Marisol Touraine, ministra de Sanidad francesa ha desmentido públicamente que el analgésico en pruebas estuviese elaborado con cannabis, ni fuera un derivado del cannabis.
Las alarmas saltaron el pasado viernes 15 de Enero. Un trágico accidente durante la realización del ensayo clínico de un nuevo medicamento en el Centro Hospitalario Universitario de Rennes (Francia) se había saldado con 6 participantes en el ensayo ingresados de urgencia y uno de ellos en estado de muerte cerebral.
Según iban pasando las horas, el caso empeoraba y empezaba a cundir el pánico, ya que la mayoría de medios de comunicación que se hicieron eco de la noticia apuntaban que el medicamento podría contener cannabinoides, incluso algunos de ellos apuntaba que el origen del cannabis en la molécula sujeta a estudio podía ser biológico, no sintético.
Algo que resultaba muy extraño teniendo en cuenta que no había, ni hay constancia hasta el momento, de ninguna muerte relacionada directamente con el uso (o abuso) de cannabis y que, lógicamente, puso el corazón en un puño a la comunidad cannábica internacional.
Finalmente, todas las dudas se despejaron y sacaron al cannabis de la “ecuación”, con la comparecencia en rueda de prensa de Touraine, la ministra de salud francesa, que afirmó que la molécula que la compañía privada Biotrial estaba testando es la BIA 10-2474, desarrollada por el laboratorio portugués Bial Lab. Se trata de un inhibidor del sistema endocannabinoide humano, que pretendía ser empleada como analgésico para tratar problemas motores, de ansiedad y otros problemas asociados a la degeneración neurológica.
Curiosamente, aplicaciones terapéuticas que podrían tratarse con derivados naturales del cannabis sin necesidad de buscar alternativas sintéticas obtenidas en laboratorios, como ya hemos expuesto en más de una ocasión, argumentos que se refuerzan ahora con la trágica noticia del fallecimiento de una persona en este ensayo clínico.
Y llegados a este punto es donde surgen nuevas preguntas…
¿Por qué se ha corrido un riesgo tan alto en el ensayo clínico de una sustancia que no hace otra cosa que suplir las posibles aplicaciones del cannabis natural en usos médicos?
¿Acaso las empresas farmacéuticas pretenden sintetizar un compuesto equivalente a los beneficiosos cannabinoides naturales (que poco a poco ya empiezan a ser conocidos por la ciencia), para evitar que la humanidad tenga fácil acceso a ellos?
¿Es posible que las leyes sobre drogas francesas e internacionales, y tal vez ciertos intereses económicos, hayan sido responsables directos de tan fatídico desenlace?
Y finalmente… ¿cuántas muertes más serán necesarias para que la comunidad científica internacional tome conciencia definitivamente de que la experimentación clínica con el cannabis natural y sus derivados es urgente e ineludible, y que presenta riesgos muchísimo menores que con otras alternativas sintéticas?
Preguntas, que de momento, siguen sin obtener respuesta…