen sintético, que se encontraban en un vacío legal. El país nipón es uno de los países más restrictivo del mundo en cuanto a políticas de drogas se refiere.
El año pasado, en mayo, un grupo de expertos convocados por el Ministerio de Salud comenzó a trabajar en una legislación sobre el cannabis medicinal. Las propuestas afectarían a la normativa que regula el momento actual, la Ley de Control del Cannabis de 1948. Aunque el cáñamo ha sido utilizado en el archipiélago de forma tradicional, la ley entró en vigor prohibiendo la importación, exportación, cultivo, venta, compra e investigación científica en hojas y flores. Esta ley ha sido modificada varias veces y en cada ocasión, se han aplicado sanciones más y más severas a las personas consumidoras. Japón también se ha adherido a la Convención Única sobre Estupefacientes y el Tratado sobre Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de la ONU.
Vacío legal
Las medidas emanadas del grupo de expertos comenzaron tras la presentación de un informe del Ministerio de Salud en el que se señalaba el vacío legal en el que operan las empresas de CBD, que se han multiplicado en el país durante los últimos años. De hecho, los japoneses han tenido acceso a diferentes productos comestibles, cosméticos, e-liquids, aceites con contenidos ricos en cannabidiol. Por otro lado, la aparición de neocannabinoides tales como HHC y CUMYL-CBMICA han precipitado la necesidad de esta normativa.
El cáñamo industrial es legal en Japón, aunque su producción está supervisada y controlada por el estado, de forma estrecha y rigurosa.
Cannabis de Uso Terapéutico
Contra el resto de naciones avanzadas del mundo, que en las últimas décadas están viviendo un momento de apertura hacia el cannabis, los sucesivos gobiernos de Japón han reiterado su voluntad de reprimir y perseguir al cannabis. Ahora, el Ministerio de Salud recomendaba en su informe acometer algún tipo de regulación sobre el Cannabis y sus derivados, para permitir algunos tratamientos medicinales y terapias alternativas para los pacientes. Según lo publicado en el diario local Asahi, el documento oficial hacía hincapié en los usos para la epilepsia refractaria, para los que se utilizan distintos cannabinoides, en especial el CBD.
La esencia del texto se centraría en la definición de las partes legales e ilegales de la planta, sobre las cuales no cabe uso ni investigación científica. Por ende, se permitiría el uso de la planta o derivados para fines medicinales y se impondrían penas más duras para aquellas sustancias con niveles de THC superiores a los fijados por ley.
Situación actual
La marihuana es la segunda droga ilícita más consumida en Japón, por detrás de la metanfetamina. La fuerte persecución a la que han sido sometidas las personas que consumen cannabis y otras sustancias en el país asiático, ha reducido los datos a porcentajes entre el 1,8%, en comparación de otras naciones como EEUU con una media del 44,2%. A pesar de que el porcentaje equiparado pueda parecer mucho menor, refiere casi a dos millones de personas japonesas entre 15 – 64 años.
Aunque no se trata de medidas que incluyan la pena de muerte como Singapur o los atropellos contra los derechos humanos cometidos por el dictador Duterte en Filipinas, el miedo a la estigmatización en el ámbito familiar y profesional, junto a las fuertes sanciones económicas y penales del consumo o tenencia de cannabis, ha reducido su presencia en la sociedad.
El consumo de cannabis por parte de personas jóvenes, ha aumentado desde el año 2000, sin embargo. Autoridades atribuyen este hecho a la poca disponibilidad de kiken (drogas de diseño alegales disponibles en smartshops), como respuesta a la represión policial y motivado por la cultura popular, así como por el acceso a sustancias a través de redes sociales e Internet.
Las sanciones prevén penas de hasta cinco años de prisión por posesión, siete años de prisión y multa de dos millones de yenes (13.734,04 euros) por posesión con intención de tráfico. El cultivo y la importación de cannabis, también son castigados con una pena de hasta siete años de prisión, así el cultivo y la importación con la intención de tráfico, diez años de cárcel y tres millones de yenes (20.601,06 euros).
La casi totalidad del cannabis de Japón se haya en manos de mafias y crimen organizado, aunque debido a la alta carestía de las penas establecidas, casi todo son explotaciones a pequeña escala. No resulta rentable afrontar las sanciones por el margen de beneficio que ofrece el tráfico de cannabis. De esta forma, el país es uno de los lugares con el cannabis más caro del mundo, estableciéndose Tokio como ejemplo. En sus calles, según un índice global basado en datos de la UNODC, en 2010 un gramo de cannabis molido se vendía por un promedio de 68,40 dólares (69,36 euros), frente al gramo de resina, vendido al por menor por 91,19 dólares (92,47 euros).
Activismo y reforma legislativa
Contra esta situación, han existido grupos activistas, como el Cannabist – Kansai, perseguido desde su fundación en 1999. Descrito como una red de personas enfocada a la educación y a la información del pueblo nipón, patrocinan eventos durante todo el año y organizan la Marcha Anual de la Marihuana en Osaka, parte de la Marcha Mundial de la Marihuana.
Esta organización, junto con otras como el Foro de cáñamo de Kioto, colaboran haciendo posible la comunicación y educación respecto al cannabis en Japón. La postura oficial del gobierno, consiste en el endurecimiento progresivo de las sanciones y la persecución a las personas consumidoras, manteniendo políticas represivas y difundiendo negación a los avances científicos mientras se enroca en opiniones al respecto de lo nocivo del cannabis a los sistemas inmunitarios y la supuesta depresión maníaca.
Activistas denuncian que los principales medios de comunicación se niegan a cubrir avances en regulaciones de otros países y promulgan la versión oficial sin rechistar. Además, existen muy pocos documentales y literatura sobre marihuana en su idioma, levantando otro muro cultural para separar y señalar aún más a las personas que usan cannabis y otras sustancias.