Por Gonzalo Peréz
Nos encontramos a las puertas de una nueva reunión de la UNGASS, la sesión especial de la Asamblea general de Naciones Unidas, que se centrará en el tema de las drogas a nivel global.
Los gobiernos del planeta al unísono se preparan para abordar un tema muy delicado, en especial por la puesta en evidencia del rotundo y absoluto fracaso que ha supuesto la guerra contra las drogas declarada hace ya unos cuantos años por ellos mismos, y que como os hemos contado en varias ocasiones, ha tenido como único resultado el aumento de la violencia, la criminalización de los consumidores, cientos de miles de muertes sin sentido y un gasto económico brutal que ahora se demuestra inútil.
En estos tiempos tan convulsos, se escuchan multitud voces que claman por un cambio radical de las políticas de drogas a nivel global, que piden la descriminalización de las drogas, y el fin de las políticas represivas y prohibicionistas.
Uno de los últimos en pronunciarse en este sentido ha sido el presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, quien en una cumbre sobre abuso de drogas realizada el pasado martes en Alabama, declaró que “el problema de la adicción a las drogas es un problema de salud, no un problema criminal”.
El presidente Obama afirmó que “lo más importante es reducir la demanda de drogas. Y la única forma de conseguirlo es ofreciendo tratamientos, y enfocando el problema como una cuestión de salud pública y no como un problema criminal”.
Y desde luego, gran parte de razón tiene. Cada día está más claro que muchísimas sustancias deberían ser reclasificadas tras quedar demostrada científicamente su utilidad terapéutica y probados sus beneficios para la salud pública. Pero este mensaje, que ya hemos escuchado en varias ocasiones en los últimos meses en boca de diversos mandatarios y expertos de todo el mundo (y que a primera vista podría parecer positivo), creo que debe tener una segunda lectura, que ya no hace tanta gracia.
Es muy loable que los gobiernos del mundo consideren la posibilidad de descriminalizar el consumo de drogas, incluso de llegar a barajar la opción de regular y supervisar el mercado de las drogas con la noble intención de acabar con las redes del narcotráfico.
Pero el principal problema ante este nuevo “discurso” es que tras un mensaje conciliador se esconde un enorme riesgo de acabar estigmatizando todavía más a los consumidores. “No somos criminales, y no merecemos ir a la cárcel. Pero sí somos enfermos, y necesitamos tratamiento para dejar de consumir”. Ése es el mensaje paternalista que se esconde tras la deslumbrante y progresista fachada del afán regulador que de repente asalta a los gobiernos del planeta.
Las cárceles perderán clientes, pero los terapeutas institucionales y las farmacéuticas tienen el futuro asegurado con este enfoque. Perdón por el tic “conspiranoico”, pero deben estar frotándose las manos.
Ante esta nueva estrategia, todos (yo incluido) estábamos deslumbrados por la posibilidad de un futuro distinto, más tolerante y comprensivo con los consumidores de drogas “ilegales”. Pero la realidad es que nos enfrentamos de nuevo a un enfoque erróneo de la situación, y que promete ser un nuevo y estrepitoso fracaso en las políticas de drogas que se plantearán tras la reunión de la UNGASS.
Quizá existan otras opciones con las que obtener mejores resultados y solucionar en parte el “problema” de las drogas. La primera que me viene a la mente es la EDUCACIÓN. Si en vez de intentar supervisar a las personas, y de dirigirlas hacia el camino que los gobiernos han decidido que deben seguir, los estados se preocupasen por formar y educar a todos los individuos desde las edades más tempranas, ofreciéndoles información veraz sobre el consumo de drogas y sus consecuencias, se evitarían muchos problemas, como los consumos abusivos o problemáticos.
Otra opción, posiblemente un poco redundante con la primera, sería reforzar los programas de REDUCCIÓN DE RIESGOS asociados al consumo. En los que -una vez más- la información útil es de vital importancia. Puede salvar vidas.
Pero claro, aquí nos encontramos con un problema, y es que a los gobiernos no les interesa que la plebe sea culta, instruida e inteligente. Seríamos menos maleables, y en definitiva más problemáticos, porque sabríamos manejar mejor nuestros recursos, podríamos elegir nuestro futuro, lo exigiríamos y lucharíamos por ello. Y eso, evidentemente, no les conviene.
Y por último, una obviedad, pero que creo conveniente señalar, es que se avanzaría mucho si se respetase a las personas adultas, sus opciones y elecciones, siempre y cuando no perjudiquen al prójimo. En definitiva somos mayores de edad, disfrutamos en mayor o menor medida del “libre albedrío”, y somos los dueños de nuestros cuerpos y de nuestras vidas, aunque a veces no lo parezca. Como decía la magnífica frase anónima, citada por el maestro Escohotado en su libro «Historia General de las Drogas«: «De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.»
Veremos hacia dónde se dirige la historia. Muy pronto sabremos en qué acaba todo esto. Al fin y al cabo, el “problema” de las drogas no es más que una cuestión de política y de intereses.
Mientras llega ese momento, os repito un consejo que ya habréis escuchado, pero que no está de más recordar: “Si no quieres ser como ellos, lee”.