Por Drogoteca
Tengo una propuesta que hacer a los gobiernos de todo el mundo -desde aquí mismo- que creo que puede ser la solución a muchos problemas.
Una de esas grandes ideas en las que toda la sociedad saldría ganando. Un WIN-WIN, como dicen los usanos.
¿Por qué no apoyar a los ciudadanos para que maten -ellos mismos- a los que andan con drogas?
Puede sonar un poco radical, así de primeras, pero si la pensáis con tranquilidad y superáis lo impactante del primer momento, lo veréis claro. Mirad, y atentos a la bolita….
Para empezar, todos tenemos claro que las drogas son malas. ¿Para qué andar con tonterías de legalizar algo que es malo? Si hemos luchado tanto contra ellas… no es el momento de rendirse, sino de aumentar la dureza de nuestros golpes!!
Los drogadictos que están a favor de la legalización y esas cosas -que no os engañen, que todos son o yonkis o gente pagada por los narcos- no están haciendo ningún bien al mensaje que hemos lanzado todos estos años, y que tanto esfuerzo nos ha supuesto como sociedad: la droga nos daña y ellos también. No puede ser que vayamos a permitir que, por pura pose y ganas de ser vanguardistas, en nuestros países ahora vayan a salir un montón de opciones políticas que quieren la legalización de alguna forma: ¿qué pasaría si, en un momento de locura, millones de personas les votasen? Caeríamos en el caos más absoluto y podrían ser, por su miserable vicio, la causa del colapso de nuestra era y civilización. Quedaríamos inermes ante el enemigo, que nos ocuparían tan fácil como un paseo de señoritas, en mitad de prado lleno de margaritas.
Por culpa de esos fumadores de marihuana y hashís, de la gente que come pastillas y esnifa rayas, todos esos yonkis han conseguido que nuestra política -destino en lo universal- se vea minada por la contaminación de su sucia moral sobre el resto de ciudadanos. Ellos son, los ciudadanos, los primeros afectados por la existencia de esta mala gente. Y deberían ser ellos los primero en tomar “cartas en el asunto”; seguir esperando a una justicia y una policía que -precisamente por culpa de esta gente- están totalmente saturados, es una posición poco realista.
No sólo los ciudadanos tendrán una mejor salida ante estos individuos si van armados sino que, además, un ciudadano armado nos ahorra un policía que es un sueldo más que sale de nuestros impuestos. ¿Por qué vamos a delegar en otros -pagándoles- lo que podemos hacer nosotros mismos? ¿No somos capaces de gestionar nuestros propios asuntos?
El ahorro en policía, gastos asociados como la gasolina, las armas, equipos y mantenimientos, sería evidente, y la presencia de “ciudadanos policía” en todos los vecindarios sería suficiente para mantener el orden, que estos indeseables de las drogas están alterando.
Ya sé que el primer argumentos de quienes no acepten la idea será – ya que esos no son buenos ciudadanos- que legalmente, eso no es posible hacerlo sin que se violen varias leyes. Pero todos sabemos que las leyes son -simplemente- el instrumento más frecuente para “orientar” a la población y que, si se puede cambiar la Constitución en 15 minutos con un cafetito en el bar, podemos modificar lo que queramos.
De hecho, dado que el coste legal del proceso que afrontamos -debido a la presión de la ONU de que tengan un juicio- para poder matar a los narcotraficantes que tienen relación con drogas y seguir cobrando esos millones en subvenciones para balas que nos da la comunidad internacional, podemos también dar un paso más allá: no convertir a los ciudadanos en policías simplemente, sino “ampliar” generosamente los supuestos en los que el uso de “fuerza letal” sea acorde con la ley, de manera que -si el ciudadano lo considera oportuno- pueda disparar y matar al narco y ser premiado por el estado. ¿Por qué no? Si está actuando tal y como queremos, estará haciendo un bien a la sociedad y debería ser premiado: hay que estimular que el comportamiento se vuelva a producir en el actuante y, también por imitación, en otros ciudadanos.
