Por Guillermo Veira
Lo volvió a hacer. El enemigo público número 1 según el gobierno estadounidense se ha vuelto a fugar de una cárcel de “máxima seguridad”.
Fundador y máximo exponente del cartel de Sinaloa, el narcotraficante ha vuelto a ocupar los titulares de medio mundo con esta nueva azaña. Asiduo a la lista de la revista Forbes de hombres más ricos y poderosos del mundo y protagonista de otra huída legendaria en 2001. En esa ocasión escapó de otro de los centros de reclusión más “seguros” de México escondido en un carrito de lavandería.
La figura del Chapo ya es un mito, un símbolo del poder de la delincuencia frente al Estado. El heredero de otras figuras como fueron Al Capone o el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, pero detrás de ese mito venerado y odiado por partes iguales en México hay una inquietante realidad que no podemos olvidar y que se vuelve a poner en cuestionamiento: la fiabilidad de las instituciones y funcionarios públicos mexicanos.
¿Quién es el Chapo?
Joaquín Archivaldo Guzmán Loera nació en un poblado de 105 habitantes llamado la Tuna (nombre del fruto que en España se conoce como higo chumbo) en el estado de Sinaloa. Con 23 años empezó a trabajar para Miguel Ángel Felix Gallardo (el Jefe de Jefes), líder del histórico Cartel de Guadalajara. Tras la detención de éste, Joaquín volvió a su estado natal y fundó su propio cartel.
En 1993 fue detenido y llevado a la prisión de máxima seguridad de Almoloya de Juárez (actualmente llamado del Altiplano) y tras un intento de fuga fallido fue trasladado al Penal de Puente Grande en el estado de Jalisco. El 18 de enero de 2001 consiguió fugarse de éste en el estrambótico episodio (nunca probado) del carrito de lavandería, después de sobornar a 65 funcionarios de la prisión. Desde ese día hasta su segunda detención, en enero de 2014, el Chapo convirtió al cartel de Sinaloa en una de las estructuras económicas y financieras más importantes del mundo. Con presencia en los cinco continentes y amplias regiones bajo total control del cartel, el Chapo ha sabido adaptarse a los nuevos escenarios: la guerra en México, los acuerdos de libre comercio en Centroamérica y el tráfico de armas y personas, para seguir sumando beneficios a su, de por sí, lucrativo negocio. Hace una semana, como para sacarse la espinita, el Chapo escapó del Penal del Altiplano.
Últimas imagenes del Chapo en su celda
Detalles de la nueva huída
Como si de un guión de ficción se tratara la fuga de este Penal de “máxima seguridad” recuerda a una serie estadounidense de los 60 llamada los Heroes de Hogan. La forma en la que, sin ninguna sospecha por parte de las autoridades, el hombre más buscado a principios de siglo escapa a través de un hueco en su ducha, descendiendo más de diez metros por una escalera (traída para la ocasión) y recorriendo el kilómetro y medio bajo el centro penitenciario hasta alcanzar la pequeña obra que hacía de tapadera para esta operación que lo separaba de la salida en una obra, recuerda a esta serie clásica donde un grupo de soldados aliados retenidos en un campo de concentración nazi hacen y deshacen a sus anchas ante la pasmosa (y cómica) inactividad de sus carceleros. Es famosa la frase del Sargento Schultz responsable del campo de concentración: “Yo no veo nada, no sé nada”.
El túnel por el que escapó el Chapo estaba diseñado con la altura y anchura suficiente para que el narcotraficante pudiera ir cómodamente, equipado con iluminación y ventilación en todo su recorrido. Una obra que según los expertos habría necesitado entre seis y siete meses de trabajo para su culminación y de la que se tuvo que extraer cerca de 3.250 toneladas de tierra. Para que nos hagamos una idea: 379 viajes de camión para hacerla desaparecer. Todo eso en una loma a un kilómetro de un penal de “máxima seguridad” y sin que nadie haya notado la más mínima actividad sospechosa.
Por si no fuera suficiente razón en marzo de 2014, dos meses después de su detención, la agencia estadounidense antidroga (la DEA) alertó al gobierno mexicano de que el cartel de Sinaloa estaba planeando la huída del capo. Y en mayo, Iván Guzmán, el propio hijo del narcotraficante, publicó en su perfil de twitter: “El general pronto estará de regreso”. Pero las autoridades no sabían nada, no vieron nada.
Sgt Schultz de Heroes de Hogan
El gobierno
“Todos los días llamo al titular de Gobernación (Ministerio de Interior mexicano) y le digo: ¿Lo tienes bien vigilado? ¿Está seguro? Porque es una responsabilidad que el gobierno de la República tiene para que la fuga ocurrida hace unos años no se vuelva a repetir”. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto se manifestaba de esta manera a través del canal Univisión en febrero de 2014 tras la detención del Chapo. No sabemos si un año después dejó de llamar para insistir, el caso es que el Chapo se fugó justo cuando el Presidente, con una comitiva compuesta por 400 miembros, estaba de visita en Francia. En la misma entrevista, el presidente concluía: “Sería imperdonable otra fuga del Chapo Guzmán”.
Tras la fuga el único en volver a México para enfrentar esta crisis fue el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Sus primeras declaraciones apuntaron a insinuar que las directrices en relación a derechos humanos con los reclusos facilitaron la huída del narcotraficante.
Unas declaraciones que rápidamente fueron contestadas a través de twitter por la organización Amnistía Internacional México: “Sr Secretario de Gobernación: Los derechos humanos no son un factor en la fuga de criminales, sino la corrupción endémica del sistema de seguridad”. En el momento de la captura del Chapo cerca del 70 por ciento de los mexicanos creían que había posibilidad de que el narcotraficante volviera a escapar, en este año y medio no sabemos cuántas personas del 30 por ciento restante sigue confiando hoy día en las instituciones mexicanas.