Aunque finalmente -como estados- realicemos una pequeña entrega de dinero por cada “actuación ciudadana contra la droga”, el coste de esa pequeña gratificación es muy inferior al de sumar una policía eficiente, un sistema legal que funcione como para administrar realmente justicia y los costes de los procesos, el coste de las prisiones en las que tenemos que estar alimentando a esta gente, cubriendo sus gastos sanitarios y cargar con ellos -insolventes y gentuza no productiva- hasta las almohadas de sus camas y las diversiones de su “tiempo de ocio”; todo ello pagado del bolsillo del ciudadano, que no llega al mismo tiempo a fin de mes y, en ocasiones, a alimentar a su propia familia. No es justo que paguemos la vida a esa gente que ha estado vendiéndole la muerte a nuestros ciudadanos y sus hijos, y no lo haremos más de esa forma: acabaremos con esa lacra de la droga -mientras todos ahorramos dinero que volverá a nuestros bolsillos- ocupándonos nosotros mismos.
No olvidemos que siempre cabe la posibilidad de abrir “una nueva vía”, dentro del derecho, y poder efectuar aplicaciones de nuevas leyes -de forma retroactiva- sobre la población de narcos ya presos. ¿Por qué tenemos que seguir cargando con ellos si, por si quedaba duda, han sido ya condenados por un juez? ¿Acaso es mejor el que inicia en las drogas a un joven con un porro, que el que vende kilos de heroína a yonkis sin cura? ¿Por ser cannabis acaso tenemos que aceptarlo y no luchar? No perdamos de vista el objetivo para el que nos perjuramos: UN MUNDO LIBRE DE DROGAS y de usuarios de las mismas. No importa el precio, porque nunca importó; se trata del triunfo del espíritu de una nueva raza.
Estoy empezando a calentarme, porque en realidad soy consciente de que somos demasiado humanos con la calaña con la que tenemos que lidiar así que, cuando sea presidente, daré órdenes a la policía y al ejército de buscar a esa gente y matarlos a todos. A todos. Voy a limpiar el puto país de basura como ellos.
Ya bastó de ser tibios contra el mal.
Olvidad las leyes de Derechos Humanos, porque yo mismo voy a descuartizar criminales, delante de ustedes, si así lo desean para que vean que hablo en serio.
Yo mataría a mis propios hijos si fueran drogadictos porque, del asco que me darían, vomitaría cuando les mirase a la cara. No bromeo: ha llegado el final del camino para la droga en nuestro planeta. Sé de qué hablo. Mis escuadrones de la muerte están preparados y perfectamente ajustados para dar caza (y poder usar luego, para ejecución-espectáculo en la plaza pública) a esta calaña de gente.
Vosotros sabéis que yo tengo palabra y justicia: yo sólo mato a quienes merecen morir.
¡¡Adelante, planeta Tierra: acabemos de una vez con la lacra que Satán sembró sobre nuestros suelos para la perdición del ser humano!! Presidentes del conjunto de países del planeta Tierra: si queremos un mundo LIBRE DE DROGAS, y de drogadictos, nadie nos lo va a traer pero es nuestro derecho establecerlo, para que dure 1000 años, al menos……
Jóvenes ciudadanos de hoy: entrad a saco en la civilización, decadente y miserable, de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie.
Romped los archivos de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para purificar la infame organización social.
Penetrad en sus humildes corazones y levantad legiones de proletarios, de manera que el mundo tiemble ante sus nuevos jueces.
No os detengáis ante los altares, ni ante las tumbas…
¡¡Luchad, matad y morid!!
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* La idea, aunque buena, no es mía. Es del presidente del Gobierno en Filipinas conocido como “Duterte el sucio”, una especie de Donald Drumpf (su apellido real, y no Trump) en sus ideas pero que, a diferencia del payaso norteamericano, ya tiene a sus espaldas un largo historial de asesinatos y “ejecuciones extrajudiciales” con escuadrones de la muerte. Pero sólo mata a los malos, como dice el pueblo que le ama.
También es un tipo con un sentido del humor algo extraño: ante una monja violada por una multitud de hombres en una cárcel, que estaba bajo su control, dijo que “la monja estaba tan buena que, el alcalde de la prisión, debería haber sido el primero en violarla”. Son machotes y valientes, que les salen estas cosas de la boca cuando dejan salir la peste de sus cloacas.
Porque como todos entendemos, todo vale para acabar con las drogas: ¿matar escoria yonki o convertir monjas -mediante violación grupal- en mamás? ¿Qué pequeñeces son esas si tratamos de conseguir un bien superior?
** Los últimos fragmentos del texto desde el “jóvenes ciudadanos” hasta el “luchad, matad y morid” -incluido lo de animar a violar monjas- pertenecen a un conocido político español del siglo XX: Alejandro Lerroux.
Entre 1933 y 1935 fue 3 veces Presidente del Gobierno de la II República en España, además de tener carteras (ministerios) en Guerra (1934) y Estado (1935).